Este pasado 2 de mayo se recordó en todo el mundo la muerte de Leonardo Da Vinci, considerado por muchos uno de los más notables genios de la evolución e historia humanas y quien falleciera ese día, pero de 1519, en Ambois, Francia, a los 67 años de edad, por causas naturales.
Por supuesto, la conmemoración de estos 500 años, luego de la desaparición física de Da Vinci, dio a los medios en todo el planeta y a las redes sociales, material de sobra para volver a poner sobre la mesa las muchas virtudes de Leonardo como pintor y escultor, arquitecto e inventor. Además de también continuar polemizando sobre su sexualidad o su profundo misticismo y misterio, características que lo han hecho ya un personaje legendario, difuminándose en su historia la tenue línea entre la verdad y la ficción.
En WARP quisimos más bien aprovechar esta ocasión, sumamente simbólica, para reflexionar sobre la naturaleza de este hombre único, quién cinco siglos después, continúa asombrando y fascinando por su condición irrepetible de lo que se ha denominado: Hombre Universalis y su mar de talentos innegables.
La polimatía es la sabiduría que abarca conocimientos sobre campos diversos de la ciencia, el arte o las humanidades y cuyo acervo en algunas ocasiones es propiedad de una sola persona, cuya curiosidad y disciplina, además de una bien entrenada capacidad de observación, le permiten abarcar diferentes ámbitos de la cultura humana y transformar creativamente toda esa información en “algo tangible”.
Esa es la naturaleza de varios de los hombres que construyeron el Renacimiento, ese amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI y que significó la definitiva transición del oscurantismo de la Edad Media a la luz de la Edad Moderna, con sus enormes brincos en las artes, las ciencias naturales, las humanidades y la cultura en general.
Desde Copérnico, Galileo o Miguel Ángel, hasta Descartes, Blaise Pascal o Newton, la inteligencia en todos estos ejemplos se muestra excedida en la voluntad creativa de hombres que basaban su vida en el principio de observación constante de la naturaleza y la realidad y el aprendizaje profundo, a través de ella.
Sin embargo, nadie antes o después de Leonardo Da Vinci ha podido compilar en una misma vida tanta información, tal ansiedad de conocimiento transformada en una creatividad desbordada, que por supuesto se tradujo en obras, inventos, teoremas y postulados que transformaron con creces la evolución de la cultura humana en su conjunto.
La aerodinámica, la hidráulica, la paleontología, la filosofía, la ingeniería, la anatomía, la óptica, la botánica, la música y la poesía, la pintura, la escultura y la arquitectura igual que el urbanismo e incluso la cocina, fueron algunos de los terrenos del conocimiento en los que Leonardo se sumergió a voluntad observando, leyendo, diseccionando, experimentando, explorando, buscando y encontrando respuestas a los insondables misterios que se agolpaban en la cabeza de Da Vinci y que se resolvían materializados en diseños y dibujos, objetos y máquinas, pinturas y esculturas cuya grandiosidad nos sigue sorprendiendo cinco siglos después.
Es entonces Leonardo el paradigma del Homo Universalis y uno de esos personajes que la historia humana ve aparecer cada varios cientos de años para replantear con su genialidad y talento nuestra propia evolución como raza y civilización. Hay quienes reconocen a Leonardo Da Vinci como la persona con mayor número de talentos, en diversas disciplinas, que jamás ha existido, cosa difícil de probar, pero muy fácil de creer.
Y es que nada en la vida de Da Vinci pareciera haber sido casual. Haber nacido en Florencia en 1452, o más precisamente en la villa toscana de Vinci, en plena expansión y consolidación del Renacimiento Italiano; ser hijo ilegítimo de un rico notario y una mujer campesina, lo que le condenaría a llevar no el nombre ni el apellido de su padre, sino la identidad abstracta de los hijos bastardos: Leonardo di ser Piero da Vinci, cuyo significado es “Leonardo, hijo del maestro Piero de Vinci”; su naturaleza curiosa, que desde pequeño lo obligó a entrenar sus facultades de observación y sus poderes analíticos, así como su avasalladora energía creativa.
Y es a partir de esa circunstancia que Leonardo desarrolla y despunta sus habilidades y consolida su propio destino y leyenda.
Hay mucho que pocos saben del Da Vinci:
Ese aparente desorden e indisciplina, en el caso de Da Vinci cobran una nueva dimensión, pues son consecuencia de una ansiedad creativa multifacética que le llevaba de un proyecto a otro y de un asunto a otro, al querer abarcar la mayor cantidad de conocimiento que su cerebro le permitiera y seguir explorando respuestas a las muchas preguntas que en su cabeza se agolpaban.
Como ingeniero e inventor, Leonardo desarrolló ideas muy adelantadas a su tiempo, tales como el helicóptero, el carro de combate, el submarino y el automóvil. Muy pocos de sus proyectos llegaron a construirse, puesto que la mayoría no eran realizables durante esa época y con los recursos técnicos existentes hasta entonces.
Como científico, Leonardo da Vinci hizo progresar mucho el conocimiento en la anatomía, la ingeniería civil, la óptica y la hidrodinámica, entre otras.
Su asociación histórica más famosa es la pintura, no obstante, únicamente se conocen alrededor de 20 obras suyas, debido principalmente a sus constantes (y a veces desastrosos) experimentos con nuevas técnicas plásticas y a su “inconstancia laboral” crónica.
Este reducido número de creaciones, junto con sus cuadernos con dibujos, diagramas científicos y reflexiones sobre la naturaleza de la pintura, constituyen un legado para las sucesivas generaciones de artistas, pero también de pensadores e inventores.
En fin, que Leonardo Da Vinci es mucho más que el hombre del renacimiento o el genio máximo de su época o de la cultura occidental en su conjunto, es sobre todo el Hombre Total, ese que pareciera una utopía al reunir en sí mismo el poder más excelso de la condición humana: la creatividad en el arte y la ciencia y con ello la transformación del universo.
En esencia parecería casi imposible la aparición de otro Da Vinci en nuestros días o en el futuro cercano, pues en plena era de los gadgets, la pantallas y cámaras que nos rodean y controlan, las redes sociales y la realidad virtual, se ha perdido la herramienta más importante del hombre universal y el genio creativo: la OBSERVACIÓN profunda, constante y curiosa de la naturaleza y la realidad que nos rodean… y por supuesto de nosotros mismos.
Cinco siglos después de su muerte, Leonardo Da Vinci sigue presente en nuestro inconsciente colectivo y en la imborrable presencia de la GENIALIDAD en nuestra muy maltratada condición humana contemporánea… para fortuna de todos y regocijo de la historia.
*Kaeri Tedla Tlatoa, es periodista, productor, escritor, locutor y colaborador en WARP; Director Creativo y de Producción y apasionado de la historia de manera autodidacta.