Actualmente resulta muy común observar fanzines plasmados en accesorios como tazas, mochilas, playeras, estampillas, libretas y demás. Con diseños amigables, el fanzine rescata no sólo bosquejos originales, redime también el argumento de la ideología punk que tiene el ideal de dejar una huella, un legado social que evoque a la memoria de la antítesis que este contexto marginal representó en algún momento de la historia.
El fanzine remite a los folletos, revistas o flyers creados por admiradores. Las palabras de origen inglés fan (admirador) y zine de magazine (revista), obtienen gran importancia a inicios del siglo XX, pues son los seguidores y aficionados de la ciencia ficción quienes inician su recorrido por este rumbo de expresión, creando los primeros boletines para socializarlos con personas interesadas en el tema.
Los primeros ejemplares surgen en 1976 en Estados Unidos –en las ciudades de Nueva York y Los Ángeles– como un sistema de comunicación entre los grupos marginados. Es preciso recordar el contexto social de los 70’s, época en la que subculturas como la mod, punk o glam, tuvieron lugar y gran auge porque se negaban a aquella sociedad moderna que insistía en imponerse y llegar a todos los rincones de las ciudades.
En paralelo, nacen en Londres subculturas como la punk, teddy boy y los famosos skin-heads. Expresiones de rebeldía con causas justas, pero incomprensibles, en un contexto determinado, donde únicamente se lucha por la distinción y autonomía social a partir de un estilo de vida disímil, una individualidad frente a las masas.
En el mismo año, fue publicado el fanzine de escasa circulación titulado Punk, con la estructura de un fanzine musical y una presentación de cómic underground. Este producto rápidamente se constituyó como una de las crónicas más leídas en Manhatan, pues en su contenido se reconocía el trabajo de músicos punks de la época, como Ramones, Patti Smith, Talking Heads, Sex Pistols, entre otros.
De manera simultánea, en el Reino Unido surgió el Sniffin’ Glue, iniciado por Mark Perry, –escritor y músico británico– quien en esa época era empleado en un banco y gran admirador de Los Ramones. Su publicación no era nada similar a Punk, de hecho era un desorden profuso, con rotulaciones hechas a mano, entrevistas con mala redacción, llena de manchas y tachaduras; contenía también fotografías de mala calidad y subexpuestas. Sin duda, sus características representaron una estética y estilo que posteriormente fue retomado por fanzines actuales.
En México no se hicieron esperar y aparecen La piedra rodante y Conecte, primeros fanzines en 1982, que informaban sobre la escena del rock y punk rock nacional. Resulta oportuno recordar que la necesidad de conectarse con otros en ese momento era exorbitante, por lo que fue ineludible recurrir a los géneros literarios y crear una narrativa atractiva para los jóvenes de la época. En ese sentido, surgió Simón Simonazo, un cómic que presentaba a diversos personajes y a través de ellos, retrataba vivencias de quienes cursaban la secundaria o preparatoria, las actitudes represivas de las que eran víctimas por vivir en determinado barrio o vestir de manera inusual.
Cabe destacar que la distribución de estos productos era de manera informal, en toquines poco ortodoxos, terrenos baldíos o espacios marginados. Posteriormente, y luego de que el Museo del Chopo albergara al primer tianguis de música, ahora conocido como El tianguis del Chopo, fue más sencillo distribuir los fanzines el surgimiento de publicaciones similares.
Hoy en día es fácil reconocer y descubrir a los creadores de fanzines contemporáneos a través de sesiones de dibujo grupales, conferencias o antologías, que diversos colectivos realizan para difundir sus ideas, pensamientos y diseños. Un ejemplo cercano y destacable es la caricaturista Inés Estrada, quien ayudó a renacer este género y con aportaciones y apoyo del colectivo Café con Leche, la ilustración y el cómic –manteniéndose fiel al ideal principal del fanzine– apuesta por ser un discurso disruptivo con espíritu crítico y estilo original.
Resulta interesante, además, las nuevas creaciones que emanan del movimiento feminista cuya lucha persiste y apenas comienza. Artistas y diseñadoras exhortan a la reflexión si violencia a través del arte urbano que mucho ha imperado en la vida contemporánea del país. No basta entonces, con crear, dibujar, o promover, hace falta que estas ideas y exigencias –de visibilidad– se implanten en la memoria de todo ser social.