Con el asentamiento humano llegó el desarrollo cultural. Uno de las características del ser humano radica en la capacidad para desplazarse y adaptarse a pesar de las condiciones climáticas, pues la historia de la humanidad incluye a millones de personas que buscan un mejor lugar para vivir.
Las reconstrucciones de las migraciones humanas son posibles gracias a la información que aportan varias disciplinas. Los estudios sobre diversidad genética de poblaciones revelan que, los acontecimientos demográficos y los movimientos migratorios anteriores dejaron una huella que se manifiesta en la multiculturalidad que prevalece en las naciones.
Jessica Tierney, profesora en la Universidad de Arizona declaró a National Geographic España, “Siempre ha existido la pregunta de por qué los primeros seres humanos abandonaron África, y en este sentido, el clima siempre ha sido un factor de mucho peso a tener en cuenta en las hipótesis”.
A partir del descubrimiento del Nuevo Mundo, comenzó una era de grandes movimientos migratorios, pues los avances geográficos permitieron el traslado controlado de personas a las nuevas colonias. Podría decirse que América Latina ha sido el paraíso perdido, la eterna tierra de promisión, repleta de riquezas naturales y el reclamo irresistible para los colonizadores quienes emprendían una nueva vida, alejada de las guerras que sacudían Europa.
Se identifican cuatro momentos significativos relacionados al fenómeno migratorio en América Latina y el Caribe. El primero, se vincula con las migraciones transoceánicas; el segundo, con las migraciones internas, producto de la crisis económica; el tercero, por encima de las fronteras, es decir, las transfronterizas y, el cuarto, se desencadenó a raíz de la globalización. El primer movimiento movilizó cerca de 55 millones de europeos. El segundo, resultó de la crisis económica que afectó al ámbito rural provocando las migraciones del campo a ciudades. El tercero, sobrevino a conflictos políticos, económicos y sociales, pero provocados en los países de origen. El cuarto, aconteció en las últimas dos décadas, más de 215 millones de personas se han movilizado para arraigarse en lugares distintos a su país de origen.
La paradoja reside en que la globalización debe, hipotéticamente, homogeneizar el mercado planetario en el cual existe una profunda desigualdad estructural, pero, donde en realidad se constituye la globalización es en el imaginario social, constituido a partir del poder de la industria cultural. Es decir, todo habitante del planeta debe tener acceso a internet, a la televisión porque esto lo iguala, lo informa, más allá de su nivel cultural, social o económico.
Dentro del cúmulo de análisis sobre el fenómeno migratorio, destaco dos tendencias antagónicas; ambas de impacto en las sociedades por sus efectos positivos y negativos. Una, liga las situaciones de restricción, las cuales, se pueden asumir como políticas de “strictu sensu”, del latín, estricto sentido, derivadas de proyectos de diferentes estados como punto de la propia dinámica de acción de un gobierno para evitar flujos migratorios no deseados. La otra, agrupa a leyes y pactos que demuestran la evolución del ser humano, y, proponen, una apertura de asentamiento a personas, al respeto a los derechos humanos y de la igualdad del ser sobre la nacionalidad.
Hoy en día, mantener vínculos de cooperación resulta esencial. La frontera no debería percibirse como una línea divisoria, sino punto de reunión que enlaza a las comunidades y se obtienen beneficios mutuos, que garantiza la seguridad y civilidad al tiempo que se enriquecen las culturas.