Pájaros de Verano (2018) es una pieza magistral que nos cuenta el origen del narcotráfico desde una perspectiva maravillosa y poética que combina la belleza de las tradiciones indígenas Wayúu y el conflicto entre el honor por la preservación de dichas creencias y la ambición imperativa por el poder y el dinero.
La nueva cinta de Cristina Gallego y Ciro Guerra se estrenó en el pasado Festival Internacional de Cine de Cannes siendo la primer película latinoamericana en abrir la prestigiosa sección de la Quincena de Realizadores logrando la ovación de pie más larga desde su antecesora. La película que ha tenido un recorrido importante en el afamado circuito de Festivales de Cine, también ganó como Mejor Película en la pasada edición de los Premios Fénix y este año representa a Colombia nuevamente para ser considerada en los premios Oscar.
La historia inicia con una apoteósica muestra de las tradiciones de la tribu dónde Zaida sale de su encierro obligado para hacerse miembro del grupo entregando sus ofrendas y siendo bendecida con amuletos y collares. Rapayet llega a la ceremonia con su tío Peregrino y pide bailar con ella mostrando sus intenciones de casarse, pero la dote solicitada por sus padres es incosteable para él y Úrsula interpretada magistralmente por la primera actriz Carmiña Martínez, no ve con buenos ojos a alguien que no es fiel a las tradiciones Wayúu y que convive con gente de otros clanes. Un día al encontrarse con un grupo de hippies americanos que buscan mariguana, Rapayet decide ofrecerles el producto recordando que su primo cultiva dicha hierba. Los dólares llegan rápido y por fin puede casarse con Zaida.
Lo que inicia como un ingenuo trato impulsado por un hombre que quiere formar una familia y asentarse, pronto se convierte en el génesis del negocio ilegal más redituable en la actualidad, el narcotráfico. La cinta cuenta a través de sus actos, la evolución y prosperidad económica de las familias involucradas durante los años de la bonanza marimbera en La Guajira colombiana y la evidente caída impulsada por la ambición desmedida.
El enfoque de los directores para contar esta historia no se basa en lo que ya hemos visto en repetidas ocasiones con películas del narco, si no que acierta en resaltar la belleza de las tradiciones de los pueblos indígenas, la pureza de sus creencias y el arraigo que no debe ser traicionado bajo ninguna circunstancia. Gallego y Guerra logran ofrecer una película sumamente brillante con una magnífica fotografía que transporta al desierto árido que mezcla los colores típicos de la región en planos impresionantes siempre cuidados por la luz natural que marcan a profundidad los rasgos y facciones indígenas de sus protagonistas.
Pájaros de Verano (2018) es una grandiosa película que con gran respeto evoca la relevancia de la desaparición de las tribus indígenas, dónde la droga no es relevante en su narrativa, si no un protagonista invisible que permite ver a través de una ventana abierta los cantos de los simbolismos Wayúu, sus valores y preservación.