Lugar de Origen: Monterrey, México
Año de Fundación: 2017
Miembros: Rafael de la Garza, Ricardo Delgado y Nick Acker
Rodeado por kilómetros de agua salada, lejos de la vista del resto del mundo, el pequeño archipiélago de Nueva Caledonia, una dependencia francesa en Oceanía, es el único hábitat natural del kagú, Rhynochetos jubatus, un ave amenazada de extinción. El kagú casi no vuela, pone un único huevo en su vida, y sin embargo llega a vivir hasta veinte años.
Para Kaguu, una banda de Monterrey, Nuevo León, elegir esta especie como nombre y figura podría parecer una opción peculiar. “Descubrí este pájaro cuando me puse a investigar sobre aves exóticas”, me cuenta Rafa de la Garza, guitarrista y compositor. “Se trata de un animal solitario, no tiene muchas cualidades sociales, no caza en parvadas, no vive en parvadas. Me identifiqué mucho con eso. Nunca me ha gustado ser parte de varios grupos, soy muy reservado. El kagú tiene un solo acompañante en su vida. Si su pareja muere, él ya no va a tener otra. Eso puede sonar muy cursi, pero Rafa de 2015 pensó que la música y yo éramos así, que si mi relación con la música terminaba no iba a tener otra pareja”.
Cuando le pido que describa la música de su banda en pocas palabras, no duda dos veces: “Definitivamente es un proyecto de math rock y progresivo. El math rock es una influencia definitiva, como por ejemplo Covet. También se escuchan instrumentales más ambientales del estilo de Plini o la escena post rock. Cualquier persona que escuche estos géneros nos puede recibir muy bien”. Solicito que lo reduzca a una sola oración. “Complicadamente nostálgico”, me responde.
Las canciones de Kaguu caminan altivamente en una línea instrumental, jugando con los tempos y destruyendo convenciones. Son decididamente impredecibles. Cuando le pregunto a Rafa sobre el proceso de composición y la elección de compases, él me dice: “Es una excelente pregunta, la respuesta es no tengo idea de lo que estoy haciendo”. Nos reímos un momento, es una de las respuestas más sinceras que he recibido. “Lo que escucho en mi cabeza es lo que trato de componer. Si el compás en mi cabeza es un 7/8 y le sigue un 4/4, eso es lo que escribo. No tenemos mucha teoría musical, solo trabajamos con el oído de haber escuchado música por todos lados: películas, discos y videojuegos”.
Llama la atención de inmediato escuchar la influencia que los videojuegos pueden tener sobre un proyecto musical, pero son una parte muy importante de Kaguu. “No escondemos que a los 22 años seguimos jugando Nintendo. Nos gusta escuchar la música de los videojuegos. La persona que hace esos soundtracks tiene que poner atención a lo visual para que la música encaje perfectamente con el estilo del juego. Eso es precisamente lo que yo hago, pero con cosas más personales: cómo me siento, algo que me pasó o que tengo que expresar en forma de música y no de palabras”.
El siguiente paso lógico es hacer un ejercicio de imaginación. “¿Qué tipo de videojuego sería Wistful (2018), su segundo EP?” le pregunto. Él medita un momento y me dice “Definitivamente un juego de Nintendo. Un JRPG, tipo Xenoblade 2. Eso le quedaría muy bien. El disco empieza muy nostálgico mientras introduce a los personajes y el escenario, se pone un poco más agresivo y rápido, construyendo la batalla contra el jefe final, que sería en ‘Amethyst’”.
Entonces descubro algo: ‘Ruby’, ‘Onyx’, ‘Diamond’, ‘Emerald’, ‘Sapphire’… Todos los nombres de Wistful tienen alguna conexión con Pokémon. “Sí, fue a propósito, pero quisimos disimularlo un poco. Yo soy súper fan de Pokémon, si alguna vez entras a mis redes, la mayoría de las cosas van a ser de Pikachú o de cosas de Nintendo. La generación de Pokémon que me cambió la vida por completo fue la tercera, abarcando Rubi, Esmeralda y Zafiro. Me hace sentirme feliz, me da nostalgia recordar estar a los 6 o 7 años jugando mis videojuegos. Me hizo ver las cosas de otra manera, si no lo hubiera jugado, sería una persona completamente diferente a lo que soy ahora”.
Volviendo a la seriedad por un momento, la elección de hacer música instrumental bajo el nombre de Kaguu se manifiesta con una fundamentación muy sólida. “Cuando le pones letra a una canción, ya le diste un significado. Puede ser triste o feliz, romántica o no, pero ya queda determinado”. Rafa se abre un poco más. “El primer EP, Hawkridge, lo escribí cuando estaba hundido en mi vida. Me volví a mudar a Monterrey, no conocía a nadie, estaba muy solo. Sin embargo, cada persona que ha escuchado ese disco tiene su propia manera de sentir las canciones. Muchos me dicen que ‘Kuma’ es muy feliz, que ‘Alphonse’ es muy nostálgica. Para mí todas esas canciones son muy tristes, pero esa es la magia de la música instrumental”.
Al inicio de nuestra conversación, salió a flote la influencia que Covet ha tenido sobre la música de los regios. Yvette Young, la mente maestra detrás de esta agrupación, aparece acreditada en el arte de los dos lanzamientos de Kaguu. “A Yvette la conozco desde hace cuatro o cinco años. El arte lo hizo en 2015. No tenía nada preparado para la música pero ya estaba la idea del proyecto. Le pedí que me ayudara con el arte y siendo amigos, lo hizo. El problema es que actualmente, teniendo más de 200,000 seguidores, está cabrón que me ayude con el arte de los materiales siguientes. Primero, me va a cobrar más caro, y segundo, necesito estar con alguien en el proceso de creación. Quiero cambios y por su falta de tiempo, va a ser difícil”.
Aunque algunos no lo digan, todas las bandas tienen un artista o banda con quien les gustaría compartir escenario. Kaguu, por supuesto, no es la excepción. Siguiendo con la línea del math rock, Rafa responde: “No hablo en representación de los tres integrantes, pero yo voy a decir JYOCHO, banda de Daijiro Nakagawa. En este momento es mi banda favorita, los escucho diario y me retiraría de todo si alguna vez llego a tocar con ellos”.
Hace unos días, un terremoto de 7.5 grados en la escala de Richter azotó Nueva Caledonia. Aquel palmo de paraíso inmaculado, hogar del kagú, está siendo evacuado y la amenaza de tsunamis parece inminente. Esa ave exótica, tan frágil, tan pura, está en serios problemas. En un paralelismo escalofriante, el futuro de Kaguu luce tan incierto como el de su homónimo plumífero.
“El futuro se ve un poco gris para la banda. El bajista se graduó de mercadotecnia, yo estoy en un montón de cosas, el baterista está haciendo comisiones con otros proyectos. Como compositor, no he tenido oportunidad de desarrollar el tercer disco. Queremos que salga el siguiente año, pero probablemente en agosto tengamos una pausa en el proyecto en lo que se refiere a sacar música constante. Sí podríamos sacar por ejemplo una canción en navidad ya que no tenga escuela o shows en verano, pero sin duda vamos a ser menos constantes”.
En esta amarga nota, termina nuestra conversación. Agradezco a Rafa por su tiempo y le digo que espero el próximo año, antes de su descanso, podamos verlos en CDMX. “Definitivamente, nos tenemos que ver”, puntúa. Sería una verdadera pena perdernos de ello.