Cuando la portada de London Calling (1979) fue elegida por la Revista Q como la mejor fotografía en la historia de la música, el vocalista Joe Strummer declaró que la imagen representa al final de la música, “es la captura de la completa pérdida de control“. La fotografía que Pennie Smith tomó del bajista Paul Simonon muestra la destrucción que The Clash quería imprimir en este disco.
En un principio, el objetivo de la agrupación era lanzar un álbum doble que diera un punto final a la historia del rock, una narrativa que inició en 1956 con el lanzamiento del primer disco de Elvis Presley. La idea se mantuvo en el arte, creando un opuesto al material del Rey del Rock, manteniendo su tipografía, pero destruyendo al grito primigenio con el cual Presley dio inició a una nueva oleada de sonidos con su material.
Han pasado 39 años desde que se publicó esta anti-tesis del rock y la realidad está muy alejada de la idea que tenían estos jóvenes londinenses. Si la intención era destruir al rock, London Calling (1979) se convirtió en el peor fracaso en la historia de la música. El disco es reconocido como uno de los materiales más novedosos, experimentales e influyentes de la historia. Un álbum que incorporó sonidos del mundo un par de lustros antes de que Paul Simon y David Byrne se volvieran famosos por jugar con ellos. Un material que incorporó ritmos de reggae al punk previo a la aparición de Sting y The Police.
Hoy en día, escuchar al tercer disco de The Clash es una experiencia ardua ante la gran cantidad de ideas, géneros, relatos, gritos y poemas que transformaron a la agrupación en la abanderada del punk en todo el mundo. Contrario a sus contemporáneos de Ramones y Sex Pistols, los londinenses se dieron cuenta de que la simpleza guitarrera del género de protesta los limitaba tanto expresiva como narrativamente. Es por ello que cuando tuvieron la oportunidad de tourear por todo el mundo, como parte de la promoción de Give ‘Em Enough Rope (1978), los liderados por Joe Strummer sucumbieron ante la curiosidad de apreciar otro tipo de música.
Viajaron a Estados Unidos e incorporaron a artistas como Bo Riddley y Sam & Dave como actos de apertura para ver a los intérpretes más reconocidos del rock, consumieron tanto reggae como pudieron, re-visitaron al pasado de su país en los clásicos del ska y se enamoraron del blues. En poco, la visión de la banda para su próximo álbum cambió de violentas instrumentaciones punk a una obra maestra de los estereotipos de todos los géneros musicales que convivieron a finales de la década.
Entonces Mick Jones deseó separarse por completo de las facilidades del punk británico, estaba desesperado ante sus limitantes y los otros actos del movimiento le parecían sosos, cuando menos. Resultó primordial para él trabajar con Guy Stevens, productor americano que había trabajado en los grandes discos de Chuck Berry y que también pudo ser partícipe de las experimentaciones de los discos de Mott The Hoople y Traffic en los primeros pasos del rock n’ roll, los más interesantes.
Él le dio un sonido mucho más refinado del que cargaba la agrupación hasta ese momento, una producción limpia que logró empaquetar a la ridícula cantidad de experimentos sonoros en un material conciso que aparte contó con un gran interés comercial. Él hizo que grabaran ‘London Calling’ ante la negativa de la banda y los obligó al cuarteto a interpretar la sensacional ‘Brand New Cadillac’ del olvidado Vince Taylor.
Hay canciones como ‘Train In Vain’, la cual grabaron en una iglesia deshecha de los estudios Wessex. Canción densa y agresiva de punk que combina a la perfección con la provocadora línea de guitarra de ‘Spanish Bombs’, en la cual Joe canta con un español desgarrado. También hay canciones de rock-pop como ‘Lost In The Supermarket’ que podrían verse como un prototipo del rock alternativo sensible que inundó a las repisas tras la llegada de bandas como R.E.M al mercado.
Hay homenajes al ska de Madness y The Specials en cortes como ‘Death Or Glory’. Pero también hay una pieza de fundamental trascendencia para la década que prosiguió al lanzamiento del disco, con aquella exquisita fusión de reggae con punk que supone ‘Guns Of Brixton’, primera y única canción de The Clash que firmó el aclamado bajista Paul Simonon.
Pero si algo ha hecho que este material sobresalga entre todo lo demás, es la narrativa que carga, repleta de frases geniales que relatan historias de pobreza, guerra, destrucción y temor. Es un disco post-apocalíptico que logra crear una tensión sin igual gracias sus sombrías atmósferas y descripciones terroríficas.
En este punto, The Clash seguía siendo punk sólo en concepto, gracias a la filosofía que todavía cargaban como si se tratara de una bandera. Pese a experimentar con tantos sonidos como fuera posible y de afinarse como músicos y como letristas, la agrupación siempre siguió enviando mensajes políticos, protestando en contra de las desigualdades e injusticias del mundo. Décadas después Joe Strummer se refirió al material como “la exposición tierna, virginal de un tipo que todavía creía en el rock como protesta“.
Pese a la negativa que mantuvo su autor en los últimos años de su vida, Inglaterra no vio una mejor protesta en esa etapa que London Calling (1979). La descripción de cada uno de los eventos que componen a este álbum son a casi cuarenta años de su publicación, varios de los más icónicos y reveladores que tenemos dentro de cualquier tipo de expresión cultural.
Desde la primer línea del disco, con ese aullido de “LONDON CALLING”, ya se hace una magna protesta política, refiriendo a la señal que la BBC lanzó en sus comunicados durante la Segunda Guerra Mundial. Las primeras dos palabras que se dijeron dentro de Gran Bretaña cuando los nazis ocuparon su territorio durante la peor masacre de la historia. El frío golpeteo de las guitarras de Mick son como golpes secos que recuerdan a una época en la cual las sirenas podían empezar a sonar en cualquier momento, llevando caos y destrucción en camino a “una era de hielo“.
‘Spanish Bombs’ fue también aclamada por su descripción gráfica de la guerra civil española, con guiños ridiculizando al franquismo en líneas repletas de la ironía que terminó por definir al punk en años más recientes. ‘Rudie Can’t Frail’ es, por otro lado, una gran canción autobiográfica en la cual Strummer haba sobre las dificultades que tuvo para actuar como el adulto responsable que su familia esperaba que fuera, tema que vuelve a ser tocado en ‘Lost In The Supermarket’, describiendo la condición precaria en la cual creció, deseando poder comprar lo que quisiera para comer.
Sin embargo, el momento de mayor tensión en todo el disco deviene una vez más en ‘Guns Of Brixton’ gracias a la increíble descripción que Paul Simonon crea desde su primer frase. “When they kick at your front door, how you gonna come?“, se pregunta, introduciéndonos al instante a un mundo plagado de inseguridad, de villanos que no tienen miedo de hacer lo que crean necesario para seguir con su vida repleta violencia. Los sonidos maníacos que entran y salen a lo largo de toda la canción, entre ellos una repetitiva guitarra, golpeteos a maderas, risas y gritos, sumergen más al escucha en esta espiral post-apocalíptica que termina con el protagonista esperando a la muerte bajo el infierno del Sol de Brixton.
El disco no fue el fin de la historia del rock, pero supuso el golpe de aire fresco que la música necesitaba, imprimiendo una segunda vida al género con la lluvia de experimentos que presentaron en este disco conceptual que rompió con todo paradigma de la época. Es fácil saber por qué después de este disco a The Clash se le empezó a reconocer dentro de su país como “la única banda que importa”, London Calling (1979) no fue el fin del rock, fue un nuevo nacimiento.