Más allá de nuestras filias o fobias políticas, para todos los mexicanos es claro que estamos ante un momento inédito en la historia de nuestro país, marcado por muchos aspectos que nos hacen saber que algo completamente nuevo se está gestando y que, independientemente de los resultados futuros, estamos siendo testigos de una dinámica del poder que nunca antes habíamos presenciado.
Ningún mandatario mexicano había llegado a la “silla del águila” con tan alto nivel de aceptación en votos; ni habíamos visto a un presidente electo que, meses antes de tomar posesión oficialmente, comenzara a asumir decisiones de gran calado que movieran tan fuertemente el entorno político, social y económico.
Conceptos como la democracia participativa y las consultas públicas nos habían sido completamente ajenos hasta ahora y todo indica que son prácticas que llegaron para quedarse.
Hace un año ni siquiera hubieramos imaginado que un día el puebo podría por ejemplo, tener acceso a los Pinos, esa residencia inefable en la que habitaron todos los presidentes, desde la década de los años treinta y en cuyos salones y pasillos de tomaron las decisiones más importantes para el país, ese inmueble casi mítico que hoy se ha convertido en un complejo cultural de puertas abiertas.
Este sábado 1 de diciembre hemos visto el fin de un régimen y el inicio de otro que, a través de Andrés Manuel López Obrador, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, ha expresado en dos largos discursos la esencia de su proyecto y las acciones a tomar en diversos ámbitos.
Hacía mucho que no veíamos una transmisión tan larga y con tantos símbolos republicanos, realizada en cadena nacional por radio, televisión e internet, honrando al recién ungido en lo que siempre se ha conocido como “el día del presidente”.
Sin embargo, más allá de las palabras y las promesas, lo que llamó la atención de los millones de mexicanos que seguimos esta toma de posesión por distintos medios, fue ese instante ritual y poderoso que se dio con la entrega del Bastón de Mando por parte de los 68 pueblos originarios y los afromexicanos de nuestra patria que, en un acto pleno de solemnidad, sellaron con este objeto un compromiso indeleble entre el gobernante y el pueblo, TODO el pueblo, representado en este caso por las comunidades ancestrales que hasta nuestros días son una materia viva de nuestra identidad como nación.
Si bien no son unas pocas voces o personas las que puedan esgrimir ser los únicos representantes de los pueblos originarios, los convocados al Zócalo sin duda son embajadores de sus comunidades, en un sentido simbólico más que político.
Al mismo tiempo, está documentado que expresidentes como López Mateos, Luis Echeverría, López Portillo y hasta Salinas de Gortari recibieron en su momento también bastones de mando, pero nunca inmediatamente después de su envestidura constitucional ni con tal carga de respeto y reconocimiento por parte del sector más vulnerable de la población: las comunidades indigenas.
El Bastón de Mando tiene su origen en las primeras civilizaciones y es el símbolo más importante de la confianza y el compromiso entre un gobernante y la sociedad que lo ha elegido para dirigirlos. Desde hace siglos y hasta nuestros días, los bastones de mando son utilizados en diversos países por autoridades tradicionales para reconocer a mandatarios, civiles o militares; los colores de los cordones del bastón denotan el nivel de autoridad de quien lo porta y en muchas ocasiones la pieza está labrada con motivos y símbolos de poder y protección.
AMLO es el primer presidente mexicano en recibir el Bastón de Mando directamente de las manos de los representantes de los 68 pueblos originarios que han habitado esta tierra, desde antes de la conquista española y del mestizaje subsecuente.
No es el primero que recibe, pues en su travesía de 18 años por el país, diversas autoridaes locales le han entregado bastones de mando, pero que solo representan un poder y reconocimiento en un entorno local.
El Bastón de Mando entregado al flamante presidente por parte de Carmelina Santiago Alonso y Longino Hernández, dos líderes sociales de ascendencia indígena, la tarde de este sábado pasado en el Zócalo, muestra una representación de la cabeza de la Serpiente Emplumada, la figura más importante del panteón mesoamericano, con iconografías que van desde el legendario Quetzalcoátlen las culturas teotihuacana, tolteca, olmeca y mexica, Gucumatz en la mitología quiché o Kukulkánen la cosmogonía maya.
El bastón dado a Andrés Manuel, representa el centro del universo y le fue entregado luego de ser consagrado en los restos del Templo Mayor para, junto con el ritual de limpieza y purificación efectado en él y en su esposa (elemento simbólico de la dualidad), quedar protegidos contra todo lo malo y encaminados a todo lo bueno y para que los señores del universo le den a nuestro nuevo gobernante claridad y sabudiría en sus decisiones, por los próximos seis años, en beneficio de todo el país.
Los 68 pueblos originales representados en la plancha del Zócalo este primero de diciembre, para ser parte de esta importante ceremonia, abarcan desde los Cucapá en Mexicali, los Tarahumaras de Chihuahua, los Mixtecos de Guerrero, pasando por los Purépechas de Michoacán, hasta los Mayas habitantes de toda la península de Yucatán.
Lo más importante es lo que el bastón de Mando representa en un sentido profundo: la obligación del gobernante de MANDAR, pero siempre OBEDECIENDO EL MANDATO DEL PUEBLO.
Si AMLO honra ese compromiso, estamos frente a un momento más que histórico y relevante en un país acotumbrado a que los presidentes ejerzan el poder obedeciendo, más bien, a muchos otros intereses: económicos, políticos, cupulares y de partido, antes que a las necesidades y exigencias de la sociedad mexicana.
Si “México”, por su traducción del náhutl se debe interpretar como el Ombligo de la Luna, metztli(Luna), xictli (ombligo) y co(lugar), hemos presenciado la consolidación de un pacto inviolable entre el gobernante y el pueblo que va más allás de promesas de campaña o demagogia del discurso, se vuelve un compromiso de co-responsabilidad firmado ante el universo, en el centro de la Tierra.
Si un ciclista en su camino al Congreso para tomar posesión, lo alcanzó para decirle, “tú no tienes derecho fallarnos”, como platicó AMLO durante su discurso, los 68 pueblos originarios y afromexicanos fueron a exigirle “México no tiene derecho a seguirnos manteniendo en el olvido y la pobreza, nosotros hemos hecho a México también y desde siempre… merecemos vivir mejor”.
Y firmaron su contrato con Andrés Manuel con el Bastón de Mando que enarbola la Serpiente Emplumada esa que espremos nos ayude a derrotar todos los obstáculos.