Este 22 de noviembre del 2018 se cumplieron 33 años de la muerte de María Sabina Magdalena García, mujer mazateca, nacida en la comunidad de Huautla de Jiménez, en Oaxaca, hacia 1894.
91 años después de su nacimiento, sin nunca haberla abandonado la pobreza y hasta después de su fallecimiento, María Sabina se convirtió en un ícono de la cultura pop, no solo en México sino en el mundo entero: el legendario grupo Santa Sabina, la canción “María Sabina” del Tri de México, la voz de la chamán mexicana sampleada en el track “Tres Marías” de Deep Forest, las menciones a ella en el disco Rarezas de los Héroes del Silencio, las miles de playeras con su fotografía… todas estas cosas nos hablan de María y de su poder inefable, incluso más allá de su desaparición física y de su propia historia de vida.
Personalidades de la música, el cine, las letras y el periodismo acudieron a María Sabina para celebrar ceremonias bajo su guía, entre ellos Aldous Huxley, Albert Hofmann (padre del LSD), Timothy Leary, Walt Disney, John Lennon, Bob Dylan y los Rolling Stones.
María Sabina nunca imaginó lo que iba a suceder cuando conoció al banquero estadounidense Robert Gordon Wasson en 1955. Hasta entonces, ella había sido una niña indigena con una vida normal. Su padre, Crisanto Feliciano quien era campesino, murió cuando la pequeña María tenía tres años por lo que esta creció, junto con María Ana su hermana menor, al cuidado de su madre y sus tíos, sin recibir educación formal y dedicada al hogar y a la milpa.
Dada en matrimonio por primera vez a los 14 años, viuda en dos ocasiones, golpeada por su exmarido, María resistió a los embates de la realidad gracias a su carácter fuerte y a la protección anímica que le daban los que ella llamaba “niños santos”, hongos psilocibios, conocidos como teonanácatl,que por primera vez ingirió a los 5 años de edad y que le habían acompañado toda su vida, enseñándole los secretos de sanación, que eventualmente la harían famosa.
Para los años 40, María Sabina ya era conocida en toda Oaxaca y particularmente en Huautla por sus “veladas” o rituales de curación en los que, ayudada por su hermana Ana, consumía los hongos pajaritos en pares, junto con el paciente y donde en apariciones, según sus propios relatos, se le presentaban Santa Barbara, la Virgen de Guadalupe y Benito Juárez, entidades que la guiaban para encontrar y aniquilar la enfermedad que afectaba al solicitante de los servicios de la chamán.
Predicciones como la muerte violenta de un exalcalde de la población y visiones proféticas, inducidas por sus propios cantos milenarios, hicieron que toda la gente comenzara a hablar de esta chamán poderosa, que habitaba en la sierra.
Para 1955, Wasson, un norteamericano aficionado a la micología (parte de la botánica que estudia los hongos), llega a Oaxaca junto con su esposa, Valentina Pavlovna, interesado en conocer los rituales y la naturaleza de los niños santos; pronto, el destino lo lleva a la choza de María Sabina quien, con una inicial desconfianza y luego de varias negociaciones, acepta finalmente invitarlos a una velada en la que les revela los más íntimos secretos de los hongos visionarios.
Sin avisarle, Robert Gordon Wasson graba los cantos mágicos de María y sus poemas de invocación durante varios días y luego transcribe lo que entiende al español y al inglés.
Agregando a ello su propia descripción de lo experimentado con la chamana, Wasson publica en 1957 un extenso artículo en la revista Life, donde cuenta las veladas con María Sabina en detalle. Incluso se distribuyen las grabaciones de las veladas en un disco concepto: “Mushroom Ceremony of the Mazatech Indians of Mexico”, editado por la Smithsonian Folkways Recordings en ese mismo año.
Una década después, en 1968, Wasson lanza el libro El hongo maravilloso: Teonanácatl Micolatría en Mesoamérica, documento que marca definitivamente la vida de esta mujer única, pues es a partir de esta publicación que en todo el mundo se conoce de ella y, en plena ebullición de la cultura hippie y la “revolución psicodélica”, genera una figura casi mítica que atrae a miles de visitantes a Huautla, provocando una auténtica invasión de curiosos que llegan al pueblo y se instalan en él o en su periferia, buscando conocer a María Sabina y probar los “hongos mágicos”.
Eventualmente esta enorme cantidad de gente que comenzaba a trasladarse en nutridos grupos a Oaxaca, llama la atención del ejercito mexicano, que acordona la zona, tratando de controlar a los cientos de jóvenes “jipitecas” que ya acampaban en los alrededores de Huautla trastornando, con su sola presencia, la vida cotidiana de esta otrora tranquila comunidad mazateca, enclavada en la montaña.
Esto le vale a María Sabina el reclamo constante y el desprecio de su gente, que se siente traicionada por la chamán, luego de que esta compartiera con el mundo los secretos tan celosamente guardados y protegidos durante generaciones por los mazatecos.
Diversas entrevistas realizadas a María Sabina, desde la década de los setenta y hasta sus últimos días, dan cuenta de su desasosiego y su molestia contra Gordon Wasson, al nunca haberle pedido permiso, ya no digamos para grabarla, sino para obtener ganancias de lo conocimientos que ella, de buena fé, le compartió.
También en dichas conversaciones se percibe su incomprensión de cómo su vida fue tan profundamente afectada por toda esta gente que ella no conocía, ni invitó, pero que llegaban todos los días a sus casa, buscando solo una nueva sustancia para alterar los sentidos, antes que el conocimiento ancestral, poderoso y curativo encerrado en lapsilocibey en los niños santos, para bendición del hombre.
María Sabina murío el 22 de noviembre de 1985, enferma, sola y en una profunda pobreza, pues nunca utilizó ningún sistema de cobro por sus servicios de curandera y consejera, ya que únicamente aceptaba lo que los pacientes quisieran darle. Además, desdeñada por su propia comunidad, María se dejó devorar por la tristeza, hasta que su cuerpo físico quedó consumido por las llamas del tiempo.
De la figura y la imagen de María Sabina mucha gente ha hecho negocios y riqueza, sin profundizar en su simbolismo chamánico y su personalidad maravillosamente maternal y protectora, en su energía curativa y su valor histórico; la hemos convertido tan solo en una figura decorativa, de catálogo, que representa lo hippie, lo atascado, y el viaje.
Lamentablemente, 33 años después de su muerte, son pocos los que hoy encenderían una vela por María Sabina: la mujer, la indigena, la oaxaqueña, la chamán, la madre de poderosos ritules que mejoraron la vida de decenas de personas a lo largo de muchos lustros.
Son más los que visten una playera con una gran imagen de ella fumando, sintiéndose muy mexicanos y orgullosos de portar este maltratado y manoseado símbolo de la cultura popular.
Descansa en paz María Sabina y perdón por todos nuestros excesos.