“¿Está permitido hablar durante el camino?“, le pregunta Jack en una voz en off a Verge, quien le responde, “pocos logran pasar todo el camino sin murmurar una sola palabra“. Esas son las lineas con las cuales Lars Von Trier nos da la bienvenida a The House That Jack Built (2018), su nuevo viaje a través de la mente de un asesino serial que ha despertado una gran polémica por su naturaleza violenta y sórdido sentido del humor.
Bajo un ritmo cardiaco, el personaje protagonista, encarnado por un exquisito Matt Dillon, revela los detalles de cinco de sus asesinatos. Una lista de historias elegidas completamente al azar que cuentan con trama y personajes propios, cuatro feminicidios y un experimento nazi que terminó en desastre. Todas ellas con pequeños interludios narrados a modo de videoensayo en los cuales el protagonista discute los motivos de sus asesinatos con su acompañante.
Son estos videoensayos en donde radica la profundidad de la película, consiguiendo dar una exploración acertada respecto a la mente psicopática, estudiada por el director a lo largo de ocho años y que incluso ha sido aplaudida por PETA, en un comunicado que defiende la decisión de Von Trier de mostrar al protagonista mutilando a un pequeño pato durante su infancia.
Los diálogos del protagonista fueron escritos de forma brillante, mostrando todo el carisma de Dillon en sus interacciones previas a los asesinatos y otorgándole una intenso sentido de intelectualidad en los videoensayos, mismos que son todo un logro desde el nivel narrativo hasta el nivel técnico, intercalando imágenes de la cultura-pop y animaciones hermosas con un trabajo de sonido intimidante.
El tono de la película es una sorpresa tras llamar la atención de todo el mundo en el Festival de Cannes, en una inauguración que sólo aguantó la mitad de sus asistentes, con cientas de personas saliendo asqueadas por su colección de imágenes mórbidas y escalofriantes. Aunque en realidad, la película se presenta más como una comedia que como un drama o un thriller. Es cierto que hay imágenes asquerosas en pantalla y Von Trier tuvo la capacidad de crear escenas tensas con una gran maestría, pero no son tan espeluznantes como se indica, el tono no lo permite, pues en su punto más profundo, la historia es una sátira, una burla de la sociedad contemporánea que encuentra sus raíces en una de las obras literarias más importantes de la historia.
En cierto punto del recorrido, el laudado poeta de la Divina Comedia le pregunta a Dillon las razones por las cuales asesinó, a lo que él contesta con una explicación profunda sobre lo qué es el arte. Una visión que nace desde el desastre del último par de siglos que puede resumirse en un “el fin justifica los medios“. Verge le contesta de una forma clásica, “nauseabundo, yo considero que no existe arte sin amor y tú no puedes sentirlo“.
Es en este punto en el cual la película se vuelve una cadena llena de ironía y de situaciones surrealistas. Con el asesino relatando sus historias protagonizadas por mujeres increíblemente estúpidas y naíve, agentes de policía que son tan incompetentes que Jack incluso llega a declarar en su cara que él es el asesino conocido como “Señor Sofisticación” y una serie de eventos que sólo tienen sentido dentro de la cabeza de un ser tan megalómano e insensible como nuestro protagonista.
La cámara del precursor del movimiento Dogma 95 hace todo lo posible para que veamos lo retorcido que es el personaje cuando este no se encuentra manejando a su antojo la historia, rompiendo el eje en sus conversaciones sin previo aviso, repitiendo movimientos y desfazando el audio de la imagen de forma repetitiva, mientras se enfrenta a sus primeras víctimas. Detalles muy sencillos que dan justo en el punto, convierten al asesino en un ser más íntimo y remarca varias de sus características más representativas, como un irónico Trastorno Obsesivo Compulsivo que termina por entregarnos un par de intensas carcajadas.
En su suma, tenemos como resultado a una película única que puede leerse como una sórdida auto-exploración por todas las ideas controvertidas que ha expresado el danés a lo largo de su carrera. Hay diálogos que sirven como protesta en contra del presente feminismo, seguramente dirigido a las acusaciones que hizo Björk en contra del director, otros que muestran una vez más el respeto que Trier tiene a los grandes dictadores de la historia y otros tantos que sólo hacen burla de la naturaleza egocentrista de la humanidad.
Sea como fuera, el protagonista se roba nuestra simpatía al final de la película, mostrándose frágil ante la incontable cantidad de pesadillas que cometió a lo largo del metraje, entrando en uno de los últimos círculos del infierno, a la casa que construyó. Su obra. Su arte.