El paso por las salas de cine de Coldplay: A Head Full Of Dreams (2018) fue rápida, pero dramática. Los boletos para su único día de proyección se vendieron enseguida, como si se tratara de uno de sus conciertos, los seguidores de la agrupación acabaron con ellos y disfrutaron de su historia como si fuera uno de sus shows, cantando entre lágrimas.
Este documental que se estrena el viernes a través de Amazon Prime no es para cualquiera, no es una historia que relate algo realmente interesante, hay pocos puntos de conflicto y en el medio pocas anécdotas que hablen de un valor humano más allá de lo implícito dentro de la vida de la agrupación. Tal como se vio en las distintas citas que se vieron a lo largo de la ciudad, este es un documental para los seguidores del mundo que rodea a la banda, aquellos que ya cargan con los sentimientos de las canciones en sus oídos y que pueden relacionarse a la perfección con las tímidas, aunque alegres figuras que iluminan con su música a los estadios de todo el mundo.
A dos años de haber dirigido el aclamado documental Oasis: Supersonic (2016), Mat Whitecross decidió contactar a sus amigos de la universidad para saber si las 60 horas de material que había recolectado sobre ellos a lo largo del último par de décadas ya podía ser transformado en una película documental. Chris Martin, a quien conoció durante su estadía en la University College London, lo dudó por varios meses, hasta que le mandó un pequeño demo del cómo sería y decidió que era hora. La gira A Head Full Of Dreams ha sido la más exitosa en su carrera, es la culminación de 20 años de trabajo incesante y el fin de una era para la agrupación, sea lo que sea que aquello signifique, con algunos pensando en un muy cercano rompimiento.
La película inicia con una llamada improvisada entre el director del filme y el vocalista de la agrupación más exitosa que nos ha dado el milenio. “Por favor no inicies el documental con una toma de la banda entrando al escenario, eso ya se ha hecho antes“, dice Martin en una voz en off poco antes de salir al escenario. Un momento irónico, lleno del color que distingue a la agrupación que también deja entrever aquello en lo que más se enfoca: cómo es que una banda de niños tímidos de la universidad londinense se transformó en esta agrupación que mueve a millones con su música.
Contrario a su película sobre Oasis, la historia de A Head Full Of Dreams fluye con una peculiaridad inspiradora. En lugar de los múltiples focos llenos de polémica y de conflictos de las agrupaciones de rock tradicionales, el enfoque de Coldplay es uno de intimidad, la intimidad de una agrupación de chicos inocentes que siempre supieron lo que quisieron y lograron hacerlo realidad haciendo lo que debían, tocar, conocer a la gente indicada y contagiar a todos con una actitud abierta a la vida.
“Guarda bien este video, en cuatro años seremos masivos, seremos una de las bandas más grandes que el mundo haya visto“, señala un joven Chris Martin en una corta filmación de principios de 1998, con el cabello más desastroso que se haya visto dentro de su campus universitario y con una sonrisa que denota una ilusión inocente. Corte a cuatro años y tres días más tarde: Coldplay iniciando la gira de A Rush Of Blood To The Head (2002) en el escenario principal del Festival Glastonbury, como headliners del evento musical más grande del mundo.
Son estos pequeños momentos los que le dan vida al documental y el director sabe ocuparlos de una forma brillante. Hay una secuencia en la que vemos la primera interpretación de ‘Yellow’ en vivo, con Chris diciéndole a su público dentro de un pequeño bar estudiantil que será mejor que se la aprendan, porque será un hit mundial. Inicia la presentación y corta muy suavemente a través de los años, a sus conciertos abriendo festivales por Europa a sus primeros shows propios, sus giras por Norteamérica, Latinoamérica, Asía, sus giras de teatros, sus giras en estadios y termina con la interpretación de la misma canción en Buenos Aires a inicios de este año, el término de la tercer gira que más dinero ha generado en la historia.
Pese a que el documental trata de generar tensión en algunos momentos de la historia de la banda, estos no son lo suficientemente fuertes como para que el público no se lleve la idea de que esta banda en realidad nunca ha sido conflictiva. Hay un segmento en el cual despidieron al baterista Will Champion que dura un par de minutos que se resuelve de forma automática, la banda se sintió rara sin él y Chris le pidió que regresara, amarrándose a una silla para humillarse un poco. Todo en buena onda. Otro pequeño segmento dice que el vocalista estaba deprimido tras su separación con la actriz Gwyneth Paltrow, con declaraciones de sus compañeros diciendo que se sintieron muy protectores con él en aquel momento.
Al finalizar se hace un rápido repaso a la evolución sonora de la agrupación, de la intimidad de Parachutes (2000) a los cantos colectivos de Viva La Vida (2008). De trabajar en un pequeño cuarto de Londres a hacerlo en un estudio propio gigantesco junto a Brian Eno. Al finalizar, siempre han sido las mismas personas y de eso se trata Coldplay, de invitar a toda la gente posible a ser parte de su mundo, un mundo lleno de sueños coloridos.