Por: Ángel Armenta López
El sociólogo inglés Simon Frith apunta en Hacia Una Estética de la Música Popular que las canciones de amor son tan importantes porque la gente necesita darle forma y voz a las emociones, que de otra manera no podrían expresarse sin resultar incómodas o incoherentes. Las canciones de amor son un modo de dar intensidad emocional al tipo de cosas íntimas que nos decimos entre nosotros en términos que son de por sí muy poco expresivos. En otras palabras, usamos las canciones para explicar y comunicar nuestras emociones o sentimientos, o como lo diría el personaje de High Fidelity – “usamos el arte de otros para decir cosas”-.
Después de la muerte de la esposa del periodista Rob Sheffield lo único que le queda es esas cintas que su amada le grabó. Rob, envuelto en nostalgia reproduce esas cintas donde pareciera que su esposa Renée le hablara a los oídos. Vives en las cintas que me grabaste es el libro en el cual el periodista recurre a la música como refugio ante la pérdida, entregarse a ese bálsamo sonoro para sentirse un porquito cerca de ella, incluso cuando se encuentra en otro plano.
A su esposa la conoció en un bar mientras sonaba de fondo Radio City de Big Star, él, a lo lejos notó que ella era la única chica en todo ese bar que vibraba con la canción, de ahí supo que ella era, y no había más que explicar. “Fue como ver la primera estrella en la noche” señaló. Evidentemente ese disco compone parte de su refugio. La música puede unir a la gente pero también la separa, en el caso de Sheffield la unió de por vida a su esposa, quien murió una tarde de sábado mientras él cocinada y ella bordaba, un ataque fulmínate los separo por siempre a sus 34 años.
En el libro figuran canciones de Bob Dylan (como si pudiera faltar), Martha and the Vandellas, Frank Sinatra, R.E.M, Pavement (la banda favorita de su esposa, Renée), Morrisey, Billy Holiday, entre otros.
Queda claro que dentro de sus páginas se confirma aquello que intenta explicar Frith: Usamos las canciones para explicarnos el mundo y explicarnos a nosotros mismo a ese mundo. Y es que pensar en la música desde ese lado nostálgico que nos encumbra de sinsentido, es el mismo que pudo experimentar Johnny Cash, Nick Cave, Trent Reznor o Édith Piaf. Y es que cantarle al amor y a la muerte es tan de nuestra condición, ese pulso de vida y muerte, del eros y el tanatos, que no por ello, se pueda decir que es fácil desprenderse, como lo dice Rob, -“No es humano desprenderse del amor, ni siquiera cuando éste está muerto”-.
El valor de la música va más allá del gusto si partimos de esa trascendencia de la experiencia estética, misma que podemos experimentar frente a un cuadro de Beacon con The Residents de fondo, o al ver a Camille Corot con una canción de Belle and Sebastian, al final no importa que tan lejos corramos, siempre caeremos por la música ante una situación. -“Puedes esconderte, pero al final siempre hay una canción que termina encontrándote”-, dice Rob Sheffield.
El libro está editado por Blackie Books, esperando pronto llegue a nuestro país para poder sumergirnos en las páginas sonoras de una nostalgia ajena, pero donde nada humano nos es ajeno.