El pasado domingo primero de julio se anunció la victoria de Andrés Manuel Lopez Obrador en la elección por Presidente de la República. De esta forma, el candidato de la Coalición Juntos Haremos Historia, conformada por MORENA, PT y Partido Encuentro Social, se convertirá en el primer candidato de izquierda en alcanzar el Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos.
Fueron tres campañas las que el líder de MORENA tuvo que gestar para finalmente salir victorioso, haciéndolo con un margen amplio y con más del 53% de los votos. Su vida se ha distinguido tanto por su polémica como por sus aficiones, y su lucha de 41 años en la actividad política, en la cual ha logrado generar un discurso que ha tocado la sensibilidad del país.
A sus 64 años, este hijo de comerciantes nacido el 13 de noviembre de 1953 en Tepetitlán, un municipio pobre del estado de Tabasco, se ha convertido en un líder de multitudes. Un político que llena plazas con decenas de miles de personas que gritan al unísono, -“Es un honor estar con Obrador“-.
En su discurso victorioso de ayer domingo, AMLO no decepcionó a sus seguidores. Frente a miles de ciudadanos reunidos en el Zócalo, en el centro capitalino, declaró que -“Este es un día histórico y será una noche memorable; una mayoría importante de ciudadanos ha decidido iniciar la cuarta transformación de México. Agradezco a los que votaron por nosotros, por su confianza. Los cambios serán profundos y se harán de acuerdo al orden legal establecido. Habrá libertad de creencias, de expresión y empresarial. No habrá una dictadura encubierta ni abierta”-, con toda la razón de la palabra.
Las elecciones de ayer fueron las más importantes en la historia de México y no sólo por el resultado. Más de 89 millones de mexicanos salieron a hacer valer su voto en la decisión de iniciar con el primer gobierno de izquierda en este país, fueron las votaciones con mayor participación ciudadana en la historia de los Estados Unidos Mexicanos. Un digno ejemplo de que en México la democracia sí existe, y que el poder de decisión recae finalmente en las mayorías.
Como dijo su contendiente, Ricardo Anaya, -“Finalmente el pueblo de México ha decidido votar por un cambio; sin embargo, no el cambio al cual yo represento. Creo en la democracia, por eso digo que los resultados me indican que las encuestas favorecen a Andrés Manuel López Obrador“-, y es que, a lo largo de toda su carrera como político, AMLO se ha encargado de crearse un perfil de hombre del pueblo.
Millones han decidido amarlo por su apoyo a los pobres y necesitados, su arduo trabajo en la promulgación abierta a “la mafia del poder” y por su cosmovisión, en la cual todos merecen ser aceptados e incluso perdonados. Desde que fue Jefe de Gobierno de la CDMX ha buscado desmarcarse de la clase política que ha gobernado al país y se ha presentado como ello, una oposición a la corrupción.
Como prueba ha insistido que su gobierno no se centrará en él y en la clase dominante, por el contrario, él ayudará al pueblo a levantarse en su búsqueda por la equidad. No usará el avión presidencial, planea convertir Los Pinos en un centro cultural, bajará su sueldo como Presidente de la República a la mitad de lo que actualmente es, y el de los demás políticos también. Él llama a este movimiento como “la cuarta transformación de México” y se compara con Benito Juárez, a quien él considera su héroe y así lo ha expresado en diversas ocasiones.
A lo largo de las últimas cuatro décadas ha trabajado en distintos puestos que van desde la Dirección del Instituto Indigenista de Tabasco, hasta Jefe de Gobierno del Distrito Federal, pasando por la dirigencia de partidos como el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Regeneración Nacional (MORENA). Puestos que ha desempeñado con mayor o menor éxito, pero siempre con un modelo propositivo, tal como el proyecto económico que implementará llegando a la presidencia, el cual está fuertemente inspirado en el “desarrollo estabilizador” de 1954, el cual impulsó el desarrollo con ayuda de las rectorías estatales, -“tengo pensado fortalecer el mercado interno, no apostar a la política económica exterior, se crearán empleos con el consumo interno“-, declaró en un modelo que lo coloca muy lejos ideológicamente del neoliberalismo que ha dirigido México desde 1982.
Sin embargo, su carrera también ha contado con varios tropiezos que han hecho que sus retractores no puedan depositar su confianza en él. El más influyente y comentado es sin duda el del año 2006, tras perder la presidencia por 0.62 puntos, decidió paralizar la principal avenida de la Ciudad de México a protesta de fraude y auto-proclamándose como “presidente legítimo de México“. Esta no fue la primera ocasión en la cual organizó este tipo de protestas, en 1991 tras perder las elecciones estatales de Tabasco, el dirigente encabezó una marcha desde Villahermosa hasta la Ciudad de México. Tres años después hizo lo mismo, instalando un plantón en la Plaza de Armas de la capital tabasqueña.
Estas actitudes han creado una imagen negativa de Obrador, de un mal perdedor y un populista totalitarista que raya en comparaciones con figuras como Nicolás Maduro y la familia Castro. Muchos otros rechazan ese comparativo, -“No nos inspiramos en ningún tipo de gobierno, nos inspiramos en los padres de nuestra patria, los que nos dejaron lecciones para luchar por la justicia y la democracia“-, ha declarado en repetidas ocasiones.
Hoy, como virtual ganador de la contienda de 2018, Andrés Manuel y su partido generarán una transformación en México, pese a sus errores y aciertos, su visión socio-política es distinta a la de aquellos partidos de centro, como el PRI y el PAN, que han apostado por el mercado internacional.
Ayer habló por primera vez ante su pueblo con el título que se le otorgará el próximo primero de diciembre y dio un discurso apasionado en el cual promete que su gobierno verá primero por los pobres, que buscará el desarrollo desde el mercado interno y que en su gestión los mexicanos podrán actuar con libertad, todas las minorías serán bienvenidas y se tratarán con respeto.
Su posición promete un cambio muy favorable para esta nación, pero el actuar del pueblo y el reconocimiento de su oposición hacen que esta decisión luzca aun más prometedora.