Por: Gabriel Adame, encargado de la elaboración del diccionario de ciencias políticas y administración pública. Egresado del ColMex.
Un debate debe ser una confrontación de ideas entre los candidatos de las diversas fuerzas políticas que contienden a un cargo de elección popular, para que frente al electorado puedan desvirtuar los puntos de los contrincantes y dar sostén a sus propuestas, y así allegarse las simpatías de los electores y los votos en las urnas.
El debate que presenciamos el día de hoy, por desgracia, se convirtió en lo que este tipo de eventos ha sido por regla general en nuestro país: una sarta de vituperios personales, seguidos de una lista de propuestas vacías, sin contenido y en gran medida imposibles de materializar, que parecen más una serie de ocurrencias, que resultado de estudios de profesionales hacedores de políticas públicas.
Dentro de todos los elementos negativos de formato y participación de los candidatos del primer debate a la presidencia de la República, debemos reconocer que este debate nos dejó algo muy claro a los mexicanos, que las fuerzas políticas que contienden para las elecciones del 1 de julio carecen de ideología o propuestas diferenciadas, claro fuera de las ocurrencias de vender aviones, cortar las manos de los corruptos y demás “chascarrillos” de sus candidatos.
Y cómo no vamos a tener una perdida de ideología y de propuestas entre las fuerzas políticas nacionales, cuando los partidos políticos se han agrupado en tres coaliciones increíbles, que por desgracia parecen más empresarios que buscan eficiencia en la ganancia de “huesos públicos”, que representantes de parte de nuestra sociedad.
La primera coalición inimaginable, es la del Partido Acción Nacional (PAN) y el pseudoizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), unidos al rítmico Movimiento Ciudadano (MC). Que lejos están las palabras de Carlos Castillo Peraza que “lo peor del PRI era el PRD”, al tiempo que pareciera que ha pasado una eternidad de las elecciones del 2006 que han quedado totalmente en el olvido, junto con el cierre de Avenida Reforma y las presiones que llevaron al Presidente Calderón a tener un incomodísimo sexenio “haiga sido como haiga sido”.
La segunda coalición de lo más extraña es la del autollamado partido de izquierda Movimiento de Renovación Nacional (MORENA), aliado con el partido que ocupa el extremo de la derecha en el espectro del sistema de partidos mexicanos Encuentro Social, acompañados por el partido que milagrosamente ha sostenido su registro el Partido del Trabajo.
La tercera coalición “Todos por México” del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y los muy controvertidos Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza, donde es imposible encontrar un punto de referencia para el elector.
Los ciudadanos estamos perdidos, pero ¿cómo no estarlo ante la falta de propuestas y posiciones de las coaliciones de partidos? A lo que hay que sumar que en esta elección el candidato del PRI no es militante del PRI sino un “ciudadano”; el del PAN pacta con el PRD; una independiente se presenta como la más panista y el líder en las encuestas resulta casi el único priista ideológicamente.
Los ciudadanos ya no sabemos qué nos ofrecen los partidos y como nunca se había visto tanto “chapulin”, ya tampoco sabemos quiénes son.
Hoy retumban las palabras del mártir de Lomas Taurinas, -“Nosotros no le tememos a la competencia política. Lo que sí rechazamos es la incompetencia política”.