El pasado sábado 27 de enero el Foro Normandie se covirtió en una extención del Barrio Chino (curiosamente a unas calles del inmueble) para recibir al DJ y productor Superpitcher (Aksel Schaufler) originario de Alemania, y a (Mauricio) Rebolledo, el productor y también DJ originario de Veracruz.
https://www.youtube.com/watch?v=9VmeWLHecA8&feature=youtu.be
Ambos músicos cuentan con reconocimiento a nivel internacional por separado, sus producciones siempre están cargadas de techno, minimal, tintes de nu disco, sin olvidar que su música está hecha, principalmente, para las pistas de baile. Pero en esta ocasión la Ciudad de México los recibió como Pachanga Boys, su proyecto en el cual ambos toman los decks para ambientar fiestas interminables con sonidos adquiridos a través de su larga trayectoria.
Todo ese bagaje música es herencia del sello alemán Kompakt, la influyente disquera fundada por Wolfgang Voigt, en la cual, por cierto, ambos productores han lanzado música y cuyo trabajo, también ha influencia a Dj de la nueva escuela.
Las noches con Pachanga Boys en CDMX son legendarias, cuando WARP celebró su aniversario 10 el el proyecto ofreció un set de seis horas “Cuando estás en el lugar correcto con la gente correcta, siempre puedes poner un disco más…” comentó alguna vez Rebolledo trata donde justificar la larga duración de sus actuaciones, y esta vez no fue diferente.
Ante un sold-out total Superpitcher y Rebolledo cocaron por más de seis horas y 40 minutos, era el primer show de la dupla en el año, factor que resultó determinante en el ánimo del evento, con la energía a tope y la gente dispuesta a recibir la selección de los productores, pero sobre todo a asimilarla y hacerla parte de la gran celebración que se originó.
Con cada hora que transcurría el show escalaba de nivel y track por track la magia de su curaduría hacía más propensas las convulsiones rítmicas en los asistentes; pasadas las 3 am el Foro estaba al máximo de su capacidad, así como el ánimo y el ambiente, donde la idea de tiempo y espacio dejó de existir, para dar paso a un estado de conciencia alterado.
Al final, Pachanga Boys se mantenía en el both y aunque no lo sabían, las primeras luces de la mañana enmarcaban los últimos beats de su set, ante un lúblico entregado, agradecido y enardecido por la gran selección musical de la que su espíritu había sido presa, dejando una huella sonora de esas que perduran en la memoria para siempre.