No olvidemos a Thelonious Monk: 101 años del emblema del jazz

// Por: Brenda Marquezhoyos

dom 5 noviembre, 2017

El pasado 5 de noviembre se cumplieron 101 años del nacimiento de un emblema para el jazz, Thelonious Monk, quien tiene alrededor de 70 piezas del género aunque se le considera uno de los pioneros del bebop. Él resplandece por aquella habilidad con los dedos, la sensibilidad y caos que crea al mismo tiempo es la característica inicial que lo hace pianista y compositor.

Su importancia ha sido desapercibida, aunque no para los conocedores, así lo indicó la nueva promesa del jazz Kamasi Whashinton para la revista The Root: -“Si eres músico de jazz y no te crees influenciado por Thelonious Monk, no eres músico de jazz”, muy tajante, pero sí, hay que tener las bases de tan bella y compleja construcción de la música.

Thelonius Monk en París, 1969.

Si aun no los ha sorprendido, sólo pongan está imagen en su cabeza: Manhattan en el Nueva York de 1924 cuando Monk era un niño y acompañaba a su madre a una iglesia bautista a tocar el piano; un amor de Rachmaninoff y Chopin, y un dominio de lo arcaico, con dos manos golpeteantes al estilo del piano de cola. Esa misma ciudad, más tarde lo haría acreedor a un premio en uno de los certámenes para aficionados celebrados en Apolo, lugar que albergaba el baile. El premio lo hizo emprender un tour por todo el país, como una de las tantas veces que pudo recorrer distintas ciudades con su música.

A pesar de ello, Monk era un hombre hogareño que puede ser impensable sin el apoyo de tres mujeres; su madre Bárbara, su esposa Nellie y la baronesa Pannonica de Koenigswarter, que proporcionaron la estabilidad y el dinero que le permitió trabajar como él quería. Después de recuperar su tarjeta de cabaret tras un malentendido con posesión de drogas, tocó una carrera legendaria en el Five Spot Café en 1957. En 1959, conformó un asombroso conjunto de arreglos para una banda de diez piezas en el ayuntamiento de Nueva York. Pero una vez más, los críticos comenzaron a quejarse de que Monk no estaba haciendo nada nuevo.

Para éste hombre inquieto que seguía escalándose a sí mismo, fue como le llegaron las oportunidades, de pronto estaba en un trío con Keg Purnell y después se había unido al percusionista Kenny Clarke para presentarse en el legendario Milton’s, donde los jams continuos le hicieron perfeccionar su técnica (lugar donde se engendraría el bepop).

En vísperas del final de la segunda guerra mundial, Monk había encontrado mancuerna con Coleman Hawkings, una de varias colaboraciones importantes a lo largo de su carrera. Para 1947 el gran Thelonious Monk, por fin había logrado grabar bajo su nombre y con el sello discográfico Blue Note, con el cual trabajó hasta 1952 y a partir de ese entonces firmó con Prestige hasta 1954, años de los que se desprenden obras como Genius of Modern Music: Volume 1 (1947) y Monk (1952), por mencionar algunas.

El asombro y poco entendimiento con el que la crítica lo veía, hizo del genio un músico que se dedico a desmembrar su mente en el estudio de grabación, parecía alejado de todo el glamour con el que vivían los virtuosos contemporáneos, quienes también lo reconocían, como Miles Davis, otro que había quedado atónito por su talento, y su colaboración aparece en piezas como Bag’s Groove y The Man I Love, hasta que sus personalidades chocaron y se encontró el distanciamiento entre ambos. No el caso de John Coltrane, cuya amistad fue sólida con el pianista de vanguardia, puesto que además de colaboraciones en algunos álbumes también lo hicieron en el escenario.

Para la década de los sesenta Monk esclarecía su fama, aunque los cuestionamientos por su habilidad seguían permeando en la crítica, sin embargo 1963 fue el año en el que la revista Time, lo eligió para encuadrar la portada, pero los tiempos cambian, un cambio generacional se aproximaba, para el año posterior The Beatles venía a romper las listas de popularidad estadounidenses con ‘I Want To Hold Your Hand’, gradualmente esto hizo que el auge del jazz tuviera un declive; una escena más moderada, un asilamiento que los convertiría en nicho y hasta cierto tipo, en música de culto, cuya existencia seguía llamando la atención por su talento desbordante.

Los golpeteos entre las yemas de los dedos y las teclas del piano, de su tan singular técnica, crean la atmosfera perfecta para bailar, las pausas para cambiar de ritmo aumentan los pasos danzantes, tales como en ‘Rhythm a Ning’, ‘Bright Mississippi’ o ‘Five Spot Blues’, cuya peculiaridad danzante se puede apreciar de mayor forma en los cuartetos que formaba Monk.

Hay festivales, charlas, ponencias y escuelas que dedican parte del mes de octubre en su honor, puesto que su cumpleaños se conmemora el 10 de octubre, y éste 2017 cumple su primer centenario, si bien, van 35 años de su muerte, se festeja la vida de su legado, como lo hace el Thelonious Monk Institute of Jazz, que a pesar de los problemas económicos, enfatiza la educación, y su competencia anual se ha convertido en una herramienta confiable para el lanzamiento de estrellas jóvenes.

Su importancia no sólo yace entre los músicos, también entre los fans. Antes del cine de Chazelle, ya había alguien que siempre ha puesto énfasis en el jazz como parte de la construcción narrativa de un filme, el también neoyorkino Woody Allen, quien se caracteriza más por darle una historia al soundtrack, que si gusta o no, él mantiene firme su gusto a la hora de plasmar imagen ambientada. Todo esto para llegar a su película Alice (1990) en la que ‘Darn That Dream’ forma parte de la historia.

La lista puede continuar entre la gente que le rinde tributo, interpreta sus canciones, la que usa sus canciones y los que podemos apropiarnos de la experiencia que producen sus melodías. Ojalá que gracias a eso exista gente nueva que lo descubra día con día, porque nunca hay que olvidarnos de Thelonious Monk.