Por Leonel Hernández
ivankstudio.com / macheteart.com
Fotos: cortesía Iván Krassoievitch
El arte es, como cualquier otra disciplina, un cúmulo de esfuerzos personales y en conjunto, mecanismos de construcción de devotas actividades que la mayor parte del tiempo pretenden trascender de diferentes maneras y habitar el mundo, todas concebidas alrededor de ciertos objetos.
Para el artista mexicano Iván Krassoievitch, dichos objetos son, precisamente, recurrentes en la vida cotidiana, sacados de su contexto intrascendente para intervenirlos en una tesis que en ocasiones puede resultar difícil de avalar. Gracias a nuevos espacios de difusión y tecnologías, cada proyecto de Krassoievitch ha encontrado un lugar más propicio para su factura.
Con un gesto desenfadado, fuera de la percepción del artificio, y con una importante muestra de su trabajo en “Diálogos Platánicos”, en Casa del Lago, este joven artista nacido en los 80 recorre una (ir)realidad subyacente en sus obras, que nos convierte en espectadores, partícipes de la situación, provocados, sacudidos, irrumpidos con el significado original, y dotando a la misma situación de interpretaciones desiguales y personales. Iván, alejado de la visión romántica de la “función del arte”, pretende crear un diálogo discrepante entre nosotros y lo que vemos, escuchamos, percibimos, usamos a diario, casi sin notarlo.
Si tuvieras que definir tu arte, que, al final, es una abstracción personal, ¿qué palabras usarías?
Definitivamente “cotidianidad” sería la palabra que usaría. Esta puede ir acompañada de humor, absurdo, reflexión, tiempo, mancha, entre otras, pero el eje central en lo que hago sería lo cotidiano.
Como artista nacido en los 80, ¿qué tan difícil (o fácil) fue para ti ser reconocido dentro del mundo del arte mexicano?
Es muy difícil, cada día más difícil. Deja tú ser reconocido, que te tomen en serio, que te tomes en serio. Esta es una carrera de aguante y sin embargo este no te asegura nada. Es muy frustrante e inestable en todos los aspectos. Puedo decir que estoy agradecido de que poco a poco se han abierto puertas y con el paso del tiempo (y mucho trabajo) he tenido la oportunidad de mostrar lo que hago fuera de mi estudio. Sin embargo, también creo que las puertas y oportunidades no llegan solas, y somos tantos artistas y tan pocos espacios que es necesario construir por uno mismo, luego abrir esas puertas y derribarlas, no depender de las instituciones para mostrar tu trabajo.
Al ser un arte irreverente y trasgresor, ¿cuáles considerarías que son tus influencias directas?
No creo que mi trabajo sea irreverente y/o trasgresor, al menos no es la intención. Más bien trato de hacer proyectos directos y abiertos a la interpretación individual, que surgen de pequeñas situaciones cotidianas, experiencias propias. Mis influencias van desde artistas como Yves Klein, Hans-Peter Feldmann, David Hammons y Ulises Carrión, hasta el afilador de cuchillos del barrio, los oficinistas a la hora de la comida, lavar los trastes, las caminatas por la Ciudad de México…
¿De dónde surge la idea central de tus obras (la intervención de objetos comunes)? ¿Cómo trabajas en tu proceso creativo?
Creo que esa relación que establecí con los objetos y el eterno intento por comprender cómo están conectados entre ellos y conmigo comenzó cuando estudié diseño industrial. Esa formación me permitió ver desde otra perspectiva al objeto, su función y los materiales que lo componen. Mi proceso varía mucho, así como el resultado. Considero que el trabajo de un artista no tiene horarios ni métodos, por lo menos no en mi caso. Nunca paras de trabajar, eso es lo maravilloso e infernal de esto a lo que me dedico.
¿De dónde surge la idea de tu más reciente trabajo, “Las bananas son un ejemplo. Diálogos Platánicos”?
Fui invitado por Víctor Palacios, curador de Casa del Lago, a hacer algo en los jardines del centro cultural. Me platicó sobre la historia de la escultura de León Felipe que se encuentra en la rotonda principal de dicho espacio, y se me ocurrió que sería bueno poner algo pesado (visual y físicamente) que interrumpiera esa mirada pensativa/inspiradora que tiene la escultura del poeta. Dado que Casa del Lago está en el lago de Chapultepec y hay un movimiento de turistas locales y extranjeros bastante intenso y peculiar, llegamos a la conclusión de que la banana inflable hecha en concreto era una excelente pieza que dialoga con el entorno y a la vez interrumpe. La escultura ha tenido muy buen recibimiento porque puede ser usada, la gente se sube en la banana y esto sucedió desde antes de inaugurar la pieza, la gente llegó sin preguntarse si es arte y si merece ese “respeto”, ese “no tocar”, y la usó inmediatamente. Cada vez que voy y la veo me parece increíble esta situación. También, al estar hecha en concreto y no haberla pintado, puede parecer una ruina o un antiguo artefacto militar, como un misil o un cohete.
Desde tu perspectiva, ¿cómo consideras que se encuentra la escena del arte contemporáneo mexicano, en especial el de artistas multidisciplinarios como tú?
Es una situación frágil y complicada. Por un lado hay una falta de espacios que den lugar a todo lo que está sucediendo, los espacios que hay carecen de un presupuesto aceptable, por así decirlo, o tienen una línea dictada de lo que muestran. Por otro lado (o por las mismas razones), están sucediendo espacios y proyectos independientes que me parecen interesantísimos y que aportan muchos elementos que este país necesita, tal es el caso de Biquini Wax y NIXON o, en el aspecto educativo, SOMA.
¿Cómo ven los artistas de otros países al arte contemporáneo mexicano, según tu propia experiencia?
Hay mucho interés por lo que se está haciendo en este país, porque aún hay este ambiente rebelde y libre al hacer las cosas. Sin embargo, creo que poco a poco el mismo mercado se va comiendo este espíritu y no sé para donde nos lleve ni cuánto tiempo más durará, o en qué se convertirá.
¿El arte salva a las personas?
No lo sé, la salvación es una palabra muy fuerte. Sé que es un elemento indispensable para la vida, eso sí.