Muchos pensarían que poco queda de aquella época al final de los años 70 y principio de los 80 en la que la música electrónica experimental de la banda inglesa Orchestral Manoeuvres In The Dark (OMD) la convertiría en una de las mejores agrupaciones de synthpop, con un gran legado musical y descrita en aquel momento por Albert Malloré como «música mecánica-electrónica-sintetizada por computadora automática.»
Varias décadas después, la mercadotecnia arrancó el verdadero significado de la música experimental, convirtiéndola en algo habitual en el extenso universo musical y con el paso del tiempo la música de OMD se fue quedando en el espectro de la “nostalgia”, al grado de que que su trabajo quedó reducido por el imaginario colectivo a dos de sus grandes éxitos, ‘Enola Gay’ y ‘Electricity’, incluso cuando su discografía siguió creciendo.
Sin embargo, OMD no ha dejado de experimentar, dejándolo claro en su décimo tercer álbum, The Punishment of Luxury, cuyo título y canción principal se inspiró en la pintura del artista del siglo XIX Giovanni Segantini. Es a través de este trabajo que la banda desea abordar el extraño retroceso que vive el mundo actual, con letras acertadas que también apuntan al consumismo.
La producción musical de Andy McCluskey y Paul Humpreys es un trabajo deslumbrante, audaz, en la que dejan su zona de confort y dan cátedra de cómo escribir excelentes canciones, combinando la influencia del sonido alemán de Kraftwerk con poderosas percusiones, líneas de bajo eufóricas de toques industriales, mezcladas con la melancólica y el romanticismo idealizado en sus trabajos más icónicos, llenos de melodías electro pop.
En definitiva, estamos ante un disco más que recomendable que demuestra que la experimentación también es reinventarse, potenciando lo que mejor sabes hacer.