Together Pangea es de esas bandas que conocimos en la adolescencia y que difícilmente abandonan nuestro repertorio musical porque nos traen viejos recuerdos, llenos de energía, amigos y épocas en las que su sonido rebelde y desenfadado era el soundtrack ideal de nuestra aventuras de juventud.
Así, a casi 10 años de su formación, lanzan su tercer álbum de estudio, mismo que se niega a abandonar esos años en que las responsabilidades pesaban poco y la búsqueda de la originalidad se daba en cada paso.
En palabras de William Keegan, vocalista, guitarrista y fundador de la banda, la idea detrás de este material era “en vez de preocuparnos por expectativas, dijimos ‘Al carajo con todo eso. Seamos tan honestos como sea posible’. Claro que es crecimiento, pero también hay cierta conducta infantil en eso”. De alguna manera es la voz de un adulto que se niega a serlo del todo, que quiere preservar el espíritu de aquel joven que un día reunió a Danny Bengston (bajo) y Erik Jimenez (batería) para dar inicio a esta agrupación angelina.
Haciendo un balance general de las trece canciones que conforman Bulls and Rooster notamos que hay tres ejes bajo los que podemos “leer” este material: Primero, Keegan y compañía (ahora tres más, pues recordemos que The Phage (2015), EP que precede a Bulls and Rooster dio la bienvenida a Roland Cosio como nuevo guitarrista) no soltaron sus orígenes del garage punk y surf que tanto gusta a los fans. “Sippy Cup” da inicio al álbum de forma abrupta y engancha para seguir escuchándolo. En la misma línea encontramos a “The Cold”, “Kenmore Ave”, “Gold Moon” y “Bulls and Roosters”, que mantienen el mismo espíritu que el hit “Sick Shit”.
Segundo eje: El interés siguiente de Together Pangea era también “no hacer música tan agresiva”, por lo que temas como “Money on it”, “Peach Mirror” y “Allison” (que da un gran cierre al disco con mucho folk en las guitarras y la voz), nos recuerdan a Badillac (2014) y a la canción que da nombre a este disco, el cual contiene los temas más tranquilos de la banda. A pesar de tener melodías más lentas, ninguna canción baja el ánimo con el que el disco arrancó en la primera canción.
Tercer eje: Tal vez el más interesante y la verdadera novedad en la música de la banda es el uso de ritmos clásicos de los setenta y ochenta. A pesar de que la banda siempre ha sido relacionada por la crítica musical con el garage y el punk, géneros nacidos en los sesenta y setenta respectivamente, nunca habían sonado directamente a viejo, su esencia tenía una frescura inherente al nuevo siglo. Ahora en Bulls and Roosters es evidente la influencia de agrupaciones como The Jam, Ramones, The Damned, incluso las melodías en canciones como “Better Find Out” recuerdan a “Ever Fallen in Love” de The Buzzcock y “Friend of Nothing” a “Dancing with myself” de Billy Idol.
En Bulls and Roosters es notoria intención de “refrescar” su estilo. Sí es agradable escucharlos en sonidos fuera de su zona de confort, aunque es curioso que la manera que encontraron de hacerlo fuera con clásicos ochenteros y no como muchas agrupaciones en la actualidad que lo hacen a través del trap, el hip hop o el reggae.
Co-producido por Together Pangea y Andrew Schubert, grabado en cinta de dos pulgadas en los estudios Golden Beat y editado por Nettwerk, Bulls and Rooster no es un álbum que defrauda, pues se agradece que no hayan hecho una réplica de sus temas anteriores, y hasta podríamos decir que hacen un homenaje a los estilos sonoros rebeldes en la historia musical del último siglo.