Documenta 14: entre el mito histórico y la realidad política

// Por: Staff

mié 5 julio, 2017

//Por Aura García de la Cruz (Mtra. en Historia del Arte) / @guadalupbi

Como la primera y mítica Documenta que tuvo lugar en 1955, en la ciudad alemana de Kassel, destruida por la Segunda Guerra Mundial; Documenta 14 ha sido recibida, por primera vez en su historia, por otra ciudad devastada. El otro punto de diálogo de esta exposición trascendental para el arte contemporáneo es una región en crisis: Atenas, en Grecia; afectada en sus instituciones y en su economía por el sistema político y económico actual.

La relación entre las dos Documenta salta a la vista, este coqueteo con la historia invita a una nueva discusión en torno a la misión de esta exposición que desde el 8 de abril y hasta el 16 de julio se presentará en Atenas, mientras que del 10 de junio y hasta el 17 de septiembre ocupará Kassel. 100 días en cada sede, en total: 163 días, porque durante un poco más de un mes, entre junio y julio, habrá actividades en ambos puntos.

La elección de Atenas parece reafirmar los objetivos con los que nace esta exposición que ha revolucionado la historia del discurso curatorial del siglo XX. Entre otros puntos, Documenta surge con la intención de reconstruir Kassel material y simbólicamente hablando, quería contribuir a impulsar la economía de una región que se mantenía de la industria pesada destinada a la guerra y que deseaba enfrentarse a los fundamentalismos de su pasado reciente: el nacismo que calificó a las vanguardias artísticas de degeneradas, la tarea era difícil y aunque se planeó desde el inicio se concretó hasta Documenta 5 (1972), más de 30 años después del fin de la guerra, según el análisis del crítico e historiador del arte Walter Grasskamp, uno de los primeros estudiosos de la muestra.

La importante derrama económica que actualmente representa Documenta ahora beneficiará a Atenas, o eso se espera: que la inversión llegue a un país con instituciones públicas dedicadas al arte olvidadas por el Estado y en problemas económicos, además de que atraiga nuevas inversiones. Inserta en un mercado neoliberal, ¿Documenta quiere cuestionar los errores del sistema o sanar sus heridas para continuar su marcha desde el corazón del mercado actual?

En cuanto al simbolismo de la muestra, la elección de Atenas recuerda que no es la primera vez que la cuna de la cultura occidental es retomada como fuente de inspiración para el discurso artístico, el Renacimiento y el Neoclásico son ejemplos de esta actitud.

La primera Documenta nace con la intención de revalidar un arte condenado por el nazismo; con este cambio de localidad, con este remover sus raíces, parece que la emisión 14 busca revalidar el arte actual de alguna amenaza, si bien es cierto que con cada emisión se actualizan los agentes que forman parte de este fenómeno social, en esta muestra en especial se reflexiona sobre la experiencia estética del arte contemporáneo, como si este hubiera sido vapuleado últimamente por la política o por el mercado, por sectores conservadores de la sociedad o por cualquier otro agente que interviene en esta práctica: los propios artistas, galeristas, curadores, los museos o las mismas bienales. Como lo sugiere el director de Documenta, Adam Szymczyk, ¿es momento de empezar de nuevo?, ¿actualmente es necesario revalidar el arte contemporáneo?, ¿quién y desde que perspectiva lo ha cuestionado?

Algunas de las obras y exponentes de Kassel, Alemania.

Otro punto de comparación entre el presente y el pasado surge al recordar las innovaciones en torno a la forma de exhibir las obras que se ensayaron en la primera Documenta y que trascendieron en la Historia del Arte. Esta exposición periódica, celebrada cada 5 años desde 1982, se ha convertido en el espacio por excelencia que marca la pauta de la relación entre el público y el arte. Arnold Bode, el director y curador de Documenta desde sus inicios y hasta 1968 quería un espacio de diálogo y de “comprensión visual” propiciada por el ambiente, para eso planeó una nueva disposición de los cuadros, aprovechó el uso de las ruinas (el Museo Fridericianum), generó visiones accidentadas, cambios abruptos, usó muros blancos, puso en práctica la idea del cubo blanco como espacio de contemplación, paneles de separación móviles y usó la luz natural; cambios que dejaron huella en el discurso curatorial actual que ahora trata de insertarse en cualquier espacio, en el privado y en el público, y desde ahí incitar a la reflexión.

En 1955, alrededor de 148 artistas colaboraron en la empresa alemana, entre los que destacan: Alexander Calder, Jean Arp, Kandinsky, Max Ernst, Henry Moore, Otto Dix, Joan Miró, Piere Mondrain, Picasso, Marc Chagall. Documenta 14 es una enorme composición de obras producidas por 160 artistas, entre los que se cuentan los mexicanos Guillermo Galindo y Antonio Vega Macotela; Vija Celmins nacida en Rusia, el pintor estadounidense Stanley Whitney, el nigeriano Olu Oguibe, María Magdalena Campos-Pons de origen cubana, el artista indio K.G Subramanyan, los argentinos Martha Minujin y David Lamelas; Yannis Jristu, músico griego; entre otros. Este 2017, el director de Documenta propuso abrir el abanico de artistas a los no consagrados, a los poco conocidos.

Algunos reporteros han dicho que recorrer ambas sedes de la presente edición es un reto, por lo laberíntico y caótico de su disposición, quizá en eso la muestra refleja el estado del arte contemporáneo internacional lleno de propuestas, miradas y voces que se manifiestan en distintos medios: performance, fotografía, arte sonoro, cortometrajes, filmes, música, danza, teatro, instalación; y a través de distintos temas: la migración, el Holocausto, los campos de refugiados, la difícil relación entre Alemania y Grecia, el recrudecimiento de los nacionalismos, la desigualdad que genera el sistema económico actual, el colonialismo, el feminismo, la herencia helénica, entre muchos más.

Algunas de las obras y exponentes de Atenas, Grecia.

El crítico de arte Jason Farago escribió en abril pasado para el New York Times que, en general, “mucho de la retórica de Documenta 14 invoca a una humanidad común”, refiriéndose a lo expuesto en Atenas. Han pasado ya más de 60 años de distancia, desde la Documenta número 1 y la idea de un arte universal sigue siendo, en términos generales, un principio rector. En el lobby que recibía a los visitantes de 1955, Bode había dispuesto una serie de imágenes del arte bizantino, africano, románico, etrusco y precolombino; una mezcla de expresiones internacionales era la antesala a la exhibición del arte europeo moderno de la primera mitad del siglo, aunque sustentada en teorías distintas a las del mundo actual, la intención era crear un panorama general del arte.  

En algunas ocasiones Documenta trato de ser una exposición incluyente, no siempre lo fue, se debe recordar que la sexagenaria exposición atravesó por las tensiones de la Guerra Fría (1945-1989) y en ocasiones tuvo una marcada postura política al respecto que se reflejó en la selección de los artistas, por el sesgo que esto representó se le criticó de adoptar la postura de juez y por proyectar sólo un modelo de exhibición para el variopinto y caleidoscópico mundo; según Walter Grasskamp, con la décima edición de Documenta (1997) se hicieron cambios profundos para evitar estos vicios.

Cada una con sus peculiaridades, ambas emisiones, la uno y la 14, comparten un carácter político que las define; la mayoría de las reseñas de la última edición lo señalan, es el clima que se ha percibido en las inauguraciones, en los discursos y en el contenido de lo expuesto. Aunque el arte nunca se ha separado por completo de ese ámbito, este año Documenta se involucra de forma directa en las relaciones de poder, ojalá esto genere un cuestionamiento profundo.