//Por: Rubén Turok
Un gobierno es solamente tan fuerte como su legitimidad. Su poder es ejercido a través de la legitimidad que le da representar la voluntad del pueblo que gobierna. Por un lado, siendo un reflejo de la gente que votó por ellos, pero también respetando la opinión y tomando en cuenta de aquellos que no votaron por ellos.
Pero. ¿qué sucede cuando el que gobierna es elegido por una tercera parte de la gente y le toca gobernar sobre dos terceras partes que no lo querían en el poder? Peor aún, ¿qué sucede cuando esa persona que ganó con una tercera parte de los votos busca imponer un régimen severamente ajeno a la mayoría que no voto por él o por ella?
Desde la victoria otorgada a Carlos Salinas de Gortari con el supuesto 50.70% de los votos, ningún candidato presidencial ha logrado una mayoría de las preferencias. De hecho, es claro como cada vez el gobernante llega al poder con menores preferencias. Ernesto Zedillo ganó con el 48.69%, Vicente Fox con el 42.52%, Felipe Calderón con el 35.89% y Enrique Peña Nieto con el 38.21% de los votos. Este tipo de resultados son altamente comunes en un sistema multipartidista, lo que no es común es la renuencia en México a la segunda vuelta. Inclusive los sistemas parlamentarios obligan a formar mayorías para poder gobernar, pero no en nuestro país.
Este 2017 con las elecciones estatales quedó más claro que nunca la necesidad de tener segunda vuelta, con márgenes de victoria en las gubernaturas que no superaron en ningún caso la mayoría y en donde dos instancias la diferencia en el margen de victoria fue menor al 3%. No solo esto crea una crisis de legitimidad, pero indudablemente desmotiva la participación de muchos que al saber que su candidato no tiene posibilidades ganar, deciden no ejercer su voto. Pero si el problema es tan obvio, ¿por qué no se ha aprobado la segunda vuelta?
Sencillamente como casi todo en este país, predominan los intereses. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) reconoce que su único camino a la victoria en los comicios del 2018 es a través de un voto dividido, ya que los analistas reconocen su fuerte capital político, este no superará el 33% y difícilmente bajará del 30%. Por lo tanto en un panorama muy dividido, el evitar alianzas y sobretodo segundas vueltas, lo colocan como favorito para llegar a los Pinos. Por otro lado se encuentra el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que aunque su opinión pudo haber cambiado ante lo que se esperaba una gris jornada electoral para ellos el pasado 4 de junio, acabo arrojando resultados prometedores. Lo suficientemente prometedores para que al igual que AMLO, vean en el voto dividido y voto útil en contra del candidato de MORENA, su mejor posibilidad para retener el poder.
Lo cierto es que la segunda vuelta desde hace tiempo es fundamental para el progreso político y democrático de nuestro país. Desafortunadamente a pesar del necesario y oportuno apoyo que tiene este tema por parte del Partido de la Revolución Democrática y el Partido Acción Nacional, sin el apoyo de uno de los otros partidos importantes esto no se logrará. Por las razones que ya he señalado, lo más seguro es que tendremos que seguir esperando para que se apruebe la segunda vuelta en nuestro país, aceptando gobiernos con poca legitimidad que nuestros políticos sin lugar a duda antepondrán sus intereses a los del país. Posiblemente estaremos abriéndole la puerta de los Pinos a un presidente que gobernará con menos de la tercera parte de las preferencias.