La poesía en los sueños de Sóley #BandsYouNeedToKnow

// Por: Oscar Adame

mié 17 mayo, 2017

 
En esta sección nos sumergimos a la mente detrás de nuestros proyectos emergentes favoritos. Sean nacionales o internacionales, los músicos nos cuentan sus razones para hacer arte.

Lugar de Origen: Hafnarfjörður, Iceland
Año de Fundación: 2006
Miembros: Sóley Stefánsdóttir

“Estaba dentro de una fiesta de cumpleaños en la cual tomé unas pastillas, no sé por qué si era una bebé, y éstas me hicieron volar. Todos mis amigos también las tomaron y volamos en el parque. Estaba bastante feliz, divirtiéndome con ellos, pero el Capitán Garfio empezó a perseguirnos y tomé, por accidente, una pastilla que me hacía no poder seguir volando. Mis amigos siguieron haciéndolo, alejándose, y yo estaba aterrada pues el Capitán estaba por alcanzarme y todos mis amigos ya se habían ido sin importarles lo que les gritara”.

Aquella es la primera pesadilla que Sóley Stefánsdóttir tuvo de niña, aproximadamente a los 4 años de edad. Según lo que me dice, es el sueño más importante que ha tenido en su vida y, por lo mismo, aun no ha sabido cómo traducirlo dentro de una canción.

‘Todas mis canciones provienen de sueños. Tengo una fascinación por las historias o poemas que se forman dentro de los mismos; son surreales y extrañas. Creo que no quiero escribir sobre asuntos comunes, me gusta pensar en cómo como un artista puedo escribir acerca de cosas que no tienen ningún sentido… como lo sueños”. 

Es lo que me declara la pianista islandesa vía Skype sin darse cuenta de que absolutamente todas las líricas tienen un sentido mucho más profundo del que ella cree.

Desde el lanzamiento de su álbum debut, el precioso We Sink del 2011, Sóley ha mostrado una sensibilidad pocas veces vista dentro de los dos elementos que conforman a su propuesta y que la hacen única por naturaleza:

Su música influida por los compositores a los cuales estudió como pianista de conservatorio, lease un Erik Satie o un Camille Saint-Saëns, forma un chamber pop rico en texturas y armonías; inteligente en el uso de todos sus elementos y brillantemente bien escrito. La misma resulta misteriosa y violenta; pero siempre carga con la fragilidad de la voz de Sóley, seguida por dulces melodías en piano y armonías creadas con campanas, tablas de baile y cuerdas. Suena a canciones de cuna, cuando más relajado es el tempo, y en el caso contrario suena como si se tratara de la melodía de aquella caja musical que cargaba consigo todo el tiempo tu vieja abuela.

Sus líricas, que son pequeños relatos igual de aterradores que la instrumentación, son agradables. En su mayoría basados en sueños de la misma Sóley o en textos de poetas escandinavos como Margaret Atwood, Adward Gorey y Davíð Stefánsson. La carga simbólica, como es una impresión directa del subconsciente de Stafánsdóttir, es digna de analizarse al estár repleta de arquetípos junkianos y de figuras freudianas.

Narraciones respecto a cómo agarra un montón de hermosos pájaros, los coloca en su bolsillo y empieza a aplastarlos con una roca; sobre cómo está aterrada de sí misma por tener una cara hermosa; respecto a terribles payasos a los cuales hay que asesinar; sobre llorarle a la luna que ya no sale y acerca de cómo despedirse de los soles que se vienen abajo, para ya nunca regresar.

Ella empezó a trabajar en su último disco, el tercero en su carrera llamado Endless Summer, gracias a un mensaje que le llegó a través de un sueño en el 2016.

“Un día sólo desperté, estaba de espaldas y no recordaba lo que había soñado pero directamente escribí en mi libreta lo siguiente: “write about hope and spring”. Lo encontré un par de días después, sin recordarlo, y entonces me di cuenta de que necesitaba hacer un nuevo disco”.

Un nuevo disco que terminó siendo mucho más alegre que su anterior placa basada en demonios y pesadillas Ask The Deep (2015). En su lugar Sóley se dedicó a escribir respecto a la esperanza y el verano, como le dijo su sueño, pero también respecto a su hija Úa, a quien pude escuchar al llegar a casa, tras terminar de jugar con sus vecinos.

“Lo siento, es sólo que acabo de comprarle una bicicleta a mi hija y entra y sale a cada rato de casa”, se disculpa Sóley sin necesidad de hacerlo.

 

Pero aunque los temas retratados y la música sean mucho más alegres y orquestales que en sus anteriores dos trabajos, las líricas de Sóley siguen sin ser del todo felices. La canción que abre su nuevo álbum tiene el nombre de su hija pero a palabras de la cantautora, no es una canción feliz.

“La canción llegó debido a que siempre estoy de tour, por lo que siempre la abandono, de cierta manera. Lo que es interesante es ver cómo es que ella ha crecido con todas las canciones del disco y se las sabe de memoria; escuché los diferentes demos todo el tiempo y me la he pasado practicándolas durante todo este año. Su favorita es ‘Grow’, ella ama esa canción. Es hermoso ver cómo es que se sabe el disco de memoria”, me dice desde su estudio.

Sóley escribe desde un garaje, el garaje de su nueva casa en Islandia que es amarillo y azul en dónde sólo tiene un gran piano y una ventana, desde donde ve su jardín; un lugar hermoso que cambia por completo según la estación del año en donde está. Ella dice que se siente cálida dentro y que le sirve de mucho que no haya Internet, pues así sólo se dedica a hacer música.

“Creo que me gustan mucho los sueños debido a que cuando sueñas crees que todo es real, sin importar que sean cosas muy extrañas o surreales. Amo que cuando sueñas, todo lo que pasa, lo sientes como algo real y no te preguntas qué tan extraño es lo que está pasando. Me gustaría que la vida fuera más así, sin tanto pensar, sólo sentir y estar”.