Recientemente, encontré un artículo que me llamó la atención de sobremanera; y más que sorprenderme, me decepcionó. La diputada Claudia Sánchez Juárez, del Grupo Parlamentario del PAN, presentó al Pleno de la Comisión Permanente una iniciativa para reformar la Ley General de Salud, en materia de tatuajes. ¿Y qué quiere decir esto?
Sánchez Juárez modificaría la fracción XXV del artículo 3 de la legislación mencionada, para que se apliquen sanciones administrativas y económicas a quienes introduzcan, adhieran o adjunten tatuajes promocionales a los productos de consumo humano. Agregó que las sanciones económicas y administrativas, también se aplicarían a quienes se encarguen de distribuir y vender productos que contengan adhesivos para la piel (así es, las estampitas de las papas también).
En palabras de la legisladora:
“Los jóvenes son presa fácil del consumo de productos que los incitan a colocarse, aunque sea de forma provisional, imágenes en diferentes partes del cuerpo, lo que distorsiona su conducta respecto al cuidado, respeto y aprecio por su aspecto físico.”
https://youtu.be/VUNzz0SZ7Tg
Por ahora, la iniciativa fue llevada a la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados para su análisis. Sin embargo, el simple hecho de considerar algo así es, en mi opinión preocupante. Y tal vez no importe lo que una psicóloga y amante de los tatuajes tenga que decir, pero creo que hablo por muchos cuando digo que esto es dar un paso atrás.
Aclaro, no vengo a decirle a nadie qué pensar o cómo hacer su trabajo. Es un texto que pretendo compartir como amante de la tinta, y dar mi perspectiva con base en nuestra sociedad actual.
Ciertamente, gran parte de esta problemática se debe al concepto erróneo que tiene la sociedad de lo que significa tener un tatuaje. A mi parecer, ver un tatuaje como la “distorsión” de la conducta y aprecio al aspecto físico es sólo un pretexto para discriminar a alguien por su imagen. El simple hecho de hacerse un tatuaje implica tener cuidados sumamente especiales con la piel; respetarla y tenerla bajo mucha atención es una parte esencial.
Independiente de que tenga un significado o no, aquél que decide tatuarse lo hace porque quiere (sobrio o no), nunca en la intención de hacerse daño, o faltarle al respeto a su cuerpo. Duele, pero es por un bien mayor. Por una insignia que identifica al individuo, un diseño que le dará satisfacción más tarde.
Si bien comprendo la idea de lo que implica manipular a la juventud con mercadotecnia, dicha iniciativa está señalando a una comunidad, y no a los responsables por influenciar a los consumidores; las marcas. La gente se seguirá tatuando, así lo vea en un anuncio, en una película, o en otra persona. Querer suprimir los anuncios o promociones que “inciten” a tatuarse es otra forma de decir que eso está mal, y bueno; ¡de malo no tiene nada! Es una decisión personal, que debe respetarse como a quien decide pintarse el pelo de color, o cambiar de sexo. Si existen personas que quieren tatuarse, como las que no, ¿por qué no tolerar las diferencias, en lugar de exhibirlas como algo negativo?