From The Mag: México fuera de México

// Por: Staff

vie 5 mayo, 2017

//Por: Enrique Ortega

¿CÓMO IMAGINAS A UN ALEMÁN? ¿LOS ARGENTINOS SON REALMENTE TAN PESADOS Y ALTANEROS? ¿ACASO LOS GALLEGOS SON TONTOS COMO EN LOS CHISTES? AHORA PREGÚNTATE ¿CÓMO SE VE A LOS MEXICANOS EN OTROS PAÍSES?

Hace unas semanas, el comunicador Leonardo Curzio lanzó su libro titulado Orgullo y Prejuicios en el que se pregunta —y con toda razón— cuál es la imagen pública de los mexicanos en el mundo.

Como consultor en imagen me ha tocado ayudar, en más de una década, a empresarios, celebridades, políticos y público en general a encaminar los estímulos que mandan todos los días y que generan una percepción en los demás. Lo que jamás me ha tocado es que un gobierno me pida asesoría, seguramente sería todo un reto. ¿Por dónde empezar a mejorar lo que las personas piensan de México?

Esta preocupación es legítima, considerando que llevamos mucho tiempo escuchando al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, despotricar frases en las que asegura que los mexicanos somos violadores, rateros, aprovechados y un largo etcétera. Por supuesto, de este lado del territorio nos ofende pero del otro resultó ser un mensaje tan poderoso que la gente puso en el poder a un personaje que cualquiera catalogaría de loco. Las enormes dudas son: ¿así nos ven en Estados Unidos?, ¿esa imagen justifica la construcción de un muro?, ¿por qué han salido tan pocas naciones a dar la cara por nosotros?

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Hablar bien de nuestro país no es un tema nuevo, recordemos la campaña Lo hecho en México está bien hecho que puso de moda el gobierno de Luis Echeverría en los años 70 o más recientemente la frase «se vale hablar bien de México» que Felipe Calderón mencionó durante su gestión, acompañada de una estrategia de turismo, por poner algunos ejemplos.

México es un país profundamente complejo y lleno de contrastes, producto de su historia y su posición geográfica al estar entre Estados Unidos y cada territorio del centro y sudamérica. Pensemos en el empresario que vive en Polanco y que apoyó la remodelación de Masaryk para hacerlo lo más parecido posible a la Quinta Avenida de Nueva York. Del otro lado está una mujer que habita en la sierra de Oaxaca y que probablemente hable bien el mixteco pero muy poco el español; dicho en otras palabras, México es visto mundialmente bajo tres conceptos clave:

Exótico: ¿En qué otro lugar se podría celebrar el Día de Muertos con una fiesta? ¿En qué otra parte del planeta se podrían saborear las manitas de cerdo como un manjar gourmet? ¿Cuántas culturas pueden decir en sus libros que sus antepasados sacrificaban personas para rendir tributo a sus dioses?

Violento: ¿Cuántas veces hemos escuchado a un extranjero decir «yo no pensaba viajar a México porque vi en las noticias que estaban en guerra»? Nuestro país tiene la fama de que la ley es una simple sugerencia, y de confirmarlo se han encargado los medios de comunicación y el cine de Hollywood, donde al mexicano lo ponen como narcotraficante o corrupto, nunca como el héroe.

Ignorante: Este punto va en un sentido amplio. Por un lado se nos ve como personas tremendamente pretenciosas. Vivir al lado de Estados Unidos nos ha llevado a imitarlos, con café de Starbucks, comprando —y tuneando— Muscle Cars, escuchando a un Ricky Martin que canta en inglés y quejándonos en Facebook, a través de un iPhone, de lo mal que nos ha tratado el capitalismo, menospreciando, al mismo tiempo, las maravillas de nuestros ecosistemas, nuestros climas, la comida y el humor mexicano (esto último con base en una serie de preguntas que tuve oportunidad de hacer a varios extranjeros).

La imagen pública de México no va a cambiar con una campaña publicitaria que tenga como frase «Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho.» Para que la percepción realmente cambie debemos involucrarnos todos: sociedad, medios de comunicación y gobierno.

Imagina por un momento que Woody Allen viene a nuestro país a filmar su próxima película, una historia de amor ubicada en Guanajuato, Ciudad de México, Monterrey y, como playa, Troncones (en Guerrero). ¿Te suena conocido? Recuerda cuando la producción de James Bond vino al Zócalo para filmar al agente secreto en un festival de Día de Muertos que nunca celebramos de la manera en que apareció en pantalla… hasta ese momento. ¡Cientos de extranjeros fueron a las agencias de viajes a preguntar cuándo podían visitar ese carnaval que vieron en el cine!

¿Realmente las únicas historias de México que son atractivas tienen que ver con narcos? ¿No ha habido hazañas heroicas modernas que se puedan plasmar en pantalla? Baste un interesante caso: en la década de los 50, gracias a que la ciudad de Guadalajara crecía de manera rápida, la avenida Juárez se amplió y todo era perfecto, hasta que se dieron cuenta de que la central de trabajo de Teléfonos de México se interponía en el camino. Reubicar a todo el personal en una nueva sede habría significado dejar incomunicadas a miles de familias, pero el edificio tampoco podía quedarse a la mitad de la nueva calle. Fue entonces cuando un hombre llamado Jorge Matute Remus, inspirado en técnicas de ingeniería egipcia ancestral, pudo mover el edificio completo, ¡con gente adentro, trabajando! Al día de hoy, el edificio sigue operando y tiene un monumento del ingeniero en su fachada. ¿No sería esta una de tantas historias bonitas que se podrían contar a la humanidad? Nosotros, los ciudadanos, debemos comenzar a poner el ejemplo.

Hugo Sánchez decía que nuestra cultura es como una «cubeta de cangrejos», en la que el primero que intenta salir es jalado por los que están abajo. La gente te puede perdonar todo, menos el éxito. ¿Por qué no en lugar de criticar nos alegramos de que Diego Luna sea confirmado como el próximo Tony Montana en el remake de Scarface? ¿Por qué contamos, durante semanas, los minutos que Chicharito Hernández no metió gol en Alemania, en vez de mandarle muestras de apoyo para que recuperara la buena puntería? ¿Por qué exaltamos los XV de Ruby y no hablamos de Yair Piña, el joven mexicano de 20 años que hoy trabaja en la NASA?

Suena trillada la frase «el cambio está en uno mismo» pero en esta ocasión estamos diciendo enteramente la verdad, y si queremos ser percibidos de mejor manera vale la pena actuar desde hoy.