La bella naturaleza artificiosa de Sigur Rós en Auditorio Nacional #WARPGigs

// Por: Staff

mar 4 abril, 2017

Fotos: Karla Reyes para WARP

Artista: Sigur Rós

Lugar: Auditorio Nacional

Fecha: 03 April 2017

//Por: Oscar Adame

Tuvimos que esperar 4 años para ver el regreso triunfal de Sigur Rós tras esa épica presentación que tuvieron en el Corona Capital del 2013. Una presentación en la cual el trío proveniente de Reykjavik tuvo todo a su disposición para dar un show natural y por extraño que parezca, íntimo, dentro del festival.

Aquellos cantos a la alegría, colores opacos y grandiosidad musical, servida por una gran orquesta, que distinguieron a los conciertos de Jónsi, Orri y Georg, fueron apagados por completo dentro de su show del Auditorio Nacional. El nuevo Sigur Rós ya no es de proyectar paisajes islandeses, ni de los hermosos tarareos de canciones como ‘Olsen Olsen’ o de la feliz instrumentación de ‘Hoppípolla’; el nuevo Sigur Rós es uno de naturaleza artificial, sonidos sintéticos, inestabilidad emocional y violencia. Lo presentado el día de ayer fue una delicia audiovisual. 

Llegadas las 8:30 de la noche el 90% de los asientos del recinto ya estaban ocupados y a los pocos minutos comenzó el primer set de la agrupación, distinguido por un uso contenido de su escenario de luces y por haber sido integrado por 7 de las canciones más íntimas y dolorosas de su discografía.

Una de las nuevas canciones fue tocada para abrir el concierto ‘Á’ una canción larga, lenta y muy emocional que recuerda a lo hecho por la agrupación dentro de su disco del 2012 “Valtari”. Fue entonces cuando Sigur Rós empezó a sumergirnos en su bosque de luces de led y proyecciones ambientales.

La aclamadísima ‘Ekki Múkk’, segundo track de “Valtari”, sirvió como continuación al concierto de forma apabullante, perfecta en su ejecución. El fade-in de la voz de Jónsi aquí, rodeado por el distinguido sonido creado por su arco y guitarra, y lo que pareciera ser una fogata a su alrededor, llevó a varios asistentes a las lágrimas. Las luces tampoco se contuvieron y empezaron a crear loops de repeticiones, muy lentas, en un rojo intenso mientras la proyección agarraba un color más vivo cuando Jónsi llegaba a las notas más altas. Orri, en el piano, siempre concentrado, entregó uno de los momentos más hermosos de la noche cerrando la interpretación.

‘E-Bow’ terminó con las proyecciones opacas, de naturaleza muerta, que el concierto había estado dibujando a su alrededor para dar un poco de luz con su dramatismo. La interpretación perfecta de la banda se vio iluminada por cada golpe a los tambores de Orri, cada golpe significó la caída de un rayo que iluminaba consigo mismo a todo el Auditorio Nacional. Jónsi, columpiándose en la euforia que lo caracteriza, castigó al arco de su guitarra tocándolo con fuerza. ‘Dauðalagið’, siguiente track en el concierto y dentro del disco del paréntesis del 2002, fue una experiencia similar.

Uno de los primeros highlights de la noche llegó en cuanto la icónica linea de bajo de Georg empezó a sonar; la introducción de ‘Glósoli’. La belleza del xilófono en compañía por todos esos sampleos de gente marchando, campanas y elementos giratorios sonando en el fondo de la pieza, hicieron de su primera parte un orgasmo auditivo como pocos, pero nada se compara con el repentino brinco de intensidad por el cual la canción es una de las piezas más amadas de la banda. Los gritos, el incremento en el tempo de los tambores y la instrumentación, los golpes asincrónicos de la guitarra de Jónsi y el set de luces entregaron una de las interpretaciones más pasionales del año. 

‘Niður’ una de las dos canciones que Georg nos prometió, en nuestra entrevista, que serían presentadas presentadas por primera vez en su historia dentro de nuestra ciudad hizo su aparición. Una melodía con una estructura pop hermosísima que brilla por su intimidad.

Una de las sorpresas de la noche pues el B-Side ‘Smáskifa’, con una duración de más de 10 minutos, fue la encargada de cerrar esta primera sección que sería la nada comparado a la lluvia de luces, a las auroras artificiosas y al caos que nos esperaría para su segundo set.

El chico de mi lado explicaba el porqué el derramamiento de sus lagrimas, ‘Me encanta estar en este tipo de conciertos, hacen que pueda sentirme profundamente conmovido y a los segundos tan extasiado y emocionado como para pararme a gritar’ 

‘Óveður’ la primera pieza presentada para su próximo álbum, una canción con fuertes influencias industriales, dio pasó a la nueva apertura de puertas con los miembros de la banda escondidos detrás de una de las mantas proyectadas. Sobre ellos se dibujaron dibujos de neblina mientras los beats secos hacían que fueran iluminados por luces que simulaban ser los rayos de una tormenta. Los gritos, tanto los de la pieza como los del público, fueron ensordecedores.

Los integrantes volvieron a tomar su posición original para interpretar a la bella ‘Starálfur’ con los sampleos de los viejos toca discos como un highlight sonoro del concierto.

De ‘Sæglópur’ poco se puede decir. No hubo alma dentro del Auditorio que no fuera arrastrado por la introducción de los tres miembros tocando el xilófono y los sampleos de la canción para llegar a la parte inestable llena de gritos y de excitantes golpes a la batería. El bosque artificial que rodeaba a la agrupación cada vez tenía más vida, las luces se dibujaban a su alrededor al sonido de la música y en los momentos más excitantes el descontrol regía. Más de un lustro de una personal sequía de lágrimas me fue arrebatada con esta interpretación. 

‘Vaka’ dio un paso fuerte con esas primeras dos notas encendiendo la emoción de un público entregado, contemplativo y extasiado cuando una nueva fogata empezaba a ser dibujada alrededor de los tres islandeses. Y ‘Festival’ fue un punto y aparte con esa larga nota contenida, ya icónica en los conciertos de Sigur Rós, de Jónsi en el puente entre las dos secciones de la canción. Uno de los momentos más alegres del concierto en donde una aura color azul fue esparcida a cada rincón del foro.

Otra cosa se puede decir de ‘Kveikur’ cuya fuerte instrumentación industrial dio un golpe de agresividad al aforo. ‘Fjótavik’ por otro lado fue un golpe de esperanza mientras se dibujaba un mar color rojo sobre los intérpretes.

La noche cerró de forma magna con la interpretación de ‘Popplagið’ cuya densidad emocional mantuvo cautivos a todos los presentes mientras Jónsi se proponía a gritar al piso con el micrófono pegado a la frente, a destruir su guitarra y a mostrar la fuerza que su banda tiene en este cierre.

Las luces se apagaron, los árboles artificiosos dibujados con los led se fueron por siempre, al igual que las asombrosas proyecciones. Salimos de un sueño en donde toda emoción fue amplificada para entrar, de nuevo, a nuestra naturaleza original; una en la que no se llora, ni se queda atónito ante las cegadoras luces del alrededor. Pero eso es lo lindo de los conciertos, son un lugar para sentirte conmovido y extasiado a la vez y Sigur Rós es la banda que mejor lo sabe.