//Por: Yoshio J. Ruiz
México es un país muy variado y rico, en el sentido literal y figurado de la palabra. Aunque la mayoría de las veces mas figurado que literal.
El claro ejemplo son los antros “Nice”
Esos lugares que ofrecen diversión ilimitada, fantasía de colores y sabores cada fin de semana, aunque ya están ampliando sus días y horarios de servicio y podemos antrear desde el lunes.
Sitios que empatan y a veces superan a los mejores clubes nocturnos de Nueva York o Hollywood o cualquier destino internacional.
Desde San Pedro Garza García hasta Cancún. De norte a sur, de este a oeste, en nuestro país existe un amplio repertorio de lugares donde divertirte.
Empezando con el “pre-copeo” (odio ese termino, te pones pedo, no pre-pedo) hasta el after hours con todo lo que quepa entre las dos.
Si el antro tiene cadeneros hay un (*)459% de probabilidades de que no te dejen entrar por cualquier excusa, o sea: Eres indio, eres gordo, eres joto, eres feo, eres pobre, eres prieto, eres muy mexicano y un largo y muy vago etcétera que depende del humor del gorila en turno.
Si eres afortunado, y tu tono de piel natural es un poquito más claro que el del cadenero, o, si eres más afortunado y tu tono de piel es “bronceado” por tu “finde” en Punta Mita, pues bingo, entras sin hacer fila. Chavas guapas, con buen cuerpo y que mejor, en grupo: entran y tienen las mejores mesas.
Todo este proceso de entrar a un antro se puede acelerar si:
– Eres “Rubi@”
– Si vistes con la ultima tendencia impuesta por el cantante/artista de moda.
– Si llegas en carrazo
– Si llegas y los paparazzi te acosan
– Si conoces al RP
– Si conoces al dueño (bueno, aquí ni caso tiene quejarse del asunto)
Otra situación que te deja “sin ganas” de ir al antro es que a fuerza tienes que tomar lo que ellos te quieran ofrecer y con un consumo mínimo. Quieres mesa: tienes que comprar una botella, que obviamente no es nada “accesible” y que la inmensa mayoría de las veces son adulteradas. (**)
Y todo esto lo hacemos para poder sentirnos “integrados” a un núcleo social “Nice”, que desafortunadamente es el mismo que nos rechaza por el simple hecho de ser muy mexicanos.
Esto no se reduce a los antros, esto lo puedes ver y vivir en cualquier ámbito: la escuela, el trabajo, los servicios públicos, etcétera. La variedad cultural es inmensa y colorida, eso ya lo sabemos hasta el hartazgo porque nos lo enseñan desde primaria.
Desgraciadamente, a pesar de esa inmensa variedad cultural, también tenemos una inmensa carencia de integración. Lo “indígena” nos gusta solamente cuando está en una vitrina, separado de nuestra vida por un transparente y seguro cristal protector que no deja que nos contaminemos con su, pues, “indigenidad”(+).
Somos mexicanos, raza de bronce, y mil descripciones positivas que solo repetimos porque, una vez más, así nos lo enseñan en la escuela. La cruel realidad es que no queremos ser mexicanos, o por lo menos, no queremos parecerlo.
*Las estadísticas son meramente ilustrativas, pero tristemente reales.
+Para mí, la indigenidad se refiere a identificar qué y quién es indígena y el uso de tal designación.
**la Profeco dice claramente que hay ciertos aspectos que no pueden dejarse pasar por alto:
– No pueden seleccionarte al entrar.
– No pueden condicionarte la mesa al consumo.
– Los precios deben estar a la vista o en la carta.
– El consumo mínimo no es válido.
– No te pueden cobrar el servicio o exigirte propina (es voluntaria).