No sé si sea una leyenda urbana o realmente sucedió, pero alguna vez escuché esta frase que se atribuía a algún insigne político (no dudo que mexicano): “Estábamos al borde del abismo y hoy…hemos dado un paso adelante…”.
Hay quienes se la atribuyen a Pinochet, incluso a Hugo Chávez y hasta hay quienes dicen que es de la autoría de Groucho Marx, lo cierto es que hoy jueves 19 de enero del 2017 esa frase, por ridícula que parezca, resulta más real que nunca.
En México y en el mundo es evidente la crisis de infelicidad y miedo en la que estamos sumergidos, la ansiedad, el estrés, la angustia se vuelven más y más feroces y nos muerden el corazón y el cuerpo día a día y de mil maneras distintas.
El año apenas ha comenzado cuando luego de gasolinazos, saqueos y bloqueos las balas comienzan a ser disparadas en las circunstancias más extrañas.
Blue Parrot en la clausura del BPM, los ataques a la policía de Cancún y los disparos en una secundaria de Nuevo León, además de la violencia acostumbrada en otros estados del país, pudieron en tan solo una semana voltear nuestro mundo de cabeza.
Para cerrar no solo la semana sino marcar un parteaguas en la historia de los Estados Unidos y en buena medida del mundo, la toma de posesión de Donald Trump el viernes 20 de enero transformará la realidad de maneras que ni siquiera sospechamos.
Lo que ocurre con Trump debería convencernos de que no somos gringos ni deberíamos aspirar a serlo, tendría que obligarnos a sacar al mejor mexicano que llevamos en nosotros y mostrar al mundo una capacidad de adaptación admirable.
Lo que ocurrió en Playa del Carmen debería invitarnos a mediar con nuestros propios excesos, no solo los de las drogas o la fiesta, sino sobre todo los de la corrupción y la impunidad que reinan desde siempre en este país.
Lo que sucedió en Cancún debería dejarnos claro que no hay lugar seguro y que el desinterés y las complicidades han permitido a la delincuencia crecer y gobernar como nunca antes lo vimos…y hacer algo al respecto…
Lo que pasó en Nuevo León tendría que hacernos reconocer que las redes sociales tienen un lado estúpido y demencial, donde la gente comparte el video de una masacre entre niños de 15 años y algunos le dan like… y a los que tienen hijos debería de hacerles pensar si perder más tiempo en tonterías y banalidades, futbol y telenovelas, antes de escuchar y poner atención a sus hijos e hijas está dando buen resultado.
La semana pasada hablaba en esta misma columna y medio sobre cómo imaginaba el futuro, hasta el pasado lunes pretendía seguir con ese tema apasionante donde, jugando al Julio Verne, intentaría hacer una proyección de todo aquello que sucederá en unos años tomando como referencia lo que vivimos (y los juguetes que la tecnología nos obsequia) hoy en día.
Sin embargo, hoy me doy cuenta que como nunca antes hay que hablar del presente, que efectivamente es TODO lo que tenemos, el pasado ya sucedió y no hay manera de cambiarlo, el futuro aún no existe y el aquí y el ahora son lo único realmente verdadero como bien lo enseña el budismo.
Y es hoy y desde aquí cuando creo que TODOS, sin importar la edad, la historia o el origen de NADIE, debemos estar atentos al momento histórico que estamos viviendo y la velocidad a la que el planeta está girando.
Hace años me enojaba cuando veía películas como The Doors de Oliver Stone, escuchaba música de los sesenta o leía libros de aquella época como el inefable Steal this book de Abbie Hoffman u On the road del alucinado (y alucinante) Kerouac por no haber nacido antes y ser joven en esa década que consideraba clave, no solo en la historia de la música y la cultura pop, sino de la humanidad.
Me lamentaba por no haber tenido el chance de ser espectador de primera mano y protagonista de una era indiscutiblemente trascendental.
Sin embargo, hoy me felicito por estar viviendo ésta época y haber cruzado la frontera entre los milenios, siendo testigo de todo lo que estamos viviendo.
Pero sin duda la realidad también asusta y preocupa, los que hemos vivido algunos años más como yo sabemos por otra parte que de nada sirve preocuparse… hay que ocuparse.
Ocuparse en ser la mejor versión de nosotros mismos, pero no solo en lo profesional, sino sobre todo en nuestra calidad humana que nos permita tomar en cuenta siempre las necesidades de los demás, aprender las reglas de la convivencia óptima, no hacernos insensibles al dolor o la tragedia humana, entender conceptos que parecen tan complejos (aunque no tendrían que serlo) como SENTIDO COMÚN o CALIDAD DE VIDA y convertirlos en nuestra norma cotidiana.
La piel, como nos enseñan muchas filosofías milenarias no es una frontera que nos separe y nos aísle del mundo exterior, al contrario, es un puente de unión entre el adentro y el afuera y como sucede siempre dentro y fuera de nosotros están las respuestas que definirán nuestro destino.
Finalmente y sin importar nuestras creencias religiosas o filosóficas, la vida nos enseña que el Universo siempre pone frente a nosotros pequeñas señales, muy tenues y a veces ocultas de cosas, personas y situaciones que serán un regalo positivo para nuestra existencia, por lo que hay que tener las antenas bien desplegadas para no perder esos regalos, pues si pasan de largo nunca más volverán.
Martin Gore y Depeche Mode en la letra de Blasphemous Rumours dicen: “I don’t want to start any blasphemous rumours/but i think that god’s got a sick sense of humor/and when i die i expect to find him laughing…” y creo, basado en mi experiencia, que sin duda cuando nos llegue el fin… lo encontraremos riendo a carcajadas.
La política, la economía, la violencia colectiva son cosas que no podemos cambiar, pero sí tenemos el poder para cambiar nuestra realidad, la inmediata, la vital…y con ello nuestro destino (y tal vez el de los demás).
Si ya estábamos a la orilla del abismo y hoy damos un paso adelante confiemos en que ese abismo remate en un hermoso mar pleno y azul donde podamos sumergirnos y dejarnos llevar por la marea… hasta la playa de delicias que deseamos y soñamos.
Estamos en una nueva era, nuevas maneras de pensar, hacer y actuar son necesarias…