Dos mil dieciséis. Vaya año. Para algunas personas quizás estuvo lleno de dicha, logros colectivos y/o superación personal. Sin embargo, poniendo de lado lo bueno que haya sido en un enfoque individualista, claramente el panorama general tuvo un sinnúmero de desgracias políticas y sociales que azotaron al mundo. Pues bien, la intención en este texto no es abordar todos esos amargos hechos, pero sí señalar que la muerte no dio tregua y se llevó una enorme tanda de valiosos y legendarios artistas, actores, directores, políticos y activistas. El rumbo, en este caso, es el recuento de los daños en torno a los grandes músicos que en 2016 concluyeron su ciclo en el plano terrenal.
Algunos de los grandes nombres en la música popular nos dejaron su inigualable trabajo, y puesto que quienes se dedican a esta profesión suelen trascender emociones, tocar las almas de sus escuchas y ayudarlos a salir de tiempos difíciles, es curioso que aunque no conocieras a tal o cual músico puedas sentir una conexión con él y la noticia de su partida se perciba como un gran shock. Irónicamente, al enterarnos de la mala nueva, de cierta manera es reconfortante ver que se hable tanto del personaje en cuestión y que surjan tantos tributos, aunque el vacío en el estómago y algunas lágrimas sean inevitables.
En ocasiones, la nostalgia es ineludible, como si hubieran sido miembros de nuestra familia. Sin saberlo del todo, ellos estuvieron ahí en momentos de oscuridad y gozo, ayudando a pasar ansiedades como si fueran medicamentos de prescripción y siendo la banda sonora de momentos de celebración. Por eso y más decidimos que era necesaria una sección en su honor.
La primer mitad del año, la dama blanca se esmeró en su tarea de llevar consigo a gente admirable. Sin más ni menos, la segunda semana de enero nos recibió con una de las muertes más impactantes de los últimos años en el medio del espectáculo: David Bowie. A sus 69 años de edad, después de perder la batalla contra el cáncer, una de las enfermedades más voraces de la raza humana, nuestro adorado camaleón musical se despidió del mundo de la manera más artística que hemos podido apreciar. Sabiendo que no tenía mucho tiempo, aprovechó hasta el último momento para orquestar un adiós con la genialidad que lo caracterizaba por medio del álbum Blackstar, estrenado el 8 de enero, día de su cumpleaños y dos antes de morir. Este acontecimiento sacudió al mundo y desgraciadamente fue una especie de banderazo para que la muerte comenzara una brutal cacería de talentos.
Desafortunadamente, una semana después azotó más oscuridad al fallecer Dale Griffin, baterista de Mott The Hoople, banda que alcanzó éxito con la ayuda de David Bowie como productor. Cabe mencionar que otro baterista relacionado con Bowie, Dennis Davis, también bajó el telón este año. Acompañó a David desde la grabación de Young Americans (1975) hasta Scary Monsters (And Super Creeps) (1980).
El mismo día que Griffin, se fue Clarence Reid, talentoso cantante de R&B que vestía como el superhéroe Blowfly, reconocido como uno de los raperos más tempranos. Asimismo, la escena y los fans del hip hop tuvieron que resignarse ante la despedida de Phife Dawg (Malik Taylor), cofundador del influyente conjunto A Tribe Called Quest, y John Berry, miembro fundador, guitarrista y pieza clave de Beastie Boys.
Pronto les siguió Glenn Frey, cofundador y guitarrista de The Eagles, quien se encargó de componer el éxito más grande de la banda, ‘Hotel California’. De igual manera, la muerte cobró factura para Jimmy Bain, bajista de Rainbow, Last In Line y Ronnie James Dio, con quien se encontró en el paraíso del heavy metal.
¿Qué decir de la década de los 60 sin la aportación de Jefferson Airplane al movimiento contracultural conocido como sicodelia y su peculiar sonido San Francisco? Paul Kantner, guitarrista y vocalista de dicha agrupación, murió el mismo día que la primera cantante de la banda, Signe Tole Anderson. Dan Hicks, músico contemporáneo de Jefferson Airplane y líder de Dan Hicks and His Hot Licks, vio también su destino final, otra víctima del cáncer.
La cuesta de enero fue desgarradora para la música; Bowie, Griffin, Frey, Reid, Bain, Kantner, Anderson y Hicks. Apenas era el primer mes. Sin habernos recuperado aún llegó la noticia de la partida de otro grande, Maurice White, una de las figuras más prominentes en la escena del funk y soul, quien se encargó de fundar la influyente agrupación Earth, Wind & Fire y de componer la mayor parte de sus canciones. Su colega en el género, Bernie Worrell, ingenioso tecladista de Parliament-Funkadelic, fue derrocado por el cáncer pulmonar algunos meses después.
Denise Matthews, mejor conocida como Vanity, fue una de las protegidas de Prince y su influencia sobre ella fue clara. Falleció en febrero, y lo que nadie imaginó sucedió dos meses después. El cielo necesitaba aún más glamour y el mismo Prince fue el elegido para aplicar la tendencia. Una de las más grandes estrellas de los 80 y pieza clave en el desarrollo de lo que hoy conocemos como R&B, un ser lleno de magia y genialidad que nos dejó a los 57 años por una sobredosis accidental, quedándonos a deber algunos lanzamientos que difícilmente verán la luz. Qué descaro de la muerte el de llevárselo.
Sir George Martin, conocido también como El Quinto Beatle, logró un legado histórico en la música contemporánea y en la formación de lo que hoy conocemos como música pop. Trabajó frente a frente con el cuarteto de Liverpool como único productor durante prácticamente toda su carrera y los apoyó con los arreglos de cuerdas, alientos, piano y la creación de partituras para los músicos de sesión. Afortunadamente llegó a los 90 años de edad y dejó un vasto e incomparable trabajo. Hablando de oldies, otros músicos contemporáneos que partieron fueron Lee Andrews, el genio del doo-wop, y Scotty Moore, guitarrista de la banda original de nada más y nada menos que Elvis Presley. A él se le atribuye la invención de los power chords, técnica fundamental en la ejecución del rock n roll. Por otro lado, llegó la despedida de Frank Sinatra Jr., hijo de Frank y Nancy Sinatra, que revivió el legado de su padre, el más grande de los crooners. Triste también fueron las muertes de Bobby Vee, uno de los primeros músicos juveniles preproducidos en la década de los 60, y Henry McCullough, guitarrista de Wings, banda de Paul McCartney.
El mundo del country se puso de luto también con la pérdida de Merle Haggard, una de las grandes leyendas dentro de este estilo con más de 30 canciones en el número uno y más de 70 en el Top 10 country, así como Guy Clark, gran maestro cuentacuentos en el género.
Cuando pensamos que ya era suficiente, jamás imaginamos la hostilidad que se avecinaba en el resto del año. Dos de las grandes mentes pioneras en la materia de los sintetizadores se despidieron de nosotros: el japonés Isao Tomita y Keith Emerson, parte del trío progresivo Emerson Lake and Palmer. Gracias a estos personajes la música sintetizada tomó forma más contundente y prolífica. Ambos se mantuvieron activos hasta su día final. Alguien que también fue un ávido dependiente de los sintetizadores, aunque en un estilo totalmente distinto, fue Alan Vega, uno de los artistas principales del post punk underground en la escena ochentera de Nueva York.
El mes de agosto se llevó a una de las figuras más excéntricas y andróginas que marcó la estética del movimiento new romantic en la década de los 80, Pete Burns, frontman de Dead Or Alive, banda autora del enorme éxito ‘You Spin Me Round’. Un mes después, Prince Buster, respetado jamaiquino pionero del ska que ayudó a forjar el rumbo del reggae, dio su último aliento.
Aunque la mayoría de la lista radica en edades mayores a los 50 años, la muerte tampoco tuvo piedad de la juventud. La vida de Christina Grimmie, de 22 años, fue arrebatada por un asesino a sangre fría en Orlando, Florida. Lamentablemente su prometedora voz no se pudo explayar más. Por otro lado, la escena independiente mexicana también se vio afectada con la partida de un joven y talentoso bajista, probablemente el mejor de su generación. Cofundador de The Risin’ Sun, Jerry Capone nos cautivó durante 26 años con su virtuosismo y buen humor. Un poco más grande (38 años) pero también joven, murió Matt Roberts, líder de 3 Doors Down, debido a una sobredosis accidental de medicamentos.
En tierra latina nos vestimos de negro con la muerte de un gigantesco ídolo, Juan Gabriel. Sin duda alguna el Divo de Juárez pasó a la historia como uno de los más grandes íconos de la música popular y folklórica de México y uno de los compositores más importantes a nivel global. Su inesperada muerte inundó de llanto a todos los compatriotas, dejando a varios en espera de poder verlo en alguno de los conciertos —con localidades agotadas— que tenía agendados.
Cerca del cierre de año, cuando pensamos que finalmente se había tranquilizado la mala racha, se fue uno de los más grandes poetas en la música, Leonard Cohen. Entregando un lúgubre álbum que se podría resumir como una carta de resignación y advirtiendo que no le quedaba mucho más tiempo con vida, el brillante autor canadiense de voz grave remató la ya larga lista de pérdidas. Me permito mencionar que tanto la defunción de Bowie como la de Cohen, dos figuras que personalmente admiro sobremanera, me mostraron que la muerte puede ser una despedida digna, artística, asimilada con más gracia que temor en un nivel poético.
Unos días después se fue Leon Russell, compositor multiinstrumentalista conocido por ser parte de Wrecking Crew (banda de sesión que tocó en una enorme cantidad de álbumes clásicos) y sin duda uno de los músicos más dinámicos del rock n roll. Después, los amplios pulmones de Sharon Jones dejaron de impulsar su canto, con fecha del 18 de noviembre.
Sin duda alguna este fue un año muy duro para los fanáticos de la música. Sin embargo, a fin de cuentas hay que estar agradecidos con los malos ratos, ya que sin ellos no podríamos apreciar los buenos momentos. El cuerpo es efímero, pero sus acciones son trascendentes.
Dos mil diecisiete, por favor mídete con las personas que nos arrebates.
«Esta es la Tierra. No el eterno hogar de la Humanidad, sino el punto de partida de una infinita aventura.»
– Isaac Asimov.