//Por: Oscar Adame
Suede se presentó el día de ayer en un foro a reventar ofreciendo un concierto largo, íntimo y muy especial para todos aquellos que, aunque estando el Corona Capital y ante la existencia de un mal clima, prefirieron llegar a El Plaza Condesa a tempranas horas para apreciar de cerca a la agrupación que hace casi 30 años dio la patada de inicio al que sería uno de los movimientos musicales más importantes de la historia de su país: el britpop.
La banda de Brett Anderson, actualmente conformada también por Richard Oakes, Neil Codling, Matt Osman y Simon Gilbert, siempre se ha dejado llevar por una fuerza extremadamente erótica, cruda y violenta, cualidades que se explotaron al máximo ayer frente a un público enloquecido y pasional que gritaba como si su vida dependiera de ello cada vez que un, igual de enloquecido, Brett Anderson brincaba, se golpeaba contra el piso, jugaba con su micrófono, se aventaba a sus seguidores, etc.. En un concierto conformado por dos sets completamente distintos entre sí.
El primero fue uno especial: un extraño experimento que sólo habían presentado en ciudades como Barcelona o Londres tuvo lugar dentro de nuestra CDMX. Una pantalla divisora entre el público y la agrupación en donde se proyecta el filme que dirigió Roger Sargent para acompañar al último disco de la banda: Night Toughts.
El álbum, el segundo desde su regreso a inicios de esta década, fue aclamado por su coherencia sonora y lírica. Guitarras juguetonas a la Coming Up, revueltas con las texturas orquestales y obscuras del Dog Man Star que describen los tormentos de la vida adulta. La película por su parte es un experimento audiovisual que reúne distintas técnicas (desde cámara en mano, hasta stop-motion) para representar de forma simbólica las dualidades de la vida de un hombre en relación a su pareja.
La experiencia fue única en su tipo. Las 12 canciones del nuevo álbum funcionan a la maravilla en su intento por internar a la gente dentro del filme. A los lados sólo se podían apreciar un montón de caras atentas a lo que sucedía, como si se tratara de una sala de cine común.
Sin embargo no todo quedaba ahí pues su equipo de producción tuvo la excelente idea de jugar un poco con la iluminación para hacer parte de la película a los movimientos de la banda. Así pues cada que Richard Oakes tocaba un solo de guitarra, él se iluminaba y aparecía como parte de la misma proyección. El recurso se llevaba al máximo cuando durante ‘Like Kids’ y ‘Tightrope’, cuando se iluminaban a todos los miembros en distintos colores, creando un contraste soñado.
El experimento fue un éxito; un set tranquilo que dejó a todos los presentes en un estado introspectivo. Un set que encontró sus máximos puntos durante la presentación de la pegajosa ‘Outsiders’, en donde por primera vez se dejó ver a Brett Anderson, y durante la bellísima ‘Pale Snow’, una emotiva canción construida sobre dos sintetizadores que resonó en El Plaza tan limpia y potentemente que incluso un par de personas llegaron a derramar un par de lágrimas.
El primer set había concluido pero, para fortuna de todos los asistentes, Suede iba a regresar con un segundo set igual de largo pero aun más emocionante.
Se colocaron las épicas cortinas del video de ‘Animal Nitrate’ en el fondo y al frente se dejó caer por completo a la pantalla. Y salió de nuevo el quinteto empezando a calentar motores con el B-Side ‘Killing Of a Flashboy’ y el sencillo de su disco pasado, ‘Bloodsports’, ‘It Starts And End With You’. Dos canciones que fueron recibidas tibiamente.
La fiesta se salió de control en cuanto sonó la legendaria línea de sintetizador de ‘Trash’. Una canción en donde todos gritaron, brincaron y se desgarraron para cantar. Brett se acercaba al público cada vez más, con los ojos fuera de sí, corriendo de lado a lado e invitando al público a gritar el coro.
‘Animal Nitrate’ no ayudó a calmar a un público conformado por adolescentes, señoras en sus cuarenta, post-punkeros, brit-poperos y muchos extranjeros. Las guitarras retumbaron, tal como lo hicieron a principios de los noventa en los oídos de la industria británica, todo a su alrededor.
‘Heroine’ es una de las canciones más amadas, pero también más personales de la banda. Por lo que al escuchar los cinco rasgueos que introducen a la canción el ambiente se volvió aun más caliente. Brett llegó a su punto máximo y ya no pudo contenerse más a sí mismo, por lo que al terminar de brincar y de moverse tan sensualmente como lo hacía en sus veintes, decidió colocarse en una esquina a gritar para sí mismo, mientras golpeaba el piso con sus manos y cabeza, la segunda parte de una canción que habla sobre la heroína como si fuera una amante peligrosa.
Los de Londres colocaron a ‘Pantomine Horse’ como una canción de respiro, sin significar esto que su presentación no haya sido igual de emotiva. Brett se subió a una bocina, aplaudió y brincó de esta al suelo, tirado en el piso, empezó a gritar las líneas de la misma acompañado por toda alma que habitaba en ese momento al foro.
‘The Drowners’ era una de las joyas más esperadas de la noche y no quedó a deber. Al empezar a sonar la batería la gente volvió a enloquecer en júbilo, emoción que se exponenció al caer la línea lírica. Brett corrió por primera vez a un lado del Plaza y sobre el público empezó a cantar su clásico del 92, la primera canción que lanzaron.
El micrófono falló un par de veces por el constante jaloneo del cual no se podía librar, dejando la mitad de la canción prácticamente como un instrumental, lo que hizo que fuera algo aun más especial, pues los cantos no cesaron ni un instante.
El segundo B-Side de la noche, ‘My Insatiable One’, sirvió para calmar todos los ánimos un poco para dar paso a uno de los momentos más íntimos de la noche. -”Ya vamos a tocar una de nuestras últimas canciones, pero esta sólo se podrá escuchar si se saben la letra, ¿la conocen?”-, preguntó Brett Anderson poco antes de que empezara a sonar una versión acústica de ‘Everything Will Flow’, con una respuesta cálida la gente trató a cantar de principio a fin la letra, aunque Brett tuvo que ayudar un poco agregando palabras clave cuando el foro enmudecía.
El primer track de su álbum debut homónimo, ‘So Young’, hizo aparición para romper violentamente con toda esta tranquilidad misma que ‘Beautiful Ones’ terminó por convertir en locura pura, una vez más. El vocal, ya en sus cincuenta, se abalanzó en ambas canciones contra un público que lo recibía con un fanatismo comparable al que viven las estrella para adolescentes.
El concierto terminó, sin embargo los asistentes no pararon de tararear la parte final de ‘Beautiful Ones’ obligando, tras varios minutos, a la banda a salir por una tercera vez. Se les recibió con el mismo canto a lo que Brett tras esperar un par de minutos a que la escena terminara recalcó -“Esto es algo que nunca nos había pasado”-, golpeando su corazón con su mano derecha y mirando al suelo.
Se dijo que no se tenían más canciones preparadas pero que de todas maneras tocarían una más y esa última fue ‘The Wild Ones’; una canción preciosa, tranquila y fría, perfecta para volver a salir a la calle en una noche de invierno.
Al final Suede entregó una espectáculo inolvidable integrado por dos sets bellísimos. El primero especial por ofrecer una experiencia única en su tipo, y el segundo por ser uno de los conciertos más entregados, cálidos, y sí… violentos y eróticos de lo que va del año.