Paz para Colombia: ¿Diálogo o confrontación? #WARPGeopolítica

// Por: Staff

jue 6 octubre, 2016

//Por: Ruben Turok (@Ruben_Tkc)

Varios jefes de estado, entre ellos Enrique Peña Nieto, asistieron el 25 de septiembre a presenciar lo que en ese momento parecía la firma de un acuerdo histórico de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de este país. Este tratado parecía significar el fin de la era de las grandes guerrillas en Latinoamérica, fenómeno que dominó las dinámicas políticas desde mediados del siglo XX. Este representó un acuerdo que la comunidad internacional aplaudió, pero que el destino y la gente de Colombia le deparaban otro destino.

FARC, es un grupo guerrillero que se formó en 1964 fruto de las autodefensas campesinas que denunciaban la desigualdad, las pobres condiciones en las que vivían y la explotación de la cual eran sujetas. Como fueron pasando los años, el grupo se tornó más violento y se fue enajenando de su razón de ser. Se caracterizaron por sus ataques terroristas, secuestros y eventual entrada al negocio del narcotráfico, herramienta que utilizaban supuestamente para financiar su lucha armada.

El costo de vidas y crímenes de esa humanidad a lo largo de las décadas son innumerables (no solo de la FARC, sino también del Estado). Aquel grupo que surgió con un motivo de justicia social, acabó por ser solamente una sombra de ella.

Hundreds of people hold a banner reading "No More FARC. No More Deaths. No More Lies. No More Kidnappings. I Am Colombia", during a worldwide demonstration against the Revolutionary Armed Forces of Colombia (FARC) leftist guerrillas, in Cali, Colombia, on February 4, 2008. Colombia's FARC rebels pledged yesterday, on the eve of the worldwide protests against them, to release three lawmakers who are in poor health after seven years of captivity in the jungle. AFP PHOTO/Carlos Julio MARTINEZ

Ante ojos incrédulos, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, firmó un tratado de paz para posteriormente consultarlo a través de un plebiscito con la sociedad.

La campaña por el NO al acuerdo de paz que fue liderado por el expresidente Álvaro Uribe, el cual pongo en duda si sus razones fueron por convicción o motivaciones meramente políticas, resultó ante la sorpresa de muchos triunfadora en el plebiscito del 2 de octubre. La diferencia se dio por un margen de 0.4%, plebiscito que también se caracterizó por la abstención histórica que hubo.

Muestro completa empatía hacia aquellos que rechazaron este acuerdo tras décadas de sufrimiento a manos de este grupo guerrillero. Este acuerdo tenía como su mayor objeción la amnistía que se le daría a la FARC. Pero habiendo dicho esto, no puedo pensar el grave error del que a veces somos culpables en una democracia, con ese voto emocional que caracteriza frecuentemente al ciudadano.

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Lo entiendo y no pretendo ni comprenderlo ni tampoco juzgarlo. Lo cierto es que analistas políticos e historiadores, desde Pierre Bordieu a Samuel Huntington, concuerdan que el camino a la paz en el cambio político es el diálogo y la inclusión.

A veces el perdonar y ceder no es nada fácil, pero si necesario. Se hizo en España con los franquistas, en Argentina con los peronistas, en Chile con el pinochetismo, Sudáfrica tras la segregación racial, Portugal tras su dictadura militar, incluso en la propia Colombia con el Movimiento 19 de Abril (M19) artífices del asesinato de varios ministros de la suprema corte de este país. Esto no significó un escape absoluto de la justicia, aunque innegablemente muchos salieron librados de ella.

Esto contrasta severamente con la alternativa y si me permiten brevemente, usaré el ejemplo de Isis en Irak, grupo liderado por exiliados políticos del régimen de Sadam Hussein tras su caída, por lo que ante su falta de inclusión y participación política, formaron una guerrilla que actualmente es el principal grupo terrorista del orbe. También surge algo similar entre el estado de Israel y los palestinos.

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Esto no es muy diferente a los constantes cambios políticos en otras partes del orbe, donde la venganza (con la que empatizó pero no apoyo) y no la reconciliación, dejan a países secuestrados por la inestabilidad y la violencia.

¿Cuál es la alternativa que se propone, seguir peleando una guerra imposible de ganar? ¿Castigar a las FARC? Pues que se castigue, pero no a través de la violencia sin sentido, sino mediante el voto y el escrutinio público, no regresándolos a la selva.

Los errores políticos en el proceso de este acuerdo son varios e irrefutables. Al parecer tardará un poco más de lo esperado acabar con la cultura de las grandes guerrillas que ha caracterizado a nuestra región.

Al final del día, tanto la comunidad internacional como los colombianos que votaron, ya sea sí o no, lo que quieren y tendrán que seguir buscando tras este plebiscito, es la paz.

Si quiere hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se convertirá en tu compañero. – Nelson Mandela

Quedo abierto a sus críticas y comentarios vía Twitter.

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