Joseph Cultice es uno de los fotógrafos que auxilió a construir la estética visual de la música de los años 90. Su trabajo para Björk, Tricky, N’SYNC, Chemical Brothers, Garbage y Ozzy Osbourne, entre otros, no sólo lo colocó como uno de los más desafiantes e innovadores de la época, sino que ayudó a que dichos personajes trascendieran al imaginario colectivo. Para apreciar su obra hay que estar al tanto de dos elementos, mismos que hacen de Cultice el fotógrafo legendario que es hoy.
Por un lado tenemos la manera en que entiende la correspondencia del artista con su entorno inmediato y cómo éste influye directamente en los sonidos generados por dicha mente, logrando crear así una relación música/banda/imagen que se manifiesta explícitamente en cada una de sus fotos, lo que hace que todas sean diferentes entre sí, tal como la música de los exponentes con quienes trabaja. Finalmente, del otro extremo encontramos un superpoder que le permite convertir a un talento de las ondas sonoras en una figura dentro del reino de la cultura pop, logrando que, por un instante, olvidemos su trabajo musical e indaguemos en la psique del personaje.
Joseph, es un placer platicar contigo.
¡Muchas gracias!
De acuerdo, me gustaría que nos situaras en ese momento en el que te interesaste en la fotografía, ¿recuerdas cuando pasó?
Fue cuando era joven. Crecí en Phoenix, Arizona, y estaba inmerso en la escena de punk rock local. Tocaba en un grupo, asistía a eventos y al mismo tiempo tomaba muchas fotos de lo que se vivía en ese mundo. Cuando mi banda se separó, decidí que no quería volverme famoso, nunca. Entonces me fui tras bambalinas, donde me sentía más cómodo. Siempre me consideré una persona “artística”, así que la fotografía me pareció parte de un cambio natural y realista. Especialmente porque me encantan los gadgets, el arte y la fotografía como una forma de manifestación; más allá de la pintura o la joyería o cualquier otra oportunidad que pudo haber sido viable en aquél momento. Así fue como comencé.
Hay un momento clave en tu carrera y es junto cuando empezaste a tomar fotos de Nine Inch Nails. Esas imágenes se volvieron tan relevantes que además de dar a conocer tu trabajo ayudaron a que la audiencia identificara a Trent Reznor, por ejemplo. ¿Cuéntanos esa historia?
Con Trent tomé fotografías para “Broken” (1992), el EP anterior a “The Downward Spiral” (1994). Así fue como nos conocimos, cuando todavía era un asistente de fotografía en Nueva York y le gustaron mucho mis fotografías, le tomé unas cinco o seis en una hora y quedó muy satisfecho con el resultado, y conmigo. Compró esas fotografías y me contrató. Él prefería tener control de su imagen; por ejemplo, para la revista Spin, cuando quisieron ponerlo en la portada, no permitió que la revista mandara a su fotógrafo, Trent buscaba a alguien, pagaba la sesión de fotos y se las enviaba a la revista.
Así fue como empecé a trabajar para NIN. Los fotografié en gran parte para formatos editoriales, viajaba mucho, de aquí para allá, pasando por LA, Cleveland, entre otros lugares. Gracias a Trent, pasé de ser asistente a ser un fotógrafo más serio, él lo hizo posible. Incluso me compró mi primer cámara profesional, una Mamiya RZ con dos lentes y demás accesorios, en ese entonces era una cámara de $5,000 USD, aproximadamente. Siempre rentaban cámaras, pero un día el manager les dijo: “¿Por qué no mejor compramos una en lugar de estar rentando?. Será un regalo de nuestra parte. De igual manera pensábamos comprar una”.
Fue un proceso natural, como cuando me ofrecieron ir a Woodstock.
De hecho las fotografías de la icónica presentación de NIN en 1994 en Woodstock son tuyas, ¿cómo fue estar en el festival?
Bueno, renté una camioneta y subí a otros periodistas y personas que asistieron al evento. Fue muy divertido, estuve ahí cinco días. Woodstock fue abrumador en una forma muy extraña. Era inmenso y pasaron cosas rarísimas. Un día, mientras íbamos en el autobús en la mañana, un poste de luz nos cayó encima y más de la mitad de los que iban dentro seguían dormidos. Los cables seguían saltando y tronando mientras estábamos dentro del autobús. Cuando lo vi caer lo único que pensé fue: “¿Qué demonios es eso?”. Pudimos haber terminado electrocutados. Los integrantes de Crosby, Stills & Nash estaban afuera viendo cómo sucedía todo esto, preguntándonos si estábamos bien. Fue muy surreal, no sé a quién se le ocurrió la idea del lodo.
Hablando de experiencias surreales, dirigiste el documental “Dead To The World” (1997), que captura los momentos más bizarros de Marilyn Manson en la gira de “Antichrist Svperstar (1996). ¿Cómo fue ese proceso y cuál era la historia que querías contar en aquél momento?
En ese momento estaba tomando algunas fotografías para el álbum “Antichrist…”, y un día Manson se acercó y me dijo: “¿Quieres hacer un documental sobre nosotros?”. En el momento accedí, nunca había hecho uno. Entonces renté tres de las mejores y más innovadoras cámaras que había en ese momento y nos fuimos con ellos a recorrer diferentes lugares por seis meses, aproximadamente. ¡Fue algo increíble!. Teníamos el dinero, teníamos nuestro deadline y nosotros nos encargamos de mostrar el alocado estilo de vida de la banda, que incluía protestantes fuera de los conciertos, fans hardcore y demás.
Ya teníamos la versión final editada y lista, junto a los acuerdos legales de las personas que grabamos (chicas, cristianos protestantes, etc.), todo. Tristemente, el problema vino cuando los abogados de Interscope Records (La disquera de la banda en esa época) nos dijeron: “Los acuerdos legales están en orden, el problema es que si estas personas salen en la película, los van a demandar. De cualquier forma demandarán a Manson, y él probablemente gastará grandes cantidades de dinero para su defensa. Seguro ganará, pero será un gasto impresionante”. Así que tuvimos que quitar muchísimas personas de la película.
¿Hay alguna situación bizarra que recuerdes más que otras?
Claro, recuerdo una vez que estuvimos varados en algún lugar por Louisiana, porque nuestro transporte estaba descompuesto. En el hotel donde estábamos hospedados trabajaba un joven muy extraño que nos llevaba drogas y prostitutas al cuarto constantemente. Él firmó todos los consentimientos de las prostitutas para que aparecieran en el video. Fue algo verdaderamente particular, pero no pudimos incluir nada de eso en el documental. Creo que al final quedó un poco de material de eso, pero con las voces cambiadas y las caras borrosas, lo que le quitó parte de la esencia que estábamos manejando para el proyecto. Este mismo chico estuvo llevando más personas a nuestro cuarto a lo largo de nuestra estancia. Creo que era del equipo de mantenimiento o algo así.
El proceso de grabación fue muy divertido y laborioso, aunque el deadline era una locura. Así que esa es la historia de “Dead To The World”. Me encantaría que lo vendieran en DVD, yo todavía conservo el material, todo. Pero Interscope no quiere hacerlo. Creo que sí se vendería; podrían lanzar una versión editada. O sea, actualmente dudo que denuncien a Manson, porque en realidad a nadie le importaría. En 1996 resultaba impactante, pero ahora todo es diferente.
Has fotografiado a diversos músicos y en varios casos tus imágenes ayudaron a que se convirtieran en íconos. ¿Qué pasa por tu mente mientras estás en las sesiones fotográficas? ¿Cómo es tu acercamiento a cada artista?
Todos son diferentes. Y creo que algo que ayudó, y perjudicó mi carrera [risas], fue que construí imágenes para estrellas pop, en lugar de poner estrellas pop en mis imágenes. Un ejemplo de esta diferencia es con Anton Corbijn, un gran fotógrafo. Puedes ver una foto y saber que es de Anton, sin importar que conozcas al grupo que fotografió. Tiene un estilo verdaderamente particular, es algo que hace una y otra vez con su trabajo. De esta forma los directores de arte ya saben a qué atenerse con su trabajo. Conmigo es diferente, impredecible. Como cuando trabajé para el álbum “Mechanicals Animals” (1998) de Marilyn Manson, nadie sabía qué esperar. De igual manera con el nuevo disco de Joywave, “How Do You Feel Now?” (2015); nadie imaginó que haría un tipo de fotografía que acabaron llamando “cubista”.
Para cada oportunidad que me llega escucho música del artista, procuro comprender la vibra que maneja y en lo que está involucrado en el momento. En este momento, por ejemplo, estoy trabajando en un proyecto para Korn, con quienes ya he trabajado en sesiones un par de veces (“Korn III: Remember Who You Are”, 2010). Esta es la tercera vez que colaboro con ellos, y esta vez el álbum maneja una temática cínica y oscura. Tengo un catálogo lleno de ideas que me gustaría intentar. Quiero hacer unas tomas en un área desolada con nubes enormes y humo negro alrededor. Básicamente, de eso trata el disco, una temática cínica y oscura. Es Korn, pero más oscuro.
Así es como trabajo, en ocasiones las ideas llegan a mi sin mayor problema, pero también he pasado momentos donde me toma mucho tiempo tener algo en mente. Para este trabajo con Korn, todo llegó muy rápido, espero les guste.
¿Tienes alguna sesión fotográfica preferida?
Es gracioso. Cuando estoy en la sesión me siento parte de todo lo que está pasando. La producción, los pagos, las juntas… Que no siempre son lo más divertido del proceso. Sin embargo, he aprendido a apreciarlo y ser agradecido con esa parte, con el paso del tiempo. Las sesiones como tal son borrosas, poco claras para mí; con tanto que hacer, tanta actividad y trabajo siento que todo es borroso en el momento. No me siento presente.
No hay manera de sentarse e intentar disfrutar lo que está pasando. Tienes personas atrás de ti preguntando 20 cosas diferentes, todo se cae, hay incidentes. Además ahora el dinero juega una parte muy importante. Entre más elaborada sea o más duración requiera, se necesita invertir más. Es como cuando sales de vacaciones, no sueles recordar las partes desagradables del viaje, conservas los buenos recuerdos. Un ejemplo es la sesión que tuve con Dave Navarro para su programa de televisión (“Ink Master”). Hubo tanto trabajo físico involucrado, que al final del día simplemente colapsé, pero cuando veo el resultado final quedé encantado. Se ven increíbles, estoy sorprendido y muy contento de cómo quedaron.
Claro, además tienes cientos de sesiones, debe ser difícil tener una preferida…
Más que la sesión en sí, tengo un par de artistas preferido por lo divertido e involucrados que se mostraron en el proceso. En definitiva Björk y Marilyn Manson; a Björk la fotografié cuatro veces y Manson como 27 [risas]. Con ellos podía hacer lo que quería, fue muy divertido. Además, Björk es tan hermosa y llena de energía, las fotos siempre salían increíbles.
Recientemente trabajaste con Garbage para su nuevo álbum…
Cierto, probablemente Garbage sea de mis favoritos. Son mis preferidos de esta última década sin lugar a duda, son personas muy amables. Realmente aprecian lo que hago, el esfuerzo que hago para cada toma y si no hay dinero suficiente para el proyecto, buscan la manera de conseguirlo. Como una fotografía donde usamos flores que tuvieron un costo de $4,000 USD. Se me ocurrió la idea y todos la aprobaron, pero nunca creí que podríamos gastar tanto en flores, nunca había comprado tantas.
Además Shirley (Manson) es una gran persona, es muy linda y aprecia mucho mi trabajo. En verdad trabajo duro para que las sesiones sean lo más eficiente debido a las fechas límite, a pesar de todo, nunca dejan de ser amables conmigo. Vamos a eventos juntos, mi hijo me acompaña a sus pruebas de audio, a sus ensayos e incluso al estudio de grabación. Butch tiene una hija de la misma edad que el mío, y se llevan muy bien. En definitiva son mis estrellas de pop favoritas, punto. Con ellos he tenido sesiones muy divertidas.
Para terminar ¿para ti cuál es la diferencia entre dedicarte a la fotografía en los noventa y a hacerlo ahora?
Principalmente el hecho de los muchos fotógrafos que hay ahora, en la actualidad es mucho más sencillo dedicarte a esto. Con la ventaja de la era digital en la que vivimos, no es necesario revelar rollos ni conocer todo ese tipo de procesos de una cámara análoga. Siento que es algo bueno, la existencia de lo digital, pero insisto, la diferencia principal sería la cantidad de fotógrafos que hay, en verdad es muy fácil volverse fotógrafo. Creo que no es fácil ser un buen fotógrafo; no digo que la fotografía más simple sea mala, la aprecio por lo que es, pero en aspectos técnicos más profesionales, el reto es mayor. Ese tipo de tomas no las consiguen los fotógrafos digitales.
Ahora también hay muchas maneras de difundir la fotografía. Es como con la música, cuando llegó el reino digital, la música se volvió más accesible y dejó de ser necesario ir a tiendas a comprar discos. Ahora podemos encontrar fotos en internet completamente gratis, ya nadie compra fotos como yo solía hacerlo. Ahora cualquiera puede hacerlo. Creo que esa sería mi única queja al respecto.
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