Por: Ulises Kentros (@UlisesKentros)
El 8 y 9 de julio se realiza la cumbre no. 28 de la OTAN en Varsovia, la capital de Polonia. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO en inglés) es la más grande alianza militar del mundo, en términos de su presupuesto de defensa combinado total, en número de países que involucra (28), en el tamaño de su arsenal nuclear (incluye a tres potencias atómicas: Estados Unidos, Francia y Reino Unido), y en el tamaño de su industria militar.
El encuentro reunió a todos los presidentes o primer ministros de los 28 países, y más invitados de alto nivel. Lo que pudiera parecer una reunión rutinaria de un club de potencias se ha planteado como la ocasión y oportunidad de dar a la organización un nuevo aire y un nuevo propósito. Con la crisis de Ucrania, ISIS/Daesh y el Brexit, pareciera que surgen múltiples oportunidades para que la alianza surja como un actor clave. Por todo esto, se la ha llamado “su Cumbre más importante desde el final de la Guerra Fría.” Esa referencia histórica es relevante, pues Rusia, y la amenaza percibida que representa, tiene un lugar central en la agenda de la cumbre. Este aspecto será el tema de esta semana.
Según los boletines de prensa, la cumbre de Varsovia (en curso al momento de escribir) aborda una agenda que introduce a la alianza en su siguiente etapa de “adaptación” frente al mundo actual. El horizonte inmediato de la OTAN involucra nuevos peligros, como la “guerra híbrida”, pero también amenazas convencionales. La agenda estuvo orientada ante todo por dos contextos señalados como cruciales para la OTAN: el “flanco este” de la alianza (el que colinda con Rusia) y los prospectos del Medio Oriente (y, en cada caso, temas relevantes, como la seguridad informática).
El primero tuvo mayor peso, sin embargo; no hay coincidencia que esta agenda sea tratada en Polonia, uno de los países que perciben una amenaza proveniente de Rusia. Refiriendo al tema del “flanco este”, Georgia, Montenegro, Polonia y los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) ocupan lugares prominentes por varias razones; la suma de ellas, junto con el escenario del mar Negro, resulta en el contexto que demanda la adaptación de la OTAN. Georgia, país del Cáucaso Sur, ha tenido la intención de ser parte de la alianza desde el 2005, y su cumplimiento de los requisitos de la alianza es tratado en cada reunión, incluyendo esta. En 2008, el país estuvo en una breve guerra con Rusia, por lo que, en la agenda de la OTAN, se suma al contexto de un mayor enfrentamiento Este-Oeste. Montenegro, aunque se encuentra relativamente lejos de Rusia, se encuentra dentro de un área contenciosa entre la OTAN y Rusia; las repúblicas de la vieja Yugoslavia han sido un sitio en que los países occidentales, junto con Rusia, han buscando tener o ampliar su influencia. Se ha argumentado que el acceso de Montenegro a la OTAN sería un paso más para que la alianza revierta la influencia rusa en la región. Estas dos regiones, el Cáucaso y las repúblicas de la vieja Yugoslavia, a pesar del fin de la Guerra fría, y a pesar del fin del desorden vivido en ambas durante las décadas de 1990 y 2000, siguen siendo una región preocupante para la gobernación internacional.
Pero la región clave es el litoral del mar Báltico. Al respecto de Polonia y los países bálticos, el riesgo de guerra convencional, que por años fue desestimada por la organización frente misiones de contra-insurgencia en Afganistán, ha vuelto a ser relevante. La crisis en Ucrania, con la anexión de Crimea por Rusia, produjo temor en los países bálticos que ellos enfrentarían una amenaza semejante dada su vecindad con Rusia. La respuesta de la OTAN, ha sido realizar numerosos ejercicios militares en la cuenca del mar Báltico, como desplegar más tropas y equipo en esos países, como en Polonia.
Varias cosas ocupan las mentes de los planificadores militares de esos países, y la reunión de esta semana responde a algunas de sus preocupaciones más urgentes sobre Rusia. Un reporte de la Fundación para la cooperación Germano-Polaca, hecho en preparación para el encuentro de la OTAN, describe varios puntos clave del contexto y los desafíos actuales que enfrenta la alianza, con especial atención al flanco este. Quiero destacar dos: la velocidad de respuesta frente una agresión, y la así-llamada “guerra híbrida”. La velocidad de respuesta de la OTAN frente a una agresión convencional rusa no fue un tema importante por años después de la Guerra Fría. Pero eso cambio pronto. La unidad de más rápido despliegue -la Very High Readiness Joint Task Force- pudiera hacer frente a una amenaza en 5 a 7 días, pero con sólo 5000 soldados; la siguiente unidad tomaría cerca de 30 días en total y aportaría otros cuarenta mil.
Esta semana, Jens Stoltenberg, el actual secretario general de la organización, confirmó que se asignarían cuatro batallones, uno por cada país báltico y uno para Polonia (sumando cerca de 4000 soldados). Una propuesta para acelerar los tiempos de despliegue es crear una zona de libre movimiento en Europa -modelada de la zona Schengen- dedicada a personal diplomático y militar.
El futuro cercano trae consigo el peligro de la escalada militar. A pesar de que el incremento de las fuerzas de la OTAN en el Báltico, siguen siendo relativamente pequeñas -comparadas con el ejército ruso al otro lado de la frontera-, y de dudosa efectividad frente un ataque sorpresa. En un conocido “juego de guerra” (war game) de la RAND Corporation en el que se simuló una invasión rusa a Estonia y Letonia, las fuerzas de la alianza no sólo no la detuvieron, sino que tuvieron un mínimo impacto.
En una entrevista para Foreign Affairs, Stoltenberg indica que proteger la integridad territorial sigue siendo la meta clave de la organización; y la fuerza de detener (deterrence) sigue siendo crucial para la defensa de la alianza. Sin embargo, no todo es tan obscuro. Por un lado, parece poco probable que Moscú tenga semejante intención: lo que puede ganar de esa riesgosa aventura es poco, comparado del aislamiento y peligro de guerra que viviría en adelante. Por otro lado, Stoltenberg reconoce que la OTAN no ve ningún peligro inminente a ninguno de sus miembros, a pesar del temor que algunos de ellos puedan tener. Y, aunque haya habido un rompimiento de varios diálogos importantes entre la organización y Rusia seguido de la crisis de Ucrania, varias instancias de alto nivel mantienen en contacto a líderes de la alianza con líderes de Moscú –factor clave para el entendimiento mutuo de ambos grupos.
La Cumbre en Varsovia pretende abordar varias preguntas sobre el futuro de la organización: ¿cuál futuro tendrá después del Brexit? ¿Cómo cooperará con la Unión Europea? ¿De qué manera puede empatar el temor de los países bálticos con sus recursos, sin a la vez escalar la tensión con Rusia? ¿Cuál es la mejor manera de mantener seguro su “flanco este”? ¿Qué futuro tendrá la OTAN en Medio Oriente? En esta pieza el énfasis estuvo en la pregunta por el flanco este, pero los otros temas surgirán en otras ocasiones, pues la OTAN persiste como un actor importante en la gobernación internacional.