De pronto, en los minutos finales del disco, el reproductor casi empezó a derramar miel. Porque los minutos previos –los que dura el álbum, que son poco más de un cuarto de hora–mayoritariamente sonaron baladas. Dedicadas a la niñez, al amor perdido. Pocos momentos de rapidez, de más punk que pop. Casi nada. Aún cuando se trata de un disco complementario de los previos “Uno!” y “Dos!”; “Tré!” (con Tré Cool, el baterista, en portada) es como el final de la fiesta, el momento en el que el dueño de la casa despierta mientras todos duermen y el piso está pegosteoso, por el dulce de las bebidas. Es decir, esta trilogía es una fiesta de 37 canciones, pero, como todas las fiestas, en la recta final, todo comienza a decaer y solo algunos sobreviven y soportan hasta el amanecer. Eso sí, hay un momento de la madrugada en que todo toma fuerza, como queriéndose reponer (‘Sex, Drugs & Violence’, ‘Dirty Rotten Bastards’) pero para entonces el sueño termina por vencer los ánimos de algunos por bailar todos juntos, otra vez.