Por: Ulises Kentros (@UlisesKentros)
No está de más detenerse un momento y revisar cómo se encuentra la guerra en Siria. El conflicto inició junto con la “Primavera árabe”, pero continuó más allá, y llegó a ser profundamente destructiva. En Libia continua la esperanza que el país podrá unirse; en Yemen, a pesar de la profunda división, el conflicto no ha alcanzado el grado de devastación de Siria; Irak enfrenta, ante todo, las consecuencias de la partición sectaria de facto que sufrió la década pasada. Encima de eso, Egipto, Túnez, Bahrein, Líbano, Algeria y Arabia Saudita superaron la Primavera árabe con diversos grados de crisis; desde mantenerla embotellada, hasta pasar por una revolución con la instauración de un gobierno democrático (Túnez). Siria queda en este panorama como varias cosas: un Estado fallido, un “juego de ajedrez” para las potencias, la sede de múltiples grupos terroristas, el lugar de origen de millones de refugiados y una continua catástrofe humanitaria.
La guerra ha rugido por ya más de cinco años. En la primera mitad de 2011 parecía que Siria enfrentaría un ciclo semejante a sus vecinos, de crisis política, protestas, la consolidación de una oposición democrática, el fin de la dictadura y el inicio de la larga marcha hacia la democracia. Pero, en algún lugar esa confiable narrativa se salió del camino y cayó en una barranca. En 2016 la posibilidad de retomar la ruta a la democracia parece tan remota que parece el final de un chiste.
Primero, la guerra continua. En febrero de este año entró en vigor un acuerdo de alto al fuego. Éste fue acordado en Munich por varios grupos involucrados directamente en el conflicto, como por varias potencias observadoras (EE.UU., Rusia, Turquía, Iran). Ante todo, incluyó al gobierno sirio, liderado por Bashar Al-Ásad, el sucesor del clan Ásad. El problema es que este acuerdo sólo involucra 100 de los más de 1200 grupos armados en pugna, y deja fuera a Jabat Al-Nusra (Al-Qaeda) y a ISIS/Daesh. Aunque el acuerdo promete una transición política, ésta se ve como altamente improbable, pues se espera que ese punto se volverá contencioso en el futuro. Mientras, la tregua ha sido llamada “pura fantasía”, por su alcance limitado, pero también por la indeterminación de las categoría de “terrorista” (con quien seguirán estando en guerra).
Segundo, las autoridades centrales se han diluido. Como mencionado arriba, según algunos analistas, hay más de 1200 grupos armados en el conflicto. La tregua involucra a alrededor de 100. Encima de eso, esos grupos están más o menos diluidos en 5 grandes grupos: el “gobierno”, el Free Syrian Army, Al-Nusra, los kurdos de Siria (YPG) e ISIS/Daesh. Primero, el grupo liderado por Al-Ásad no es un ejército en sentido estricto. Tom Cooper, en una pieza para War is Boring, menciona que el ejército sirio, el SAA, se ha desvanecido, y ante todo persiste en forma de los oficiales y una fuerza aérea sorprendentemente resistente, aunque obsoleta si se trata de combatir a otras fuerzas aéreas. Los soldados son ante todo personas reclutadas por empresarios y políticos convertidos en señores de la guerra. En esencia son milicias pagadas por quienes pueden y formadas por soldados que quieren algún salario (considerando la destrucción del país, no dudo que hay muchos en esa posición). De esta manera, son más de 70,000 soldados del gobierno. Sumado a eso varios miles más de Hezbollah, activos ante todo en la frontera con Líbano, y a pesar de la aparente retirada rusa, quedan 10,000 tropas rusas activas en el terreno. Esto produce un estancamiento insuperable: son tropas suficientes para proteger lo que el gobierno controla (una franja costera al norte de Líbano, y una franja de ahí hasta Damasco), pero de ninguna manera suficiente para reconquistar lo demás. Todo esto resulta en que las líneas de batalla sean tan poco móviles.
Esto se reproduce en todos los otros grupos. Los kurdos de Siria son, ante todo, auto-defensas; aunque son altamente efectivas, sus objetivos involucran sólo el territorio kurdo de Siria, no más. Al-Nusra y el FSA tienen lo mismo. ISIS/Daesh también, aunque no lo parezca. Pierre-Jean Luizard, en su libro Le piège Daech (La trampa Daech, todavía no traducido del francés) [1], explica que el grupo del “Estado islámico” no tiene algo como un gobierno central. Raqqa, su “capital” es el centro de poder del grupo ante todo por el tamaño de la ciudad y los recursos que aglutina. Fuera de eso, algo que ISIS/Daesh hizo fue dar auto-gobierno a los pueblos suníes en Siria e Irak. Esto, claro está, a costa de los chiítas, kurdos, yazidíes, cristianos y otras minorías, y de la misma población. De misma forma, sus fuerzas armadas son una colección de voluntarios, ante todo motivados por recibir un salario. Suficiente para controlar el territorio que ya tienen, pero insuficiente para conquistar todo lo demás. Y ante todo insuficiente para conquistar territorios donde los suníes no son mayoría o no sientan que ISIS/Daesh será mejor que el gobierno que tienen.
Tercero, las potencias mantienen su interés en que el conflicto siga. Esto se puede exagerar. Sería mucho decir que Siria es un tablero de ajedrez. Pero ciertamente las potencias que observan el conflicto tienen metas diferentes, cosa que se desahoga en que el conflicto siga. Turquía quiere prevenir la desintegración de Siria, pero que la unidad sea lograda por un grupo moderado, suní de preferencia. De otro modo, un grupo radical -probablemente patrocinado por Arabia Saudita- pudiera inflamar pasiones sectarias dentro de la misma Turquía. Encima de eso, quiere ver detenida la expansión y consolidación kurda en Siria, pues esos grupos están vinculados con las guerrillas kurdas en Turquía. Rusia quiere la supervivencia de su “cliente” en la región, el gobierno de Al-Ásad, y la intervención militar que hizo (¿sigue haciendo?) tuvo eso como meta. A pesar de ello, Rusia misma ya reconsidera su postura y posiblemente empujará a Ásad a limitar su poder. Iran quiere la supervivencia de Ásad, sin más, y también ha puesto tropas en el terreno para probar que va en serio.
EE.UU. tiene la política menos clara de todas. ¿A quién va a apoyar? Ásad no, pues lo consideran como un criminal de guerra. Al-Nusra nunca, pues son de Al-Qaeda. ISIS/Daesh menos. Los kurdos sí, pero por las razones dichas arriba es dudoso, encima de eso, Turquía es un aliado mucho más cercano a EE.UU. que son los kurdos. En Irak tiene metas más claras, y por ello su involucramiento persiste ahí, y en Siria ha actuado de manera tan limitada.
Con todo esto, los dados sobre el futuro de Siria siguen en el aire. Lo seguro es que seguiremos viendo este mapa por mucho tiempo.
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1: Luizard, Pierre-Jean, Le piège Daech. L’État islamique ou le retour de l’Histoire. Paris, La Découverte, 2015.