Por: Ulises Kentros (@UlisesKentros)
El 2 de abril se desató una nueva ronda de combate en Nagorno-Karabakh (N-K), el conflicto latente entre Armenia y Azerbaiyán. Aunque desde hace años han habido ocasionales tiroteos y escaramuzas en la zona, este mes vio los peores intercambios desde hace más de dos décadas, con el temor que escale a una guerra. Un cese al fuego pudo consolidarse el 5 de abril, y quizá logrará mantenerse en pie. A pesar del prospecto de guerra, el inicio y repentino fin de las hostilidades pasó relativamente desapercibido. ¿Qué es lo que sucede en el Cáucaso?
Existen varios conflictos “detenidos”, en los que nunca se alcanzó la paz formalmente declarada, ni la continuación de la guerra. Cuatro de ellos son relevantes al mundo de la vieja Unión Soviética. Mientras que la disolución de la URSS resultó en un proceso más o menos ordenado en las regiones de Asia Central y el este de Europa, en la cuenca del Mar Negro se encuentran los casos menos exitosos, marcados por animosidad y catástrofes latentes. Cada conflicto dejó una porción de territorio gobernada efectivamente por un grupo diferente al que aparece en el mapa. Abkhazia y Ossetia del sur, nominalmente parte de Georgia, Transnister, nominalmente parte de Moldávia, y N-K, nominalmente parte de Azerbaiyán. En cada uno, la posibilidad que estalle un conflicto armado está siempre presente y ha ocurrido varias veces. En la semana pasada vimos una iteración más de ello en N-K.
La zona en cuestión, el Cáucaso del sur (también conocido como Transcaucasia), se compone de tres países: Armenia, Azerbaiyán y Georgia, y los tres conflictos detenidos de Abkhazia, Ossetia del sur y N-K. Irán y Turquía también tienen fronteras que incluyen parte de esa región geopolítica. Históricamente, ha estado regida intermitentemente por imperios de procedencia iraní, turca, rusa, soviética, entre otros. Siendo un punto en el que la frontera entre Asia y Europa se borra, y una importante ruta comunicando el Medio Oriente con Rusia, su posesión ha sido codiciada por aquellos que han querido un acceso tan ventajoso. Durante la mayor parte del siglo XX, este lujo fue para el imperio ruso y la Unión Soviética. Pero, su control tiene un precio.
El terreno de N-K determina al reciente conflicto. N-K, con una población de cerca de 150 mil, se encuentra entre Armenia y Azerbaiyán, y está controlada por un grupo independiente, aunque con pesado apoyo armenio. Se compone ante todo de montañas y valles, y un clima templado. La canción de Einstürzende Neubauten – ‘Nagorny Karabakh’ evoca su geografía perfectamente; montañas y múltiples valles en sucesión. Esto refleja la geografía del Cáucaso del sur en general, y ello ha resultado en que la formación de un Estado, capaz de superar las autoridades de pequeños líderes o insurgentes, sea siempre casi imposible. La posibilidad de formación de una autoridad central (un gobierno eficaz) ha estado limitada, y con ello una garantía de paz, ha sido escurridiza.
Incluso en tiempos soviéticos; el conflicto de N-K data de 1988, desatado por el intento de secesión de un grupo de armenios de la entonces República Soviética de Azerbaiyán. Con la independencia de las repúblicas, el conflicto escaló a una guerra abierta entre armenio y azeris, la segunda en el siglo XX. Concluyó en 1994 con una paz mediada por Rusia y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Hubo cerca de un millón de desplazados y 20 a 30 mil muertos. En el territorio, Armenia logró el control de N-K y cierta extensión en torno a la cuasi-república, pérdida para Azerbaiyán resentida hasta hoy. Desde entonces, ha prevalecido una tregua endeble, en espera que se negocie una salida al conflicto.
Lo inusual de la escalada del 2 de abril es que se emplearon nuevos sistemas de armamentos. Ya más de un mes antes se avizoraba la posibilidad de un nuevo conflicto, por la continuación de despliegues de retórica nacionalista, como por una discreta carrera armamentística, y el continuo intercambio de acusaciones de violar la tregua. No obstante, cuando se desató, las fuerzas de la República de Nagorno-Karabakh (independientes del ejército armenio o azerí) demostraron tener la capacidad para derivar helicópteros de combate Mi-24, junto con numerosos tanques. Drones, lanzamisiles “grad” también fueron introducidos al conflicto. Al menos un centenar de muertos fue reportado. Mientras que ambos lados han culpado al otro por iniciar el combate, lo claro es que las fuerzas azeríes pasaron a la ofensiva, en dado momento reclamando una pequeña franja del territorio de N-K.
Las nuevas hostilidades llegan en un momento interesante. Por un lado, Azerbaiyán y Rusia se han beneficiado ampliamente por la continua subida del precio del petróleo (ambos son grandes productores) en el periodo 2000-2014. Esto permitió a ambos países ampliar sus ejércitos, que en el caso de Azerbaiyán, su inversión militar creció por diez en la década pasada. Por otro lado, Armenia persiste como un país sumamente pobre, en parte por el continuo bloqueo de sus fronteras hecho por Turquía y su rival. El petróleo también beneficio a Armenia, aunque indirectamente. Primero, ese país es parte de la Unión Económica Euroasíatica, liderada por la Federación rusa -por otro lado, Azerbaiyán está, en algún grado, alineado con Europa (a pesar de ello, importa casi todas sus armas de Rusia). Segundo, Rusia posee una base militar en Armenia, cosa que ha servido en parte como garantía que no permitirá que Armenia sea sobrecogida por sus rivales. Mientras, las potencias que observan el conflicto mantienen su interés en influir en el posible resultado -siendo vecinos, es comprensible.
Al momento, parece que el status quo tiene la oportunidad de volver. Incluso la aldea capturada por el ejército azerí fue recuperada recientemente. Sin embargo, las capas tectónicas que en su momento permitieron que el conflicto quedara detenido pueden moverse hacia su continuación y escalada. Habrá que estar vigilantes a las señales de ello.
Por cierto, ¡felicidades WARP por sus diez años! #WARP10