Mi Encuentro Con David Bowie #BowieByWARP

// Por: Staff

mié 17 febrero, 2016

MI ENCUENTRO CON DAVID BOWIE

@Julia Palacios

Ahora sabemos que Bowie se estaba despidiendo. Su último disco, “Blackstar”, sonaba un tanto extraño. Era Bowie, pero era diferente. Me preguntaban mi opinión. “Bowie siempre cambia –respondía–, siempre explora, y ‘Blackstar’ es su nueva reinvención”. Sin imaginar el desenlace, sabía con certeza que así era, que así tenía que ser, sobre todo porque acababa de tener un encuentro directo con él a través de la exposición “David Bowie Is”, que pude ver en París en marzo de 2015, apenas unos meses atrás.

Como regalo previo a su muerte, la exposición contenía todo, todo y más de David Bowie. Todo lo que es, todo lo que era. Una inmersión exhaustiva a la persona y al personaje, o más bien a los inagotables personajes a los que dio vida. La música, la moda, el arte, el teatro, el cine, su vida, su infancia, su proceso creativo y docenas de etcéteras sorprendentes y un tanto abrumadores. Todo esto con música y sonidos ambientales que acompañaban a los visitantes a través de audífonos personales, en una curaduría sonora excepcional.

La exposición “David Bowie Is” me tocó profundamente. Un homenaje a un genio, a una de las figuras más complejas y talentosas en la historia de la música y la cultura popular del último siglo. Ahí, me reencontré con Bowie. Por una parte, en un proceso de aprendizaje y resignificación al descubrirlo, redescubrirlo y reafirmarlo, por otra, la nostalgia de haberlo conocido, el momento breve que me había tocado y dejado huella.

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David Bowie Is.

En la exposición lo podía imaginar, sentir, a través del recorrido se hacía tan presente. Me conmovió una escena de David Bowie virtual cantando en un programa de televisión inglesa de los años 70. ¡Ahí estaba prácticamente! O escucharlo narrando su vida íntima, la locura de su familia disfuncional y de cómo la música había sido el refugio que lo salvó. Había objetos, cientos de objetos. Escritos de su puño y letra con los cuales se le podía adivinar durante el proceso creativo. Y la ropa, atuendos de personajes, trajes memorables de conciertos, de películas, obras de teatro y portadas de discos, David para imaginarlo ahí, con su cuerpo esbelto que todo lo exploró. Y ahí estaba también una servilleta con lápiz labial que se limpió de algún maquillaje, como objeto fetichizado que había tocado su boca y un guiño simbólico a su fascinación por disfrazarse.

“David Bowie Is” llegó para permitirme abrazar a David Bowie, o más bien para que él me abrazara a mí, un nuevo encuentro para recordarme la creatividad sin límites, de atreverse a abrir puertas, o simplemente de atreverse, de las posibilidades de reinventarse cada día, de concluir, sólo para comenzar nuevamente. Y es que 18 años antes había tenido la fortuna de entrevistarlo. Quizás, de los momentos más importantes de mi vida en los medios de comunicación, o más bien, de mi vida.

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Earthling Tour 1997. Foto: George De Sota

Por fortuna no era fan. Siempre he sostenido que no hay que conocer a los ídolos para evitar alguna decepción de la cual pueda ser difícil reponerse. A David Bowie lo admiraba profundamente y me parecía una de las personas más propositivas, innovadoras, talentosas, geniales y sobre todo inteligentes en la escena del rock, aunque en ese momento, en el fondo, tenía la remembranza de un “crush” de adolescente con su dentadura un tanto irregular.

Una semana antes de su presentación en el Autódromo Hermanos Rodríguez (hoy Foro Sol) me avisaron que tenía que entrevistarlo para la televisión. Bowie llegaba por fin a México durante la gira del álbum Earthling, en octubre de 1997. Iba a darme una entrevista privada de diez minutos, privilegio envidiable para todo periodista y para mí como historiadora del rock, aún más.

No había escuchado Earthling y decidí no preguntar nada del álbum, ni de la gira, ni de México, ni del concierto. Eso lo iba a decir de mil maneras en la rueda de prensa. Quería aprovechar mis minutos sola con él y sólo me preocupaba sonar inteligente. Me puse a estudiar. Internet era un tanto incipiente y la información accesible estaba en libros, periódicos, revistas y en la memoria. Me emocionaba/preocupaba ver sus ojos. Aunque muy nerviosa, sabía que no me iba a imponer mi ídolo, pero sí me imponía estar frente a David Bowie y hablar con él.

Llegó el día. Entré al cuarto acondicionado para la entrevista. Incienso, flores, el sillón para Bowie y el mío. Las cámaras estaban ya listas y una persona del staff probaba las luces del lugar donde él estaría sentado y daba instrucciones. Me harían una señal cuando faltaran tres minutos para concluir. Apareció. Traía lentes oscuros, así que el problema de distraerme con sus ojos estaba solucionado. Su dentadura había sido modificada. Problema resuelto también. Traía zapatos-tenis, playera y unos pantalones cortos que dejaban ver los tatuajes en sus pantorrillas: poemas escritos en somalí para homenajear a su esposa, la supermodelo Iman. No me pareció muy alto –siempre lo había imaginado más alto, quizás por su figura esbelta–. Sonriente, tranquilo. Nos presentaron y comenzó la entrevista.

“David, tú que has sido de todo, desde personaje del espacio, extraterrestre, hasta vampiro, ¿a qué le tienes miedo?” Guardó silencio un instante y soltó una carcajada: “I am afraid I am not afraid of anything” (Me temo que no le temo a nada), respondió mientras volteaba a ver a los miembros de su staff, con complicidad.

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Little Wonder. Foto: Albert Watson

“Acabas de participar en la película Basquiat, en el papel de Andy Warhol quien, como tú, era un coleccionista compulsivo. Platícame de tus colecciones, la de libros, la de arte, ¿cuántos libros tienes?”. Silencio nuevamente, suspiro largo. “¡Ah mis libros! Tengo alrededor de diez mil y pienso que ya no me alcanzará la vida para poder leerlos todos (…) Siempre me ha fascinado el arte y me he dedicado en años recientes a coleccionar el trabajo de artistas ingleses contemporáneos, para promoverlos y apoyarlos. Pienso que es importante y es mi manera de contribuir a la divulgación del arte de forma concreta”.[1]

“Si pudieses crear hoy un personaje con el impacto que tuvo Ziggy Stardust, ¿qué se te ocurre crear?” Con una leve sonrisa nostálgica, me respondió: “El mundo ha cambiado desde entonces y las posibilidades actuales son inmensas, eso lo veo muy de cerca través de mi hijo, con quien comparto mucho de lo que sucede”.[2]

Las señales para concluir se dieron y agradecí. Mientras nos quitaban los micrófonos, le dije: “Fíjate que además de trabajar en televisión, también soy académica en la universidad y soy astróloga. Saqué tu carta astral, pero por ninguna parte encontré tu hora de nacimiento, ¿me la puedes dar?” Sonrió y me dijo inmediatamente: “Mi hora de nacimiento es secreta, como mi mantra personal, pero recientemente he estado muy concentrado en la numerología, ¿qué tanto sabes de ello?

De ahí se derivó otra conversación, totalmente espontánea, informal. Sus asistentes lo llamaban para irse a la siguiente entrevista. Ahí me encontré verdaderamente con Bowie. Sus palabras breves, puntuales y significativas que me tocaron el corazón.

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[1] En 1995 acababa de presentar su primera exposición individual en Londres, poco después abrió su propia editora de libros de arte y una galería virtual.

[2] El cineasta Duncan Jones en ese momento tenía 26 años y ya incursionaba como camarógrafo en televisión y cine.

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