Por Victor G. García
El nuevo milenio ya cumplió quince años y nadie le hizo fiesta, tal vez porque nadie vio algo qué celebrar. En este parpadeo de la historia pudimos haber sobrevivido al Y2K y al fin del mundo que predecían los mayas, pero aún así el panorama social, político y económico va adquiriendo un tono apocalíptico. No estoy hablando de la inminente cancelación de “En Familia con Chabelo”, sino de la serie de eventos, nacionales e internacionales, que nos han empujado a preguntarnos hacia dónde se está dirigiendo nuestra sociedad.
Los recientes ataques terroristas en París son muestra de ello. El 13 de noviembre, varios extremistas religiosos irrumpieron en un concierto que Eagles of Death Metal ofrecía en Le Bataclan (establecimiento que este año cumple siglo y medio de existencia) para atacar a los asistentes, con bombas y armas de grueso calibre. El saldo fue de 130 muertos y cientos de heridos contando las lamentables pérdidas que también se dieron en otros ataques, en diferentes puntos de la ciudad. Recordemos que a principio de año los franceses fueron testigos, además, de un ataque por parte de otro grupo de la misma calaña al semanario satírico Charlie Hebdo. Aunque estos hechos parezcan lejanos, hay que mantener la cautela, ya que ese misterioso grupo que se hace llamar Estado Islámico lanzó un video amenazando a nuestro país, como posible blanco de ataques.
Pero este paisaje sombrío no es exclusivo del Viejo Continente. El creciente problema de la migración también ha salido a flote constantemente durante el proceso electoral en Estados Unidos. El multimillonario Donald Trump, quien busca la candidatura republicana a la presidencia de su país, no escatimó a la hora de sacar a relucir los aspectos más retrógradas e intolerantes de la sociedad estadounidense. Empleando una retórica racista, Trump se ha empecinado en culpar a los mexicanos de todos los males que le aquejan a nuestros vecinos del norte. El junior privilegiado ignora que son más los mexicanos que están saliendo de ese país que los que están entrando, por obvias razones.
Pero acá en México evidentemente no cantamos mal las rancheras. Nuestro copetudo presidente nomás no da una. Apenas había designado como subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana (sí, eso existe) a Arturo Escobar, y resulta que la PGR ya lo busca por haberle dado a eso de las triquiñuelas –esas en las que los políticos son expertos– cuando era vocero del PVEM. Esto sin hablar de la escalada en el precio del dólar que nos pega directamente a quienes nos gusta pedir viniles por Amazon.
Sin duda, uno de los momentos más definitorios del año en el país fue la fuga del capo Joaquín El Chapo Guzmán del penal de máxima seguridad El Altiplano. Tras ser reaprehendido en 2014, El Chapo apenas se estaba acomodando en la cárcel cuando echó mano, una vez más, de sus habilidades de Houdini para escapar (supuestamente) a través de un túnel cavado a su medida, que se extendía por un kilómetro y medio hasta una sospechosa construcción. Sumándole al absurdo, el túnel estaba equipado con una moto para acelerar el trámite. Ya ni nos sorprendemos.
Pero bueno, se puede decir que no todo es malo y que también existen algunos rayitos de esperanza que nos mantienen respirando. Durante este año de elecciones federales y algunas estatales, el joven candidato independiente Pedro Kumamoto logró ganarse con sudor una curul en la Cámara de Diputados del Congreso de Jalisco, sin tener que gastar las millonadas que los legisladores acostumbran mamar cada que pueden. Por otro lado, otro candidato no tan independiente ganó la gubernatura de Nuevo León. Con su actitud directa y tajante, y apelando a ese concepto comodín y unificador de “raza” que tanto nos gusta a los del norte, el excacique priísta “Bronco” llegó a la silla pese a enfrentarse a una campaña en su contra, por parte de los medios de comunicación de Monterrey.
Por su parte, la Suprema Corte de Justicia de la Nación demostró que algunas de nuestras autoridades no se quedaron en el siglo pasado, al aprobar un amparo interpuesto por cuatro personas en torno al uso de la marihuana. Pero, amigos pachecos, todavía no saquen las sábanas, ya que este fallo de índole constitucional se limita únicamente a estos listos que interpusieron el amparo, al menos por el momento. Aún así, es un paso hacia adelante en torno a la legalización de la María, cuya importancia resalta en un contexto en el que los estadounidenses –que en primera instancia la prohibieron para todo el mundo– han aprovechado para estudiarla y comenzar a comercializarla. Ahora sólo falta que este fallo sea asimilado de manera positiva en nuestra cultura, la cual a veces puede ser tan progresista como hipócrita.
Como podemos ver, ya estamos bien entrados en la segunda década del milenio y el panorama social y político no muestra señales de mejora, pero existen aspectos que nos dicen que tal vez no estamos tan mal. Habrá que esperar, pero solamente si esa espera es lo suficientemente activa como para convertirse en esperanza.
Victor G. García es filósofo y analista de la cultura. Actualmente cursa la Maestría en Sociología en la Universidad Iberoamericana.
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