Por: Feli Gutierres
Hablar de un concierto de Natalia Lafourcade implica muchísimas cosas: hace 12 años fue la primera vez que vi a la que en ese entonces era mi cantante favorita, aquel Teatro Metropólitan lleno en su mayoría de adolescentes quienes se sentían identificados con sus canciones tan honestas en donde hablaba de la edad, de sus problemas de juventud, de esa época en donde estaba descubriendo cosas nuevas en el amor, lo que hasta ahora siento que ha sido parte importante de todos sus discos.
Aquel día donde una chica salió a cantar acompañada de su guitarra y de sus amigos músicos, temerosa, con muchos nervios pero con una gran sonrisa es casi la misma persona que pude ver ayer, la misma sonrisa, los mismos nervios pero sin miedo, sin temor de enfrentarse a un publico maduro, quien la ha aceptado durante todos estos años, quienes le dieron la oportunidad de acompañar sus vidas con las canciones que componía, esa gente que en vez de aventarle vasos de cerveza en un festival se encargo de esperar y disfrutar las historias que construyó para ella y que nos permitió poderlas adoptar a nuestra vida misma.
Natalia y su guitarra nos dieron la bienvenida a lo que sería una escalinata que duraría alrededor de 3 horas en las que pudimos escuchar temas de su más reciente disco “Hasta la Raíz”, reforzando lo hermoso que fue “Hu-hu-hu”, y mostrándonos el excelente trabajo que hizo con las canciones de Agustín Lara.
Nos contó también de aquella época en la que solía escaparse de su casa con su mejor amiga para ir al Auditorio Nacional a escuchar a sus bandas favoritas e imaginar algún día estar parada en ese escenario, su cara de asombro era difícil de disimular al darse cuenta que por fin lo había logrado, por fin estaba haciendo realidad lo que desde sus 13 años había querido hacer.
Natalia es de esas personas que siempre están buscando cosas nuevas, sonidos que le permitan transmitir sus emociones de una forma diferente, que la transporten a lugares nuevos. Siempre nos sorprende ya sea haciendo colaboraciones o invitando a tocar a sus amigos quienes en esta ocasión fueros los Cojolites, un grupo de son jarocho que se encarga de dar clases de música a niños veracruzanos, ofreciéndonos 3 canciones llenas de alegría y baile.
Me di cuenta que aquella niña que a sus 16 años ya tenía un disco propio ha cambiado, sus experiencias, sus vivencias y la gran carrera que ha construido dejan ver ahora a una mujer talentosa, capaz de sorprendernos de la mejor manera en cada disco que realiza y en cada show que nos ofrece.
Anoche después de 12 años sigo viendo adolescentes, sigo sorprendiéndome de que una persona pueda llenar teatros y auditorios y me di cuenta también que sigue siendo una de mis cantantes favoritas, sin duda una de las mejores artistas de la que debemos sentirnos orgullosos de tener en nuestro país.
Un público que al principio fue muy receptivo y un poco sereno pero que al final se paró de sus asientos aplaudiendo y coreando, el escenario lleno de estupendos músicos y Natalia con su increíble voz y encanto, fueron el complemento perfecto para que la noche de ayer se quede grabada en la memoria de todos los asistentes por mucho tiempo.