500 años de la caída de Tenochtitlán, la reconexión con nuestras raíces

// Por: Staff

mié 11 agosto, 2021

Por: Sheila Navarro / Foto: Luis Alberto Legorreta

Tochan in Altepetl

Tochan pocayauhtlan, nequimilolli in altepetl, ye
in axcan Mexihco Tenochtitlan; tlahuelilocatiltic
tlacahuacayan. ¿Cuix oc huel tiquehuazqueh
nican in cuicatl?, nican otechmohualhuiquili
Ipanelnemohuani, nican catea totlenyouh,
tomahuizouh in tlalticpac.

Nuestra casa, la ciudad

Nuestra casa, niebla de humo, ciudad mortaja,
México Tenochtitlan ahora; enloquecido lugar de
ruido, ¿aún podremos elevar un canto ?, nos
trajo aquí el Dador de la vida, aquí estuvo
nuestra fama, nuestra gloria en la tierra.

-Miguel León-Portilla

Este 2021 conmemoramos setecientos años de la fundación de México-Tenochtitlan y quinientos años de su defensa contra los conquistadores. Podríamos decir que se trata del final de un ciclo y comienzo de otro. El 13 de agosto se cumplen 500 años de la batalla por la defensa de la gran ciudad de Tenochtitlán, así como de su caída en manos españolas.

Este suceso no sólo desgarró una civilización ancestral con un inmenso legado, sino que abrió la puerta a nuestra nación mexicana mestiza, pero con un profundo dolor en nuestras raíces.

Una ciudad anfibia

A través de vestigios, hemos podido conocer parte de la majestuosidad de la antigua ciudad mexica que no solo fue una de las principales entidades políticas de esta región, construida sobre un lago, y conectada por calzadas en su territorio, esta ciudad fue edificada con ingeniería avanzada y protegida con impresionantes monolitos de tamaños y pesos fuera de serie.

Situada en una zona pantanosa, y en medio de dos islas, Tenochtitlan y Tlatelolco, la ciudad mexica difirió profundamente de la percepción del espacio que seguían o tenían los europeos en sus ciudades feudales, pues México-Tenochtitlan era concebida como una combinación de lo urbano y también de lo campestre donde yacían cultivos, apretadas calles y construcciones increíbles que daban cuenta de la belleza y capacidad de los habitantes y el amor a su cultura.

La pirámide del Templo Mayor se percibía con poder, los santuarios Huitzilopochtli y Tláloc ocuparon la cúspide. Diversos autores que basaron su obra en los códices prehispánicos explican que México-Tenochtitlan fue la ciudad más grande del mundo a principios del siglo XVI, pues era el centro económico de la región más poblada de Mesoamérica y lo que fue después la Nueva España.

Tras dos años de resistencia mexica, el 13 de agosto de 1521 se produjo la caída de Tlatelolco, el último punto que faltaba por conquistar en manos de los españoles, quienes después de capturar a Cuauhtémoc, lograron destruir el legado, tradición y herencia de ese pueblo poderoso. O eso fue lo que creyeron.

Una fecha para reflexionar

El escritor y poeta mexicano Octavio Paz precisó en una de su obra más célebre, El Laberinto de la Soledad, que “las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía”.

En ese sentido, este esfuerzo sistemático de destrucción y omisión del legado histórico de la nación genera un sentimiento de profunda vergüenza por nuestro origen en niveles inmensurables; por tanto, el racismo, discriminación y estos sentimientos de rechazo emanan de esta anulación.

Por ello es importante que reconectemos con nuestras raíces, conozcamos nuestro pasado y comprendamos que el encuentro entre los antiguos pobladores de México-Tenochtitlan y los españoles suscitó más que un choque cultural, un intento por ocultar a la civilización madre más avanzada que ha existido en el planeta.

El podcast Tolteca: El Último Avatar de Quetzalcóatl es un gran lugar para iniciar, siendo un viaje sonoro a la gran nación del Anáhuac, siguiendo la historia de lucha de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada.

Foto: Luis Alberto Legorreta