Cuando Michael Balzary nació alguien lo convirtió en un huracán. Con el signo de experimentarlo todo, de vivir al límite, Balzary poco a poco se convirtió en Flea, el bajista de los Red Hot Chili Peppers. Revolucionario en su técnica musical, Flea también es un escritor notable. Acid for the Children, sus memorias de infancia, es prueba de ello. Un libro delicioso que no se abandona nunca, que jamás es autoindulgente y que demuestra una cosa: Flea es un hombre lleno de amor.
Amor por la música, por sus amigos, por su familia, su perro, la ciudad de Los Ángeles, el basquetbol y su natal Australia. Un hombre que dice siempre que el amor lo inventó.
Fue gracias a ese amor que descubrió el jazz a edad muy temprana: por el amor de su padrastro, músico, por el bop. Flea narra la escena como una escena de comedia: “Me revolcaba en el suelo como esas señoras en las iglesias bautistas”. Así de potente fue el encuentro del niño con esa música que se suele considerar elitista y muy adulta. Durante toda su infancia y buena parte de su adolescencia, Flea amaría el jazz hasta sus últimas consecuencias y consideraría al rock como una forma menor de la música.
Eso cambió cuando conoció, en la prepa, a Hillel Slovak y Anthony Kiedis. Empezó a oír música rock al mismo tiempo que experimentaba con drogas. Para el futuro bajistas las drogas no eran peligrosas, sino un camino a la aventura. Dice que nunca fue un adicto, pero sus propios recuerdos lo contradicen. En algún momento divertido de la narración, Flea reproduce las reglas que Kiedis y él tenían para inyectarse cocaína. Se inyectaban hasta destruirse los brazos, siempre en busca del high de la primera vez, ese inalcanzable arrebato.
Así como usaban drogas, brincaban desde techos a piscinas de casas ajenas: se entregaban al riesgo con hambre, siempre, de la emoción dura y pura. Y Flea era el peor, aunque Slovak moriría de una sobredosis de heroína en 1988; el guitarrista original fue sustituido por John Frusciante, aunque la narración no llega hasta ese momento. Acid for the Children va de los primeros años de Balzary hasta convertirse en Flea y sus experiencias en diversas bandas hasta formar con sus mejores amigos en los grupos Anthym y What Is This , un laboratorio experimental que se convertiría en esa bomba que son los Red Hot Chili Peppers.
Inseparables: Flea y Anthony Kiedis son mejores amigos desde la infancia
Flea se presenta como un niño eterno que, confiesa, todavía cree en Santa Claus, no conoce mayor alegría que ver un triunfo de los Lakers y que se siente cercano a cualquier niño como quien se encuentra con un sabio. De ese modo Flea cuenta todo lo que le pasa: como si fuera un muchachito narrando lo que le acaba de pasar en la escuela. Pero no hay que ser arrogante ni ser condescendiente con el rockstar-que-ahora-se-siente-escritor: Acid for the Children es sin duda un libro muy bien pensado, articulado y construido. Balzary dice que siempre fue un lector (y uno muy agudo), que se sintió sumamente inspirado por la literatura estadounidenses, es especial por las novelas de Kurt Vonnegut.
Flea es más que un bajista extraordinario, también es un ser al que es fácil amar a pesar de sus complejidades y que nunca, nunca, dejó a sus amigos abandonados, aun cuando era claro que necesitaba un desintoxicación frecuente de su compañía.
Balzary cuenta que una vez estuvo a punto de abandonar la música porque sentía que, gracias a las drogas, le había dejado de hablar como lo hacía cuando era niño. Y entonces encontró al punk y su romance musical renació. Anthony, Hillel y él se convirtieron en un trío inseparable. Triates tóxicos, ni siquiera las adicciones los rompieron. La muerte de Hillel fue un golpe tremendo. El modo en que el mundo los arrojó a la adultez.
Es fácil enamorarse de los protagonistas de Acid for the Children. Flea y compañía son adorables y potentes, una mezcla que no abunda. Ni blandos ni totalmente endurecidos por una vida tremenda. De hecho Flea siempre reconocer que, a pesar de los problemas familiares (de los cuales la adicción solo es uno), siempre fue un niño feliz. Ese niño feliz y osado es el que queda en las manos cuando se acaba de leer el libro. Una memoria imperdible de ser pequeño y hacer lo que más amas por siempre. Amén.