//Por: José Ivan Ruiz Trejo
Vivimos en una época gloriosa de conciertos en la Ciudad de México y debemos agradecerlo. Tuvimos a Roger Waters el fin de semana en el Zócalo y a Radiohead en el Palacio de los Deportes este lunes y martes, junto con Jake Bugg que tuvo una gran tocada. Esta gama de sonidos tuvo una puntilla en la Arena Ciudad de México con The Libertines.
Haber estado en el Corona Capital el año pasado no fue suficiente para muchos de sus fanáticos, quienes parecían haberlos abandonado al principio de la noche porque no se veía mucho público. Pero fueron pasando los minutos y los actos de apertura con Los McAllister y su vocalista Ronco, quien trató de arrebatar los primeros gritos de una audiencia que esperaba fielmente a la banda londinense y que llenó los huecos antes de la hora señalada.
Fue ‘Power to the People’ de John Lennon quien dio pie a que Pete Doherty, Carl Barat, John Hassall y el simpático Gary Powell tomaran sus instrumentos y descubrieran que la gente llegó de último minuto y se estremeciera con los primeros acordes de ‘The Delaney’. El guitarrista con una camisa abierta y sombrero de policía mientras que Barat tenía sus característicos tirantes y boina, imitados por varios de los que se encontraban en la pista de la arena.
Ir a un concierto de The Libertines es sacar lo más salvaje de tu ser. Eso se notó cuando ‘Barbarian’ y ‘Heart of the Matter’ resonaron para escuchar las primeras palabras de Barat en español. Después, un bonito soneto en un inglés bastante atropellado de Doherty dio paso a ‘Boys in the Band’ lo que ya había provocado el baño de cerveza y los primeros intentos de un slam en la pista.
‘What Kate Did’ fue de las primeras coreadas a todo pulmón de los presentes, quienes también veían que Doherty estaba de buen humor, ya que se sabe que es un tipo de altibajos, sobre todo cuando no ve mucha reacción de los escuchas. Pero ese ánimo y desenfado, tocando a veces la guitarra sin razón o confundiendo a sus compañeros hace mágica cualquiera de sus presentaciones.
El setlist fue generoso, pues no exageraron con canciones de su reciente disco Anthems For Doomed Youth sino que le dieron rienda suelta a los grandes coros, como en ‘The Man Who Would Be King’ o ‘Gungadin’, una fusión entre reggae y distorsión para que llegara uno de los momentos cumbres de la noche al escucharse ‘Can’t Stand Me Now’, un himno de una generación que ya puede estar pensando en llegar al tercer piso de manera peligrosa.
Otra de las cosas maravillosas que uno puede ver en la agrupación inglesa es el amor entre sus integrantes. Sobre todo Doherty y Barat, quienes se abrazan y bromean entre canciones y le hacen la vida imposible a sus utileros aventando la guitarra al aire. O como cuando Pete no quiere hacer caso y empieza a tocar ‘Time For Heroes’ de un modo más salvaje, incluso aventando una lata a la audiencia que pide más y el británico se regodeaba con su sarcástica sonrisa.
El encore iba a sorprender con una versión improvisada de ‘Heroes’ de David Bowie, pero mejor comenzó emotivo con ‘Music When The Lights Go Out’. Eso dio pie al momento más prendido, con ‘Horror Show’ y ‘Up the Bracket’ donde un modesto circulo en la pista trató de improvisar el clásico slam mientras una señorita correteaba a un hombre con la extraña razón de que le había hecho algo cuando de fondo oíamos ‘What A Waste’.
Un final esperado llego con ‘Don’t Look Back Into The Sun’, la rola epítome de su productiva carrera. No importó que el principio fuera desorganizado y que Doherty y Barat chocaran sus guitarras en señal de camaradería, ni que hubiera partes de la canción en las que se oyeran arrítmicas ni que los micrófonos perdieran las voces. Al final eran The Libertines en su máxima expresión, como todo el mundo los esperaba y llevando al éxtasis a cada corazón que pudo cantar ‘They’ll Never Forgive You But They Won’t Let You Go” y recibieron los micrófonos, con todo y pedestal, que aventaron Pete y Carl a la audiencia para despedirse.