Lo primero en lo que pensé el pasado primero de febrero, cuando la actriz Evan Rachel Wood y otras valientes cuatro mujeres decidieron compartir las historias de abuso que sufrieron a manos de Brian Warner, mejor conocido como Marilyn Manson, fue que a fin de cuentas todo lo que nos había dicho era real. No un teatro. No un comentario socio-político provocador en contra de las instituciones. Él, en verdad, es un monstruo.
Desde que la noticia se dio a conocer, miles de personas han salido a preguntarnos con tono de burla que qué esperábamos, si todo la carrera del creador de Antichrist Superstar (1996) ha estado basada en la violencia, lo grotesco, la destrucción. Su personaje fue la personificación de lo -prohibido- para la generación que vivió su adolescencia en la década de los años noventa, un -diablo- para sus madres y una figura -detestable- para un gobierno que tuvo que lidiar con el tiroteo de Columbine y las primeras masacres causadas a manos de adolescentes.
Brian Warner, el artista, el creador, no el personaje Marilyn Manson, siempre supo defenderse de aquellas acusaciones poco sustentadas que los políticos y activistas ultra-conservadores norteamericanos dictaban contra él, diciendo que había sido la razón por la cual la -juventud estaba podrida-. “Es fácil presentar mi cara en la televisión, porque al fin y al cabo, soy la imagen para los jóvenes de lo que es el terror. Personifico lo que la gente teme, porque digo lo que quiero”, señaló a Michael Moore en el 2002.
En esa misma entrevista, el cineasta le preguntó qué le hubiera dicho a los asesinos Eric Harris y Dylan Klebold si él hubiera estado ahí y la respuesta de Brian se dirigió, antes que nada, a la empatía. “No les diría una sola palabra, escucharía lo que ellos tiene que decir, que eso es lo que no ha hecho nadie”. No hay nada de -demonio- en esa respuesta, es todo lo contrario. A través de aquellas acusaciones, el músico logró entregar un mensaje de paz, comprensión. Se mostró no solo lúcido, si no brillante y esa chispa se quedó con él álbum tras álbum, incluso cuando su música empezó a pudrirse y a convertirse en una caricatura de aquella chispa violenta que solía ser.
Marilyn Manson no es una figura típica del -metal-, aunque su personaje, repleto de maquillaje y difusor del arte obsceno, tiene sus precedentes en artistas como Alice Copper, Ozzy Osbourne y los miembros de Kiss. Contrario a ellos, el cantautor de ‘The Beautiful People’ no solo le habló a un segmento de aficionados a la música metal o rock pesado. Con su visión impregnada en entrevistas y auto-biografías, Manson se convirtió en la figura mediante la cual millones de personas encontraron su hogar. No solo inadaptados, también figuras cansadas de lo -establecido- en relación a lo que se podía o no hacer en el arte comercial.
Se convirtió en una figura icónica de la moda a través de sus colaboraciones con algunos de los fotógrafos y diseñadores más importantes de la industria. También se transformó en uno de los gestores y curadores de arte más interesantes de los últimos años. Su amistad con Damien Hirst, Marc Quinn, Gottfried Helnwein, David Lynch y de actores como Johnny Depp y Nicolas Cage, lo establecieron como un influencer del mundo artístico. Colaboró con cada uno de ellos, llevándolos a su mundo para expandir al personaje de Marilyn Manson a espacios nunca antes vistos para un proyecto similar.
Su acciones siempre fueron considerados como actos teatrales creados por un libre pensador que con logró crear algo totalmente contra-cultural que se transformó en una fuerza y voz dominante dentro de las industrias creativas. Los videos musicales se convirtieron en algo vistoso, su acto en vivo en una experiencia emocionante, los elementos problemáticos de sus canciones como una ficción a través de la cual un hombre intelectual podía ahondar dentro de sus demonios y atacar de forma directa a las figuras dominantes, religiosas, políticas y conservadoras, a través de ellos.
Sin embargo, poco a poco la cultura empezó a cambiar, los actos de Manson dejaron de ser shockeantes para una generación naciente que nació y creció con la Internet en sus manos. Las noticias alrededor de su persona empezaron a tumbarse en torno a los respuestas que daba en sus entrevistas cada vez que salía a relucir una mujer en la conversación.
“Están muy confundidos con respecto a esa entrevista”, comentaron sus representantes a la revista británica Metal Hammer cuando la publicación pidió retomar su entrevista con Manson, misma que finalizó abruptamente cuando le preguntaron de forma directa sobre lo que opinaba de las declaraciones en las cuales Evan Rachel Wood declaró que había sido abusada por una persona a quien prefería mantener anónima. “Los comentarios con respecto a las fantasías de Manson por asesinar a Evan y cortarse a sí mismo 158 veces fue un drama creado por una estrella de rock and roll y no son reales”, comentaron.
Lo triste del asunto es que se confirmó que todo lo que dijo por años con respecto a sus actos sexuales depravados, abuso físico, caos psicológico y violaciones, era real. Todo cayó en su lugar pocos meses después de revelarse la historia detrás de esa entrevista. Y ahí es cuando sus seguidores, los liberales con sensibilidad por la moda y el arte atípico, terminaron por darse cuenta de que aquel hombre que durante décadas se presentó como alguien que estaba liberándonos a todos de las ideas dominantes del arte y la cultura, en realidad, era un opresor sexual y un enfermo que no se expresaba a través de esta figura. Era la figura.
Marilyn Manson no es un escaparate artístico, es una persona real que siempre creyó en lo que decía en sus entrevistas, canciones, libros y actos en vivo. Aquellas imágenes retorcidas que construyó en sus canciones no son una ficción y es por ello que duele saber sobre su verdadera naturaleza. Porque en el fondo, todo escucha de Manson, veía en su obra a un medio mediante el cual criticar a las maldades del mundo, no a una de aquellas maldades.