//Por: Luciana Villegas
Me di cuenta que ya había muerto más de mil veces, y que realmente ésta no existe. Me tatué un “mátame” en el dedo anular izquierdo, como recordatorio constante de mi unión con todo lo que me rodea, y la imposibilidad del fin.
Pero, si no puedo acabarme nunca, ¿qué sentido le doy a mi presencia actual?
Entonces, empecé a adentrarme en el fondo de la forma, la selva infinita del ser.
Así nace mi necesidad y curiosidad por explorar el camino de la palabra, y así crear textos en diversas formas que los distinga su sinceridad. Busco recrear sensaciones y emociones muy particulares, que todos experimentamos en algún momento, y que me parece es, el objetivo del arte. Crear vínculos. Decidí hacer un libro que, poco a poco, se fue transformando en un proyecto más grande. La premisa lo permite, y el mensaje necesita de más voces:
La selva (o el gran desorden, confusión y asunto complejo)
Su nombre lo dice todo: motivo de risa y llanto, el caos ordenado.
El centro son poemas que relatan mi experiencia hasta hace poco con la vida; cómo me he relacionado con absolutamente todo y la inquietud paradójica que me provoca el amor. No eran suficientes las letras, necesitaba imágenes, necesitaba música, necesitaba un espacio y necesitaba compartirlo… llegar hasta donde me sea posible.
Ha sido un trabajo puramente intuitivo y que quizás no se encuentre en su forma más refinada que, por lo mismo, por el carácter del mensaje, le va bien. Un experimento no se presta a tanta edición, debe de ser expuesto para poder crecer, y transformarse constantemente.
Cada quien le dará el significado que desee a mis palabras: la suma de conceptos, imágenes y música son herramientas para que el lector cree su propia selva, y esta particularidad es mi objetivo. La experiencia que he tenido con la literatura y que era, precisamente, lo que buscaba replicar.
Ojalá cumpla su propósito y lleguemos más lejos de lo que alcanzo a ver.
Al final, la naturaleza siempre cumple su curso.