Por Juan Carlos Canales
Nunca hubiera imaginado que uno de los clubes más famosos y respetados de techno en el mundo estuviera en Tbilisi, la capital de Georgia, una exrepública soviética ultra conservadora habitada por 3.7 millones de personas, 35% de las cuales viven, justamente, en Tbilisi. En este país se profesa principalmente el cristianismo ortodoxo a ultranza (90% de sus habitantes) y su capital ha vivido bajo el acecho de Rusia desde la caída de la URSS; de hecho, hoy en día parte de Abjasia y Osetia del Sur está ocupada por el ejército ruso. Políticamente anhela acercarse a Estados Unidos, lo que fue evidente al coincidir mi visita con un secretario de estado norteamericano y ver todo el centro con banderas estadounidenses; un ambiente muy bizarro.
Conocer más de Bassiani, ese afamado club, me llevó a contactar a Naja, Tato y Zviad, sus fundadores, algo complicado pues su labor se enfoca al ámbito social más que a su papel de empresarios. Ellos forman parte del movimiento White Noise, que lucha por los derechos humanos y la legislación georgiana sobre el consumo de drogas en un país donde no hay diferencia entre el consumo y la venta, no hay categorías entre ellas y tampoco existe el consumo mínimo; da lo mismo tener un par de gramos de hashish o medio kilo de heroína, ambos ocasionan elevadas penas de cárcel. Ante todo esto, White Noise logró la primera manifestación auténtica, con alrededor de 10 mil personas, en un lugar en el que no existe el derecho a manifestarse.
Viajé a Tbilisi en la noche de clausura de la temporada (el lugar cierra durante el verano). Ahí, Tato y Zviad me invitaron a comer a Khasheria, un lugar de comida típica cuya característica especiada y picante se valora mucho estando al otro lado del mundo. En esa ocasión también nos acompañó Dave Summer, a.k.a. Function, DJ invitado al evento. Estos hombres rondan los 30 años, son gente preparada, con maestrías en universidades europeas e ideas claras; su meta es acercar más a Georgia con Europa, el respeto de los derechos humanos y la libertad de la gente para decidir sobre sí misma. Para ellos, Bassiani es un medio para atraer reflectores internacionales que atestigüen lo que está pasando en su país. Juntarse a escuchar música y bailar tiene un sentido social que no se veía en la música electrónica desde Detroit, en los años 80, cuando, devastada económicamente y con los más altos índices de homicidio, la comunidad negra mezcló el funk, ritmos africanos y sintetizadores y lo llamó techno, inspirada en el libro Future Shock, de Alvin Toffler; Juan Atkins, Derrick May y Kevin Saunderson entre sus pioneros.
Es fascinante ver cómo la música está logrando cohesión en la juventud georgiana por un cambio cultural que supere los fantasmas del comunismo y la persecución.
Bassiani se encuentra en el subsuelo del estadio del Dinamo donde juega la selección nacional, lo que en épocas soviéticas eran albercas; el dance floor es la alberca principal y el DJ toca en la alberca de niños. Fue en 2014, al buscar un venue, que directivos del Dinamo que asistían a sus fiestas los invitaron a mudarse con ellos. Este lugar es catalogado como el nuevo Berghain, donde DJ’s y disqueras quieren tener una noche y gente de todo el mundo viaja para vivir la experiencia.
Aquella era una noche de clausura y la fila para entrar era bastante grande. Al llegar a la puerta pude ver sus estrictos controles de acceso, pues han tenido problemas con grupos de extrema derecha que han intentado agredir a su público. Su política es no dejar entrar a nadie que puede alterar el orden o que incomode a cualquier asistente, lo que ocasionó mucha discusión en al puerta. Cada asistente es cateado intensamente y cada identificación queda registrada.
Ya adentro bajas un túnel y sabes que estás en otra dimensión. Lo primero que ves son pasadizos oscuros y en ese momento empiezas a sentir los bajos. Dentro de Bassiani existe una segunda sala llamada Horoom, un cuarto blanco cuya única decoración es un par de crucifijos. El sonido void es perfecto para la propuesta musical que ofrece. Este lugar es famoso por su apertura y porque gente de la comunidad LGBT no es juzgada. Pensé que iba a ser un sitio intenso en cuanto a lo sexual, como en varias secciones de clubes en Alemania; fue todo lo contrario, con ambiente bastante relajado en el que HVL tocaba en vivo un set house con mucha actitud. El lugar estaba a tope, y lo más que vi fue a un par de mujeres besándose y unas parejas de hombres abrazándose. En una país machista es un gran avance tener lugares donde se respete la diversidad.
Bassiani está sonorizado a la perfección con varias torres Funktion One. No hay un área en la que no se escuche la música, cosa que me pareció excelente. Aquí se viene a lo que se viene sin pretensiones, sin VIP. No hay lugar más feliz y auténtico que un dance floor en donde todos seamos iguales, he estado en los más respetados del mundo y nunca había visto a gente bailar con tanta pasión y desenfreno, con su estilo y a su ritmo, un perfecta obra de arte. Esa noche tocaron todos los residentes, no sabía qué esperar pero me encontré con una grata sorpresa: cualquiera de ellos podría tocar en cualquier capital europea del techno. Los que más me gustaron fueron HVL, Merucurrio y Zitto, con un sonido fresco y diferente.
Function cerró con una cátedra musical. Supe que la iba a romper después de la comida de unas horas antes, cuando subimos a un mirador a ver el atardecer; una bella postal veraniega de la ciudad. Function estuvo varios meses sin salir de gira por cuestiones de salud pero se recuperó y ahora tuvo el gran honor de cerrar la temporada en Bassiani. Tocó durante cuatro horas, con un set que tuvo bajos muy potentes y mucha velocidad, lleno de canciones de su brillante nuevo EP Recompiled I/II, bajo el sello alemán Osgut Ton. También incluyó clásicos como ‘Subzero’, de Ben Klock, y un remix de ‘Strings of Life’, de Derrick May. El momento culminante de la noche llegó con un remix muy techno de ‘O Fortuna’ (Carmina Burana), un grito de guerra con el que la gente se volvió loca y que demostró por qué es uno de los residentes más queridos de Berghain y uno de los pesos pesados del techno americano.
Mientras bailaba no perdía detalle del lugar y me preguntaba qué diría Stalin (georgiano nacido en la ciudad de Gori) si viera que los jóvenes protestan ante la falta de oportunidades y marginación en las albercas donde él mantenía al pueblo oprimido, sin espacios para expresarse.
Algo que hace la experiencia de Bassiani única es que no hay consumo de drogas recreativas, lo más que vi fueron pequeños grupos que fumaban hash en botellas de agua con la intención de no desperdiciar, ya que el costo monetario y el riesgo por posesión es muy alto. La ingesta de alcohol, por otro lado, es baja, y la gente toma chacha, el vodka georgiano.
Bassiani cerró a la 1:00 pm y la fiesta siguió en el Horoom donde los residentes hacían un B2B house con mucho groove. La fiesta acabó dos horas después con la misma intensidad con la cual empezó. Lo que hace a Bassiani único es que existe en un concepto muy ajeno a su realidad.