David Bowie
Blackstar
Columbia / Sony Music
Regularmente Bowie es la referencia obligada cuando se habla de creatividad, reinvención, experimentación y genialidad musical. Tanto así, que cuando hablamos de música contemporánea viajamos casi de manera instantánea hacia alguna de sus placas en su amplia discografía, y entonces sí, hacemos el balance en cuestión. “Que si Bowie hizo tal o cual cosa en los sesenta”, “que Ziggy sentó las bases de esto o aquello”, “qué Tin Machine ayudó a acuñar el término supergroup”, etc.; esa es la magia y la mística que rodea tu trabajo cuando te llamas David Bowie y sí de importante y trascendente eres para el resto de los mortales.
Hoy, con la salida de “Blackstar”, su álbum número 25, parece que la única manera de desmenuzarlo es recordando otros grandes momentos en la trayectoria del artista. De entrada hay que decir que la placa, como la mayor parte de sus trabajos, no es tan amable como para “entrar” a la primera escucha, hay que dedicarle tiempo y aceptar el pequeño reto de su autor, y así encontrar los pequeños tesoros que se encuentran en su producción. Bowie recurrió de nueva cuenta al experimentado Tony Visconti y el ejercicio arroja resultados diferentes a lo hecho en “The Next Day” (2013), si en éste el sonido fue más instrumental e intencionalmente apegado a “Scary Monsters (And Super Creeps)” (1980), pero con un tono más festivo (muy a lo “Black Tie White Noise”), en “Blackstar” nos encontramos con sonoridades oscuras, con marcadas reminiscencias a tracks como ‘The Loneliest Guy’ o ‘Brilliant Adventure’, aires de medio oriente y atmósferas de ensueño.
A nivel idea, el músico de 69 años recién cumplidos nos lleva de vuelta a los noventa, como si “Outside” (1995) y “Earthling” (1996) hubieran retumbado en su cabeza durante los meses de composición; el tema que da título al disco tiene sus pizcas de ‘I’m Deranged’ pero con el soul que el artista lleva tatuado en su ADN, en una aventura de más de 10 minutos en los que Bowie se proclama a si mismo una estrella negra. El sax se encarga de guiar ‘Tis A Pity She Was A Whore’, un tema que ya habíamos escuchado, pero que adquiere nueva vida de la mano del maestro Donny McCaslin. ‘Lazarus’ nos muestra al nihilista que vive dentro del artista, ese personaje con el que Bowie gusta de reclamar a dios y al mundo cada que puede. ‘Sue (Or In A Season Of Crime)’, otro tema que ya habíamos escuchado, se envuelve en un ropaje más electrónico (quizá sea el tema más apegado a este género del disco), con grandes referencias sónicas de ‘Battle for Britain (The Letter)’ e incluso, al clásico ‘Little Wonder’.
‘Girl Loves Me’ bien podría ser un guiño a “Low” (1977), menos experimental pero con más poder, cortesía de un bajo potente y una letra “futurista” (inserte la referencia de Anthony Burgess). El viaje termina con dos joyas que bien podrían pertenecer a “Tonight” (1987) con una orientación pop y tintes de dance de avanzada, ‘Dollars Days’ y ‘I Can’t Give Everything Away’, esta última, particularmente, nos muestra al músico que se atreve a hacer lo que le venga en gana musicalmente, de la manera más honesta, ya sea que se trate de un álbum conceptual, una trilogía de discos experimentales o, como en este caso, una simple canción de (des)amor.
Creo que el tema con Bowie, cada que nos entrega un disco, una canción, o cualquier manifestación artística, radica en que no solo ayuda a perpetrar su leyenda, también lo hace vigente y nos hace recordar que uno de los más grandes músicos de la historia siguen compartiendo el planeta con nosotros; si además, Bowie se manifiesta con un gran disco como lo es “Blackstar”, entonces no nos queda más remedio que disfrutarlo hasta la última nota.