Veinte años. Esas son las primeras dos palabras que se escuchan de la boca de Dave Grohl al comienzo de “Sonic Highways”, la serie. Ese, según se argumenta, es el punto de partida para este proyecto audiovisual megalómano y transcontinental. Y se entiende. Porque, a decir verdad, desde las primeras canciones grabadas por Grohl en el Seattle post-Cobain de 1994 hasta hoy, muchas cosas han pasado. El ejercicio catártico de un músico en crisis se convirtió, de a poco y contra casi todos los pronósticos, en la banda más grande del mundo. En el medio, algunos discos fundamentales para entender la cultura rock de las dos últimas décadas, momentos hilarantes -con el video de ‘Learn To Fly’ a la cabeza- y una progresiva toma de consciencia (¿madurez?) que llevó a los Foo Fighters hacia un lugar cada vez más protagónico dentro de la industria musical. Y aquí y ahora, la necesidad de sostenerse en el olimpo del mercado y de la Historia, extendiendo límites y pretensiones en cada nuevo paso dado por el grupo.
Por todo eso, “Sonic Highways” aparece como una jugada no solo inteligente, sino también necesaria para el ego y el legado de Grohl y los suyos. Después de tocar la cima -con funciones en Wembley a estadio lleno como testimonio- y de volver a las raíces grabando “Wasting Light” (2011) con equipamiento y espíritu analógico, era esperable un nuevo shock mediático y cultural de parte de la banda. No obstante, el resultado final da cuenta de un verdadero logro conceptual y no de una simple estrategia de marketing. “Sonic Highways” es ni más ni menos que un recorrido en primera persona por ocho de las ciudades vinculadas más estrechamente a la industria musical de los Estados Unidos (Chicago, Washington, Nashville, Austin, Los Angeles, New Orleans, Seattle y New York); y es, también, un juego de intercambios entre más de 70 años de cultura popular. Con una canción grabada en cada ciudad junto a un invitado local y tratando de incorporar el espíritu y la particularidad de cada lugar, queda claro que lo que se quiso hacer es mucho más que el octavo álbum de estudio de los Foo Fighters.
De hecho, por momentos “Sonic Highways” parece encajar mejor como la confirmación de Grohl en su rol de ávido director de rockumentales que como un conjunto sólido de canciones. Con la intención de ser una carta de amor a la historia de la música estadounidense, el proyecto logra sus mejores resultados en su formato audiovisual, como un registro de la personalidad histórica y atmosférica de cada locación. Las canciones, en tanto, más allá del momento inicial en el que aparecen -al final de cada capítulo-, no traducen del todo la máxima que funciona como eje de la miniserie: que la música está marcada a fondo por el contexto social que rodea su proceso creativo. Así, “Sonic Highways” muestra a los Foo Fighters con algunos agregados puntuales y con momentos de gran intensidad emotiva, pero las huellas concretas de sus invitados (en general guitarristas, a excepción de la Preservation Hall Jazz Band de New Orleans) son casi imperceptibles. En efecto, esas canciones parecen apenas un puñado más de la larga lista de títulos que integran la discografía de Grohl y compañía. No hay mayores pistas de lo que se muestra explícitamente como una grabación itinerante; frente a lo que prometía ser un verdadero diálogo con la tradición y el regionalismo, lo que devela el resultado final es, cuanto mucho, una versión levemente aggiornada de los Foo Fighters.
En este sentido, si “Sonic HIghways”, el disco, no estuviera acompañado por su extensión televisiva, estaríamos hablando de un álbum lejano a los mejores momentos de la banda, con contadas novedades en términos de experiencia sonora -el teclado en ´Something From Nothing’, el puente en ‘Congregation’ a cargo de Zac Brown, la intro de ‘I Am a River’- y con un paso en falso en lo que respecta a la lírica de Grohl (quien intentó extraer a último momento el espíritu de cada ciudad pero no pudo evitar los lugares comunes y las referencias obvias). Por eso, pese a que hay pasajes interesantes en cada una de las ocho grabaciones, precisión y contundencia en los arreglos de guitarra y un Taylor Hawkins infalible en la batería, “Sonic Highways” es, desde lo musical, un esfuerzo descomunal que no parece haber valido la pena. Funciona como un buen acompañamiento de la travesía audiovisual, pero se queda a medio camino entre la esencia punk-rockera de estadios de los Foo Fighters y su tan mentado intento de echar raíces en los distintos puntos del mapa musical de su país.