Después de haber escuchado con insistencia, he llegado a una conclusión que puede parecer insuficiente pero no deja de ser sintomática para el caso en cuestión. El único gran problema detrás de “Lonerism” es que se trata del segundo disco de Tame Impala y, por cuestiones de la lógica y de la historia, está obligado a competir y compararse de alguna u otra forma con el incuestionable debut de la banda, “Innerspeaker” (2010). Si no fuera por ese pequeño detalle, seguramente el nuevo álbum del grupo tendría otro sabor y la música impactaría de otra forma. Porque lo cierto es que las canciones (y las melodías) siguen presentes y el genio de Kevin Parker resulta evidente en cada ángulo del disco. Pero no estamos en 2010 y Tame Impala arroja más de seis millones de resultados en Google. Y “Lonerism” es un disco que fue grabado y pensado (casi) como si “Innerspeaker” no existiera.
De hecho, el propio Parker asegura haber empezado a componer y a grabar parte de este nuevo álbum antes de la salida del debut de la banda. Una vez más, fue él quien registró la mayoría de las líneas instrumentales y se hizo cargo de la producción artística. Y, en cierto sentido, eso puede notarse en la elección de ciertos efectos y colores que remiten directamente al primer disco. El flanger en las guitarras (y en el ambiente), la compresión de la resonancia natural de la batería y la explicitación de una espacialidad lenta pero fluida en el estéreo son algunos de los gestos que se repiten en “Lonerism”. Incluso, la mano de Dave Fridmann (productor de los Flaming Lips) en la mezcla vuelve a decir presente para terminar de cerrar la ecuación. Pero lo que marca la diferencia es que, más allá de cierto giro hacia los sintetizadores y de una idea gráfica totalmente contrapuesta desde la portada, la búsqueda de Tame Impala sigue siendo más o menos la misma y no tiene a favor el componente de novedad propio del surgimiento de una banda. Su música -exquisita, refinada, diseñada tanto desde la intuición como desde el pensamiento- ya forma parte de un contexto común y se ha convertido en una referencia particular, concentrando nuevas expectativas a su alrededor.
En ese sentido, el núcleo duro del sonido de la banda sigue siendo el mismo: el canto grave pero melodioso del bajo y una batería que constantemente parece al borde de la desintegración se sostienen como los puntales de una música que no puede dejar de asociarse con la liquidez y el libre transcurrir del tiempo. Pero, a diferencia de las guitarras rugosas que protagonizaban “Innerspeaker”, esta vez son los sintetizadores los que ganan lugar y acumulan los mayores estímulos en esta puesta en escena decididamente psicodélica. El resultado, sin embargo, no difiere mucho de lo que podemos encontrar en el primer disco. Y si bien Parker aseguraba hace un tiempo que ese cambio implicaba una apertura “sónica y compositiva” para su proyecto, lo cierto es que son muchos los momentos en los que las canciones de “Lonerism” remiten involuntariamente a “Innerspeaker” (con ‘Music to Walk Home By’ y su permanente aire a ‘Solitude is Bliss’ como ejemplo más claro).
De todas formas, se nota que Parker ha sabido explotar dos de los mayores atributos que aparecían en el debut de Tame Impala. Por un lado, el aporte que toma de la electrónica a la hora de establecer el diálogo entre los distintos elementos se ha vuelto más manifiesto con la intervención permanente de las líneas instrumentales y rítmicas a través de oscilaciones y capas de efectos que transforman una misma secuencia de notas o golpes. Pero además, esa profundización del accionar directo sobre lo registrado no va en detrimento del mayor componente ficticio del proyecto: Tame Impala suena cada vez más como una banda consolidada en horas de ensayo y sigue siendo el trabajo pormenorizado, obsesivo y fragmentado de una sola persona. Gracias a eso, y sobre todo en la segunda mitad del álbum, Parker demuestra que no sólo es un músico inspirado, sino también un verdadero artista de la fonografía. Alguien que, además, entiende que los discos son momentos irrepetibles en un escenario y pueden ser planteados como obras ilimitadas, con peso propio.
No obstante, más allá de todo eso y a pesar de no poder escapar de la sombra de “Innerspeaker”, “Lonerism” mantiene vivo el espíritu de la enciclopedia del rock: sigue siendo un disco de grandes canciones. De hecho, en el podemos encontrar tradiciones aprehendidas y referencias concretas a los Beatles, Led Zeppelin, Pink Floyd o Black Sabbath. Pero lo más importante es lo que (nos) sucede cuando suenan ‘Why Won’t They Talk to Me?’, ‘Feels Like We Only Go Backwards’, ‘Keep on Lying’, ‘Elephant’ o la monumental ‘Nothing That Has Happened So Far Has Been Anything We Could Control’. En medio de cataratas de efectos y a través de melodías que nunca parecen demasiado largas ni repetitivas, Tame Impala hace suyo ese magnetismo propio de aquellas músicas que se recuerdan a través del tiempo. Por eso, aunque “Lonerism” no sea un disco revolucionario ni alcance el status de “Innerspeaker”, sus canciones valen y mucho. Son, lisa y llanamente, algunos de los momentos más hermosos dentro de ese conjunto virtual que constituye todo el material publicado durante este 2012.
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